viernes, 11 de agosto de 2017

el tráfico de reliquias en la Edad Media



el tráfico de reliquias en la Edad Media







Volvemos a Strambotic para tirar de la manta y sacar a la luz más sórdidos acontecimientos del Medievo. El divino tema con el que hoy os obsequiamos es el del quizá no muy conocido tráfico de reliquias en la Edad Media. Pensemos en una época donde la religiosidad invadía toda la vida cotidiana y las mentalidades, por lo que en una sociedad así las reliquias eran algo casi imprescindible para cualquier lugar cristiano que se preciase. Eran un sello de calidad. Sin un trozo de santo en un relicario bajo tu altar no eras nadie. No tener una reliquia en tu localidad era como no tener Mercadona o un macropolideportivo.




“El hallazgo de la santa Cruz”, por Agnolo Gaddi, Italia, siglo XIV
Carlomagno ordenó que cada altar tuviera mínimo una de estas particulares estrellas Michelín de lo católico. Pero, o no calculó bien la ratio entre número de santos y número de altares de la cristiandad o confiaba en una división infinitesimal de los fragmentos en lo que sería un primer ensayo de la homeopatía, tanto en método como en resultados. Y así fue.

Cuerpos enteros, pero también pedazos de ellos, circulaban por doquier, junto con objetos de lo más strambólico que en algún momento habían estado (presuntamente) en contacto con Jesucristo, la Virgen, los apóstoles, otros santos o el copón bendito (literal en este caso). Paños, ropas, instrumentos de martirio, incluso arena del Coliseo (donde supuestamente habrían dado su vida muchos mártires). Había cabezas de San Juan Bautista por media Europa, fragmentos de la Santa Cruz con las que se podría construir un puente hasta Mallorca, y brazos incorruptos como para montar varias esculturas de rotonda.


Llevo reliquias cosa fina

Alrededor de las reliquias se creó un auténtico mercado en ocasiones muy negro, llegando incluso algunos papas a imponer restricciones a este estraperlo de restos humanos. Uno de los vendedores de reliquias más famosos fue un diácono romano llamado Deusdona, que dirigía una honesta empresa familiar especializada en el contrabando de estos enseres. Estos trapicheros de lo sacro utilizaban como filón las catacumbas romanas para extraer de ahí su materia prima. Pero fueron los cruzados los que se llevaron el premio gordo gracias al saqueo de Constantinopla de 1204, de donde se llevaron un lote completo de cruz, lanza, clavos, túnica y corona de Cristo por el fantástico precio de nada.






Lo más buscado en el Wallapop de las reliquias

Eso sí, existía un auténtico ránking de reliquias en función de su valor, no te vayas a pensar que era todo lo mismo. Las más apreciadas eran las relacionadas con la vida de Cristo, las reliquias de los apóstoles y los restos de los santos más venerados. Los cuerpos de muñecos enteros, las cabezas, los brazos, las tibias y los órganos vitales evidentemente tenían más valor que otros restos humanos, y además cuanto más antigua fuera la mojama pues mejor. Los lugares con menos santos y con menos poder económico o político se tenían que conformar con las migajas y contaban con objetos de menor relevancia, acorde a su categoría de segunda división. Hablamos de huesos, dientes, pieles, astillas y demás retales que servían para consagrar altares y crear relicarios.




Los clérigos los compraban, incentivados por decretos conciliares en los que se instaba a poseer reliquias de la misma manera que el Estado anima a comprar Letras del Tesoro. El Plan E de las reliquias. Y para terminar tenemos las reliquias de tercera clase, último escalafón dedicado a la morralla de peor calidad y veracidad, principalmente por encontrarse fragmentadas, como espinas de la corona de Cristo o cualquier ínfimo trozo de santo o astilla reducido al tamaño de una Juanola. Tengamos en cuenta que si sumamos todos los fragmentos de cruz que dicen ser del vero lignum crucis podríamos empezar a considerar que el Cristo de Corcovado de Río realmente esté a escala 1:1 o que nos hallemos ante uno de los grandes inventos de la historia en pos del dinerito y el prestigio local.


Molde de un huevo puesto (presuntamente) por el Espíritu Santo. Se conserva en Maguncia.



Si no hay milagro, se tira

Pero bueno, que la inmensa mayoría fuesen o sean falsas no quita para que se fuera mínimamente selectivo con ellas: si no obraban un milagro se consideraba que eran falsas (toma proceso de selección). Además, debían ser aceptadas como tales por la Iglesia pues, de lo contrario, venerarlas se castigaba con el Purgatorio y te salía el tiro por el ábside. Sin embargo, había reliquias improbables o directamente descartadas porque no todo vale y no todo cuela, como por ejemplo la leche de la Virgen, el cordón umbilical de la misma María, una pluma del Espíritu Santo, las monedas por las que se vendió Judas, plumas del Arcángel San Gabriel, un suspiro de San José conservado dentro de una botella, un estornudo del Espíritu Santo, los pechos de Santa Águeda, más de 60 dedos de San Juan Bautista, tres cordones umbilicales del Niño Jesús y raspas de los peces multiplicados del famoso milagro.




La más deseada

Pero posiblemente la reliquia más tróspida sea el prepucio de Jesús (según el rito judío, Jesús habría sido descapotado como Yahvé manda). Como ocurre con otras reliquias, hay muchos prepucios, y cada poseedor reivindica su autenticidad como por ejemplo la abadía de Charroux, la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, la catedral de Le Puy-en-Velay o la de Santiago de Compostela, entre otras… ¡Cuánto tuvo que haberse estirado el divino pellejo para que todas fueran ciertas!





Bibliografía:

LE GOFF, J.: El Dios de la Edad Media.

DEUFFIC. J.: Reliques et sainteté dans l’espace médiéval

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