jueves, 28 de abril de 2016



Lázaro Colloredo y Joannes Baptista Colloredo (1617 - después de 1646) eran gemelos unidos italianos que recorrieron en la Europa del siglo 17. Nacieron en Génova, Italia.

La parte superior del cuerpo de Joannes Baptista (el nombre de San Juan Bautista) y su pierna izquierda le sacó de su hermano móvil. No habló y mantuvo los ojos cerrados y la boca abierta todo el tiempo. De acuerdo con una cuenta más tarde por Copenhague anatomista Thomas Bartholinus, si alguien empujó el pecho de Joannes Baptista, movía sus manos, las orejas y los labios.

Para ganarse la vida, Lázaro realizó una gira por Europa y visitó al menos Basilea, Suiza y Copenhague, Dinamarca antes de su llegada a Escocia en 1642 y más tarde visitó la corte de Carlos I de Inglaterra.

También visitaron Gdansk, Turquía y Dinamarca, y una gira por Alemania e Italia en 1646. [1]

relatos de la época describen a Lázaro cortés y guapo sino por su hermano que acaba colgando delante de él. Cuando Lázaro no estaba exhibiendo a sí mismo, él cubrió su hermano con su capa para evitar la atención innecesaria.

Cuentas posteriores afirman que Lázaro casado y padre de varios hijos, ninguno con su condición. Su retrato grabado lo presenta en un traje de un cortesano de la época de la Casa de Stuart.

fecha exacta de los hermanos de la muerte es desconocida.







chica con las extremidades vueltas


muchacha sin extremidades


hombre de madras con gemelo parásito del circo ringling bros


maternidad


La aracnodactilia


La aracnodactilia (dedos de araña) es una anomalía orgánica por la cual los dedos de las manos y pies son anormalmente largos y delgados, asemejándose a las patas de una araña. Esta alteración se puede presentar desde el nacimiento o desarrollarse posteriormente.
También se han presentado casos en los que todos o algunos dedos pueden estar doblados hacia atrás 180 grados.

Etiologí

Esta dolencia puede ocurrir de manera aislada, sin estar relacionada con ningún tipo de problema de salud. Sin embargo, la aracnodactilia puede ser la señal de enfermedades subyacentes como el síndrome de Marfan, el síndrome de Ehlers-Danlos o la homocistinuria.
La aracnodactilia ha sido vinculado con mutaciones en los genes fibrilina-1 y fibrilina-2 que codifican para la síntesis de la fibrilina. Puede haber otras causas para la aracnodactilia, además de las mencionadas. La posibilidad de incidencia de las mismas no está determinada por el orden en que éstas se presentan. Entre las causas de esta alteración hay enfermedades y medicamentos poco comunes. Además, las causas pueden variar según la edad y el sexo de la persona y las características específicas de la afectación, tales como calidad, duración y enfermedades asociadas.







gemelo inconcluso 


martes, 26 de abril de 2016

parásito inseparable

 parásito inseparable


«El año en que Francisco I de Francia hizo las paces con Suiza  se señaló por un monstruo nacido en Alemania.»



