domingo, 12 de agosto de 2018

Cuando Franco quiso arreglar un enchufe y unos platillos volantes le dejaron a oscuras


Cuando Franco quiso arreglar un enchufe y unos platillos volantes le dejaron a oscuras

12 AGO 2018


Jaime Noguera



El sábado 18 de diciembre de 1971 Francisco Franco pasaba unos días de descanso con su familia en el castillo de Mudela, en Viso del Marques (Ciudad Real), cuando cuatro objetos voladores no identificados se pararon sobre esta residencia palaciega. El caudillo, por raro que parezca, se disponía a realizar un chapú, una aparentemente sencilla reparación eléctrica, arreglar un enchufe, pero unos extraterrestres (quizás eran rojos, es decir, de Marte) le sabotearon, dejándole a oscuras.



La abracadabrante historia que os contamos a continuación aparece recogida en el libro Franco Top Secret (Ed. Temas de Hoy), de José Lesta y Miguel Pedrero y según este volumen, el (casi) encuentro en la tercera fase de Franco vino a suceder así:

Franco, acompañado de su esposa Carmen Polo y su yernísimo, el Marqués de Villaverde, además de otros invitados, pasaba unos días de relax y matanza de animales en la confluencia de La Mancha con Andalucía. Como era mandando, protegían al dictador, su familia y amigos miembros de la VI Compañía de la Guardia Civil, que vigilaban el castillo de Mudela, residencia provisional de los Franco, estacionados en cuatro puntos diferentes. Por si los atentados, se había establecido un segundo cinturón de protección, con otros miembros del instituto armado español, estos distribuidos en cinco zonas. Vamos, que el Vigía de Occidente tenía a media Benemérita protegiéndole las espaldas.



Bienvenido, Mr. OVNI

El sábado 18 de diciembre de 1971, la concurrida cena se convirtió en tertulia y duró hasta las once de la noche. A esa hora, Isidro Pradas Toledo, guardés de la finca, salió del palacete para dirigirse a su casa, situada a unos cien metros del edificio. Entonces (según le conto al inefable J. J Benítez) apreció algo extraño en el cielo.


“…de pronto, cuando caminaba hacia mi casa, vi aquello. […] Eran cuatro luces.Pasaron por mi vertical. Marchaban despacio y no a demasiada altura. […] Eran silenciosas, volaban en una formación perfecta. Dos en cabeza y otras dos atrás. La separación entre ellas no era muy grande. […] Brillaban intensamente, con un color blanco importante. […] Me quede mirando embobado. Y pasaron despacio, sin prisas. Llevaban dirección Almagro, y las vi caer por la finca que llamamos Casa Lato. […] Y desaparecieron. A los quince minutos, más o menos, bastante confuso retorne al castillo. Y recuerdo que se lo comente al conductor del Caudillo y también a don Federico Pajares, el ingeniero. Estaban jugando a las cartas, pero al parecer, nadie había visto nada. […] Entonces sucedió algo raro. […] Franco había solicitado un electricista. La lampara del techo del dormitorio acababa de fundirse, y provisto de mis herramientas subí hasta las habitaciones del general. Doña Carmen estaba en la cama, leyendo. Franco me pidió un destornillador e intentó soltar los tornillos del enchufe. No fue posible. Le dije que me dejara intentarlo. Tampoco pude. Y se fue la luz. A decir verdad, nunca entendí aquel apagón. Total, que el Caudillo paso su brazo por mi hombro y comento: ‘¡Que artistas somos!’”



Hubo otro testigo

J. J Benítez, al parecer, se encontró a otro testigo del avistamiento, un capitán de la Guardia Civil que se encontraba prestando servicios de protección al Caudillo en el interior del palacete.


“Nada más pisar el recinto que rodea el palacete, el cabo me salió al encuentro y dijo: Sin novedad, mi capitán, salvo que tenemos compañía. Y señaló con la cara hacía el cielo. Al seguir la dirección indicada vi las luces. […] Eran cuatro y aparecían inmóviles sobre nuestra vertical. […] Dos presentaban un mayor tamaño. Eran blancas y muy brillantes. […] Los guardias, según me explicaron, las habían visto llegar poco antes, y allí permanecían, silenciosas. […] Encendimos un cigarrillo y comentamos el asunto, sin dejar de mirar. […] Y en eso estábamos cuando, súbitamente, dos de las luces se hicieron más grandes, por lo que interpretamos que habían descendido…”



Cuatro posibles explicaciones (o algo) sobre el suceso:

1. Según algunas webs magufas se ha especulado con la posibilidad de que se tratara del vuelo experimental de algún tipo de avión militar secretoperteneciente a alguna de las dos superpotencias del año 1971: la URSS o los Estados Unidos. Pero claro, ¿qué hacían sobre el palacete de Franco? ¿Intentaban realizar escuchas para medir la actividad sexual del Caudillo? ¿Qué avión militar secreto norteamericano o ruso podía en los años 70 volar desde los EEUU a Ciudad Real y fundirle los plomos a Franco antes de volver a casa? ¿Valía la pena gastarse una pasta en combustible de aviación para sumir temporalmente en la oscuridad al entonces jefe del estado? ¿Era un primer aviso, un “paga lo que debes”?

2. Otras webs magufas, como no podía ser de otra forma, apuestan por los extraterrestres. Señores de otras galaxias, probablemente llegados desde Raticulín, con grandes recursos económicos y tecnológicos que invertir para estudiar la mente preclara de Francisco Franco. Quizás, tras dormir a todos los instalados en Viso del Marques, transportaron al dictador con un rayo teleportador a su nave para hacerle todo tipo pruebas, incluido un tracto rectal. Y luego se volvieron a su planeta con con un cargamento de buenas berenjenas de Almagro. ¿Serían habitantes de las profundidades lago marciano recién descubierto? ¿Qué hacían unas cigalas de Marte espiando al dictador?