Así abría el gran cirujano francés Ambrosio Paré su descripción de un fenómeno humano que él pudo examinar y representó en un dibujo célebre.
El año en cuestión era 1516. La derrota de Marignano (1514) llevó a los ya no invencibles suizos a entrar en razón con Francia, y dos años después, el 20 de noviembre, las dos naciones firmaban una ‘paz perpetua’. Paré no da la fecha, sencillamente porque el dato cronológico le importa menos que la coincidencia de aquel nacimiento anómalo con un hecho histórico.
En efecto, los monstruos y prodigios, tanto terrestres como celestes (cometas, eclipses, conjunciones múltiples etc.) se tenían desde siempre como avisos de eventos buenos o malos, según la calidad del fenómenos. Lo difícil era interpretarlos.
¿Por qué se me ocurre hablar de esto?
He aprovechado la resaca de la ‘Diada monstruo’  para revisitar un museo de monstruosidades, que si ya no dan miedo siempre hacen pensar.
En mi vida académica, al explicar la Embriología comparada no podía faltar un excursus al mundo de la Teratología, la ciencia de las malformaciones mayores, que llamamos monstruos. Uno de los objetivos era familiarizar al estudiante con esos fenómenos vistos como lo que son ante todo: nada de horrores, sólo errores de programa. Nada pueden decirnos del presente o el futuro; nada que no tenga que ver con ellos mismos y los accidentes que los produjeron.
Ya de entrada, el término monstruo tiene poco de científico. En latín monstrum se relaciona con monstrare, mostrar: lo que la gente señala con el dedo. Pero este verbo  nos lleva a monere, avisar. Si del latín vamos al griego, Teratología viene de téras, cosa rara, que ya en Hesíodo y Homero significaba señal o presagio preocupante: monstruo.
Para el embriólogo, que estudia la formación del organismo vivo, ¿qué es un monstruo? Aristóteles dejó una definición clásica (Generación animal, 4, 4):


«El monstruo es algo para-físico, al margen de la naturaleza; pero no absolutamente de toda ella, en lo que tiene de norma fija, sino algo que se da en cosas que normalmente son así, pero susceptibles de ser asá».
Al Estagirita no le dicen nada las historias fantásticas, los diablos íncubos ni súcubos, etc. O son seres naturales, o no son, sin más. Lo que sí cabe tener en cuenta es el grado de rareza. Y aquí entran los rarísimos monstruos humanos viables, como el que describió Paré. Otro más raro todavía y mucho mejor documentado fueron los Colloredo.


Los hermanos Colloredo
En la primera mitad del siglo XVII anduvo exhibiéndose por Europa un individuo de buena presencia, inteligente y elegante; un tal Lázaro Colloredo, de ilustre apellido genovés, que se dejaba tratar de conde. De  ordinario usaba capa, cubriendo con ella un gran bulto delante del pecho, nada de llamar la atención.
Actuando ante su público, tras los preámbulos de rigor, el Lázaro anunciaba que iba a presentar a su hermano gemelo, Juan Bautista. Retiraba el ala de la capa, y el hermano aparecía, éste sí que monstruoso. Pero cedamos la palabra a otro científico ilustre, el médico Tomás Bartholin, que examinó un par de veces a los Colloredo, en Copenhague y luego en Basilea, cuando ellos tenía 28 años, trazando el correspondiente dibujo.


«Lázaro llevaba a su hermano más pequeño pegado por el esternón, concretamente por el hueso xifoides, si no me equivoco. Éste, bautizado como Juan Bautista, tenía una sola pierna colgante y dos brazos con tres dedos en cada mano. Sus genitales eran vestigiales. Movía las manos, orejas (sic) y labios, y tenía pulso en el pecho.
No comía ni defecaba, pero emitía secreción por boca, nariz y oídos. Sin duda tenía sus partes animales y vitales diferenciadas,  pues dormía, sudaba, se movía, independientemente del ritmo de vigilia y sueño del mayor. Tenía los ojos casi cerrados. Respiración tenue, que apenas movía una pluma; y al tacto parecía más bien frío. De la boca entreabierta asomaban los dientes y fluía babeo casi continuo.  

Su desarrollo fue sobre todo a cuenta de la cabeza, que la tuvo enorme, mayor que la de Lázaro, aunque deforme, cubierta de pelo rubio, que en posición normal colgaba en desorden. Tenían en común el hígado, bazo etc. Los dos desarrollaron barba, la de Lázaro bien cuidada…»

El cronovisor del Vaticano, ¿una realidad silenciada?

Marcello Pellegrino Ernetti con PIO XII

El cronovisor del Vaticano, ¿una realidad silenciada?
Desde que H. G. Wells escribiera su novela La Máquina del Tiempo, muchas personas se han mostrado fascinadas con la idea de poder viajar en el tiempo. Incluso la Física Teórica sueña con la posibilidad de hacer realidad algún día esta ficción.
Hoy por hoy, todo lo que se ha conseguido sobre esta materia no es más que pura  ciencia-ficción, o al menos eso parece, porque el 2 de mayo de 1972 se pudo leer sobre algo sorprendente; el semanario italiano Domenica del Corriere amanecía con un titular que sorprendía a sus lectores: «Inventada la máquina que fotografía el pasado».

Era la primera información pública sobre un tema que activaría la polémica y entre contradicciones y acusaciones de fraude, acabaría erigiéndose en un enigma que perdura hasta nuestros días. ¿Qué había de verdad en esa presunta tecnología que permitía ver y escuchar en directo a través del tiempo?
La noticia era increíble. En el semanario se afirmaba que un equipo de doce físicos, encabezados por un monje, había creado un artefacto capaz de fotografiar el pasado y que incluso había registrado episodios de la vida de Cristo.

Y demostraba tan inaudito anuncio con una imagen del rostro sufriente de Jesús en la Crucifixión.
Los fundamentos de este descubrimiento se basaban en el conocido principio de la física clásica, según el cual «la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma». El inventor del aparato, Marcello Pellegrino Ernetti, un benedictino, aseguraba haber construido su máquina basándose en el concepto de que las ondas sonoras y visuales son energía y, por tanto, están sometidas a las mismas leyes físicas que la materia. Igual que desde las partículas más ínfimas se puede recomponer un elemento en su forma primitiva, el artefacto sería capaz de acceder a las ondas luminosas y sonoras del pasado, reorganizándolas en las mismas imágenes y sonidos que las integraron en su origen.
Desde entonces, son muchas las personas que afirman que se trató de un auténtico fraude, pero otras –no obstante– defendieron la veracidad del proyecto. ¿Se trató en realidad de un fraude o existió verdaderamente el cronovisor?

Marcello Pellegrino Ernetti

Marcello Pellegrino Ernetti (Rocca Santo Stefano, 1925 - Venecia, 1994) fue un sacerdote benedictino. Con dieciséis años ingresó en la abadía veneciana de San Giorgio Maggiore, a la que siguió vinculado hasta su muerte, en 1994, y donde trabajó como exorcista y como capellán de la cárcel del Suspiro.
El también sacerdote P. Gabriele Amorth lo menciona en su ensayoAn Exorcist Tells his Story (Un exorcista cuenta su historia).

Durante sus 69 años de vida, Ernetti destacó por un sinfín de aptitudes. Fue licenciado en teología, lenguas orientales, filosofía y letras, física cuántica, diplomado en piano y escritor prolífico. Sin embargo, los mayores reconocimientos los obtuvo por su labor docente sobre la música prepolifónica, anterior al siglo XI, hasta el punto de que obtuvo la única cátedra que había sobre esta materia.
Su amor por la música le llevó a Milán para estudiar Oscilografía Electrónica, una rama de la física que se ocupa de la vibración de las voces, con el Padre Agostino Gemefli.
En los años cincuenta Ernetti afirmó haber creado junto con otros científicos, entre los que incluía a Enrico Fermi y Wernher von Braun, un "cronovisor", una máquina que permitía captar imágenes y sonidos del pasado.
El Padre Ernetti afirmaba haber podido contemplar eventos tan lejanos como la fundación de Roma en el 753 a. C. o la destrucción de Sodoma y Gomorra; gracias al uso del aparato dijo poder recomponer el texto original de las Tablas de la Ley de Moisés, así como elThyestes de Quinto Ennio. También afirmó haber captado una imagen de Jesucristo durante su calvario en la cruz. Supuestamente el Vaticano, y el Papa Pío XII en persona, estaban al corriente de las investigaciones del sacerdote, pero a la muerte de éste en 1994 el supuesto aparato seguía siendo un misterio.