3. La tercera posibilidad es que, entre el cansancio de la larga jornada y el vinorro consumido en la cena, el guardés y el civil confundiesen una farola, unos aviones en formación, unas estrellas fugaces o las luces de un coche con, naves extraterrestres o con el mismísimo Espinete.

4. La cuarta, quizás la más obvia, es que algún periodista interesado crematísticamente en el tema OVNI se lo inventase todo.



Con información de Franco Top Secret (Ed. Temas de Hoy), de José Lesta y Miguel Pedrero

Jaime Noguera busca rollo con marcianas y es autor de la novela alienígena España: Guerra Zombi

domingo, 5 de agosto de 2018

La «Niña del Milagro»


La «Niña del Milagro»

El prodigio de su curación, aprobado por Benedicto XVI, sirvió para la beatificación de Madre María de la Purísima

Carlos Ros


Ana María Rodríguez Casado, natural de La Palma del Condado, con 18 años cumplidos el pasado 13 de marzo, conocida como la «Niña del Milagro» por el que fue beatificada la Madre María de la Purísima, acaba de ingresar en las Hermanas de la Cruz.

Al nacer tuvo una malformación de corazón compleja que exigió intervención quirúrgica para ponerle una fístula de 4 mm. Durante el postoperatorio, tuvo varias complicaciones porque la fístula no funcionaba bien. A los 13 meses, 16 de abril de 2001, le realizaron una nueva intervención quirúrgica que consistió -copio del informe médico- «el cierre de CIV y tubo valvulado de VI (pulmonar) a arteria pulmonar». Dos meses después, 11 de mayo de 2001, le colocaron un marcapasos definitivo.

Ya en casa, su madre tenía que llevarla a control todos los meses para corazón y marcapasos y después cada seis meses. Aunque se resfriaba con frecuencia y a veces con bronquitis, la niña parecía crecer con normalidad. Pero el 24 de enero de 2004 -Ana María aún no había cumplido los cuatro años- le dijo a su madre esa noche:




-Mamá, me encuentro muy mal, muy mareada.

Y cayó hacia atrás, sin conocimiento, y sus ojos se pusieron en blanco y se cerraron.

-Me di cuenta de que no respiraba- cuenta su madre.

La llevó al ambulatorio del pueblo…

-Mi hija llegó completamente morada. Creo que intentaron reanimarla, pero la niña no volvía en sí. El médico me dijo que aún tenía vida, que estaba muy grave y había que trasladarla al Hospital Virgen del Rocío de Sevilla… 51 kilómetros que se hicieron eternos.

Tras una exploración, le dijeron que la niña había sufrido un paro respiratorio debido a que el marcapaso no funcionaba. Intervenida de nuevo, le hicieron un cateterismo para ponerle un marcapaso provisional, hasta que la niña mejorara y entonces verían si le podían poner el suyo. Al día siguiente, 26 de enero, le pusieron el marcapasos definitivo.

La madre preguntó al neurólogo:

-¿Mi hija volverá a ser como antes?

-Secuelas le van a quedar -contestó el médico-, pero aún es pronto para diagnosticar, vamos a esperar a la próxima semana.

El 10 de febrero, antes del alta, le hicieron pruebas de audición y visión.

La madre pregunta al médico:

-Si mi hija ve y oye, ¿cómo es que no sabe que yo soy su madre?

El médico le contesta:

-No te conoce porque, aunque ve, no sabe lo que está viendo.

Así, en estas condiciones, en brazos de su madre, la pequeña Ana María volvió a su casa. La madre se quejaba:

-Mi hija lloraba sin parar y no podía consolarla porque no me conocía, me ignoraba por completo.

A los dos días, una pareja de Hermanas de la Cruz llega a su puerta. La madre les cuenta su desconsuelo y ellas le dieron una estampa de Madre María de la Purísima, para que se encomendara a ella, pues quería mucho a los niños pobres y enfermos, y estaba haciendo muchos favores. La madre tomó la estampa y en un arrebato de nerviosismo se la pasaba a la niña por sus ojos diciendo:

-Tú eres la que tienes que curar a mi hija, si es verdad que eres Santa.

Pasaron solamente unos minutos, ya las Hermanas de la Cruz se habían marchado, cuando de repente, oyó la madre que la niña decía:

-¡Mamá Paloma!

La madre se volvió hacia su hija sin dar crédito, y empezó a gritar:

-¡Ana María, hija!

La abuela creyó que su hija se había vuelto loca. Pero la madre comenzó a preguntar a la niña:

-¿Quién es esta?

-Abuela Dolores.

-¿Y esta?

-La tita Marita.

La niña dijo a su madre:

-Mamá, ponme de pie que quiero andar.

La bajó del carrito y comenzó a andar ante el asombro de todos. Abrazándose a su hija, mamá Paloma decía:

-Yo solo le había pedido que mi hija me conociera y ella me ha dado mucho más, no sólo ve, sino que anda y habla.

El padre, al volver del trabajo, se llevó la impresión de su vida y besaba la estampa de María de la Purísima con lágrimas en los ojos.



Este milagro, aprobado por Roma, sirvió para la beatificación de Madre María de la Purísima. El 27 de marzo de 2010, el Papa Benedicto XVI promulgó el decreto de aprobación del milagro. La celebración tuvo lugar el 18 de septiembre de 2010 en el Estadio Olímpico de la Cartuja de Sevilla. Y en esta ceremonia de beatificación, hizo su primera comunión la «Niña del Milagro», que ahora ha entrado de postulante, a sus 18 años, para ser Hermana de la Cruz.