                                       

Un libro titulado Father Ernetti's Chronovisor: The Creation and Disappearance of the World's First Time Machine ("El Cronovisor del Padre Ernetti: la creación y desaparición de la primera máquina del tiempo del mundo"), de Peter Krassa, explora estas afirmaciones y su autenticidad. La versión estadounidense del libro incluye la supuesta "confesión" de un familiar de Ernetti, que prefiere permanecer en el anonimato, según la cual el propio Padre Ernetti reveló la verdad sobre el cronovisor en su lecho de muerte.

De todo ello, hablaré seguidamente.

Ernetti conoce al padre Brune

En su pequeño habitáculo monástico el padre Marcello Pellegrino Ernetti conoció al padre François Charles Antoine Brune una tarde de principios de la década de 1960. Los dos hombres coincidieron por primera vez durante un viaje en ferry a través del Gran Canal de Venecia. Durante su breve conversación, el padre Ernetti dijo algo que quedaría grabado en la mente del padre Brune.

Los dos, que eran expertos en lenguas antiguas, estaban hablando de la interpretación bíblica, cuando el padre Ernetti comentó que existía una máquina que podía responder a todas sus preguntas.
El padre Brune estaba realmente confundido sobre como una máquina podría hacer una cosa así. Cuando le preguntó sobre ella, el padre Ernetti describió un dispositivo al cual llamó “cronovisor”. Este era parecido a un televisor que podía sintonizar el pasado para permitir al espectador “ver y escuchar” los eventos que habían ocurrido a lo largo de la Historia.
Ernetti dijo a Brune que la máquina funcionaba mediante la detección de todas las imágenes y sonidos que la humanidad había hecho y que se encontraban “flotando” en el espacio. El padre Brune quería saber si el padre Ernetti y sus colaboradores habían sido capaces de ver la crucifixión de Cristo. Ernetti respondió: “Vimos toda la agonía, la traición de Judas, el juicio. El Calvario…”



El 17 de septiembre de 1952, mientras analizaba junto al padre Agostino Gemefli la armonía de la musicalidad gregoriana, descubrieron con sorpresa que en el magnetófono se había registrado una nítida voz que Gemefli identificó como la de su difunto padre. Era la primera psicofonía de la historia. Gemefli, fatigado por las largas sesiones de trabajo, había pronunciado de forma mecánica y desesperada una frase invocando la ayuda de su progenitor. No daba crédito a sus oídos cuando, al reproducir la cinta magnética, escuchó: «Yo te ayudo. Siempre estoy contigo». Gemefli insistió en repetir el experimento. No había duda. Era la voz de su padre.
Preocupados por las reticencias católicas sobre el contacto con los muertos, los clérigos solicitaron audiencia con Pío XII, quien les tranquilizó asegurándoles que «la existencia de esta voz es un hecho científico que no tiene relación con el espiritismo. Lo que pasa es que se han registrado ondas sonoras procedentes de alguna parte. Este experimento quizá llegue a convertirse en la piedra angular de un gran hallazgo científico que pueda fortalecer la fe de la gente a partir de ahora». No obstante, el pontífice decidió mantener el descubrimiento en absoluto secreto.
En 1958, Giovanni Battista Montini, más tarde conocido como Pablo VI, conoció a Friedrich Jürgenson, un productor de cine sueco que le confesó haber comenzado a realizar sus primeros avances en el campo de la grabación de voces del más allá, y no se sorprendió, pues conocía las investigaciones que se habían hecho sobre este fenómeno en la Universidad Católica de Milán. Cuando Montini sucedió a Juan XXIII, en 1963, nombró a Jürgenson documentalista del Vaticano. Éste escribió a su colega británico Peter Brander: «He encontrado en el Vaticano oídos que simpatizan con el fenómeno de las voces. Hoy el puente está firme sobre sus cimientos».
Aunque Jürgenson era un ateo convencido, probablemente fue esta condición la que le convirtió en el hombre que necesitaba la Iglesia para presentar el descubrimiento a la comunidad científica. De esta manera el clero encubría los atípicos trabajos que se habían efectuado en Milán, pero el control de los experimentos continuaba bajo su dominio y Jürgenson pasaba a la historia como el descubridor de las psicofonías.
Pero el Padre Ernetti había sacado sus propias conclusiones: «La energía espiritual de las ánimas puede transformarse en ondas de radio. Ocurre por una especie de ósmosis, como una compenetración de los campos electromagnéticos psicoespirituales». Llamó al fenómeno «pneumafonía» y aseguró que, con ayuda de la ciencia, se podría lograr lo que los pitagóricos y aristotélicos ya habían intuido: que mediante la disgregación de los sonidos era posible la reconstrucción de las imágenes. Y parece que desarrolló la técnica capaz de conseguirlo: «Cada ser humano deja tras de sí una doble estela: una sonora y otra visual, una especie de carta de identidad distinta para cada individuo. En base a esto nos encontramos hoy en condiciones de volver a ver y escuchar a los personajes más grandes de la historia, reconstruyendo su rastro energético de luz y sonido».
Según Ernetti, el siguiente paso hacia la construcción de fantástico ingenio se produjo en 1957, cuando contactó con el profesor De Matos, un portugués que había analizado la dispersión del sonido. En 1963, el ministerio de Instrucción Pública le otorgó a Ernetti la cátedra de prepolifonía, lo que le dio la ocasión de convocar a expertos de todo el mundo para discutir sobre las diversas ramas de la materia. «Con ellos comencé a elaborar el sistema que me condujo a este sensacional descubrimiento», señaló.
La identidad de esos científicos es un misterio que tal vez Francois Brune pueda ayudamos a esclarecer. Este teólogo, docente e investigador de la comunicación con los muertos, en compañía del biólogo y parapsicólogo francés Rámy Chauvin, publicó en 1998 En directo desde el Más Allá, un compendio sobre el fenómeno de la obtención de voces e imágenes paranormales mediante soportes electrónicos (AÑO/CERO, 91).
En esta obra el autor narra su experiencia con Ernetti, quien –según Brune– le aseguró que había reunido a un grupo de físicos, entre los que se encontraban Enrico Fermi (uno de los diseñadores de la primera bomba atómica) y Wernher von Braun,  con cuya ayuda habría descubierto una máquina que era capaz de fotografiar el pasado.

                                         

Este sensacional hallazgo tiene un nombre: cronovisor (del griego chronos, «tiempo»). En realidad, Ernetti se inspiró en otro religioso, Luigi Borello, quien había compaginado su labor pastoral con la física, intentando desarrollar una técnica que permitiría ver y oír aquello que ha quedado memorizado en las partículas de la materia inanimada. Su teoría es diferente a la de Ernetti: «No sólo los animales tienen una memoria. El rastro de una señal luminosa o de un sonido quedaría también impreso en la materia inanimada. Una piedra recuerda, pero no tiene manera de comunicarlos. Sin embargo, las conclusiones de ambos clérigos, son idénticas: «Cada vez que los sonidos o imágenes afectan a la materia, que se transforma en parte en energía estática, pueden ser de nuevo recreados como una forma de energía aún desconocidas.
Cuando se hicieron públicos los trabajos de Ernetti, Borello se reunió con él en Roma y declaró en una entrevista a la revista AÑO/CERO: «En seguida pude comprobar que no había nada de preciso ni de cierto en todo aquello». Borello se convirtió en su principal crítico, porque Ernetti nunca mostró su máquina ni desveló su funcionamiento, ofreciendo como única descripción que su estructura estaba constituida por tres partes: una multitud de antenas que captaban todas las longitudes de onda imaginables, un selector que trabajaba a la velocidad de la luz, regulable gracias a unos circuitos que apuntaban hacia el lugar y persona elegidos, y un equipo para visionar y registrar las imágenes y los sonidos.

Ernetti cae en desgracia

Tres meses después de la publicación de la noticia en Domenica del Corriere, Ernetti quedó desacreditado cuando se descubrió que una imagen del rostro de Jesús que, según él, demostraba la viabilidad de su «cronovisor», no era más que la imagen invertida de un crucifijo venerado en el santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza, en Perugia.

Otro fiasco fue cuando presentó como prueba el texto de la obraThyestes.
Thyestes fue escrito por Quinto Ennio, (239 a.C. Compuso una veintena de tragedias inspiradas en Eurípides. El conjunto de su obra tuvo una gran importancia en la consolidación de la poesía nacional romana e influyó notablemente sobre poetas como Lucrecio y Virgilio. Se considera habitualmente a Ennio como el primer gran poeta épico romano por sus Annales donde recoge en 18 libros de hexámetros la historia de Roma hasta su época; de esta magna obra sólo restan fragmentos. El papel de Ennio fue fundamental para sustituir el anticuado y nacional verso saturnio por el hexámetro dactílico de origen griego en el cultivo de los temas narrativos o épicos: él fue el primero que lo utilizó en Roma.
Su última obra Thyestes se produjo poco antes de su muerte, 169 a.C.) Investigadores se han preguntado acerca de esta obra desde hace siglos. En algún momento a finales de los años 60 un profesor llamado Giuseppe Marasca se interesó por las historias que leía sobre el padre Ernetti y su peculiar máquina del tiempo. Marasca contactó con él y, finalmente, se hicieron amigos. Ernetti prometió mostrar a Marasca su máquina, pero nunca lo hizo. Lo que si le enseñó al profesor era un manuscrito de lo que parecía la obra completaThyestes, que él había copiado supuestamente mientras utilizaba el cronovisor.
El manuscrito parecía demasiado corto, sólo 120 líneas, para ser la obra completa. La mayoría de las obras de este tipo habrían sido diez veces más largas. La Dra. Katherine Owen Eldred, de la Universidad de Princeton, una experta en la obra de teatro sospechó que no era auténtica. Según explicó, muchas de las palabras que se usaron en este manuscrito no habían sido publicadas en lengua latina hasta más de dos siglos después de que la obra fuera representada por primera vez. El tipo de palabras y la forma en que se repiten también sugirieron que la persona que creó el manuscrito tenía habilidades limitadas del latín. Como Ennio, el dramaturgo, estaba usando su lengua nativa, y esto parecía muy extraño, hizo dudar sobre si el verdadero autor fue el mismo padre Ernetti.
Ernetti no volvió a comparecer durante años ante los medios de comunicación. Lo más obvio era pensar que estaba avergonzado; sin embargo, no todo resulta tan claro en esta historia…
Cuesta creer que un hombre de su elevada talla intelectual y moral se involucrara en un fraude tan burdo. A nadie le extrañaría que, de existir el ingenio capaz de recuperar el pasado, hubiera sido interceptado y vetada su difusión por las autoridades civiles o religiosas, temerosas de las consecuencias derivadas de su uso, ya que con él se podrían conocer los secretos de grandes personajes y se resolverían muchas incógnitas históricas. Como afirmaron algunos, sería posible, por ejemplo, contemplar los milagros de Jesús. Pero, ¿y si se descubriera que tales prodigios no sucedieron tal como nos han contado sino que fueron inventados por sus discípulos? Entonces se produciría una crisis religiosa sin precedentes.
Ernetti declaró que la Iglesia le puso una mordaza que no le permitía hablar.
Otro hecho es que, además, en las manos equivocadas, podría crear la “dictadura más temible que el mundo haya visto”.
Desprestigiar su trabajo resultaba fácil para la jerarquía eclesiástica. Así se garantizaba la burla de la opinión pública y se aseguraba el dominio omnipotente del Vaticano sobre el invento. Pero aún hay más…
En 1965, el diario Il Giorno difundió que los servicios secretos del Vaticano, en colaboración con los del contraespionaje italiano, detuvieron a un ingeniero llamado Antonio Beretta, bajo la sospecha de que trabajaba para el KGB. Lo cierto es que el arrestado era un experto en la teoría de la Relatividad y que durante 8 años trabajó al servicio del Padre Ernetti. La única información que pudo haber vendido a los soviéticos habría sido la relacionada con las actividades desarrolladas en el laboratorio de Ernetti, en San Giorgio Maggiore.
Durante un congreso internacional, un funcionario del ministerio del Interior soviético, Sergei Antonov, confió a un delegado occidental que «los propios trabajos de nuestros físicos nos inducen a pensar que el equipo de San Giorgio ha debido realizar ya la grabación en magnetófono de la explosión de Sodoma y Gomorra, así como la inscripción de las Tablas de la Ley en el Sinaí». Y en un artículo publicado por el diario ruso Pravda, se leía: «Las investigaciones sobre la reconstrucción del pasado efectuadas en Italia bajo el control del Vaticano y del ministerio de Interior están mucho más avanzadas de lo que se ha pretendido. Es un trabajo fuertemente vigilado por los servicios secretos del Vaticano».
Ernetti, estando muy enfermo y sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, envió una carta a Luigi Borello, su principal crítico. La misiva es una especie de testamento donde afirmaba que «la existencia del artefacto es una sacrosanta verdad; que se hayan captado tantas cosas del pasado es también verdad; que entre estas cosas estuviera la imagen de Jesús es verdad; y que las autoridades supremas han prohibido el uso del ingenio, es otra verdad».
Comentar también que después de su muerte los medios de comunicación locales recibieron un documento de alguien que decía ser un pariente de Ernetti pero que deseaba permanecer en el anonimato. El documento hablaba de como éste antes de morir insistió en que el cronovisor existía. El padre Brune, amigo de Ernetti, también cree que el cronovisor existe, pero que Ernetti, debido a la presión de sus superiores en los últimos años de su vida, decidió no hablar de ello. En una entrevista en 2003, François Brune afirmó que unos meses antes de la muerte del padre Ernetti en 1994, le dijo que había participado en una reunión en el Vaticano con los científicos que trabajaron en el cronovisor y que este había sido desmantelado por el Vaticano.
«Nuestro Cristo fue captado en 1953 –dijo Ernetti– mientras que el de Collevalenza fue realizado 6 años más tarde». Podemos pensar que era la palabra de un moribundo, la confesión de un religioso a otro, sin embargo demostraremos incoherencias difícilmente refutables. La fundadora del Santuario de Collevalenza resultó ser una mística estigmatizada. La obra obedecía a sus visiones, lo cual podía confirmar la validez de la evidencia presentada por Ernetti. De no ser porque el crucifijo, en realidad, data de 1930. Por cierto, ¿cómo es posible que la instantánea de Jesús sea de 1953, si el propio monje declaró que fue en 1963 cuando reunió al equipo que iba a ayudarle a construir la máquina? Pero, ¿por qué la Iglesia y los servicios secretos italianos se involucraron en algo que no era más que un delirio? Aún más importante, ¿por qué, en 1988, el Vaticano emitió un decreto según el cual serían excomulgados todos aquellos que captaran o divulgaran con cualquier instrumento técnico acontecimientos pasados?
Borello dudó de Ernetti, pero aún sostiene que la materia recoge lo acaecido y es posible recuperarlo con la tecnología adecuada. Coordinó dos equipos que trabajaron en el desarrollo del cronovisor, uno en la facultad de ingeniería de Tor Vergata, en Roma, y otro en un laboratorio de Treviso. Usaron una sonda bidireccional conectada a complejos amplificadores con los que se estimula un bloque de materia del que emana una energía. Esta experimentación es muy precisa, pero aún no podemos preguntarle a un objeto qué ha visto o ha escuchado. No obstante -concluye- «no puedo ser más concreto. El trabajo que efectuamos en Roma y Treviso es top secret».

Descripción del cronovisor

El cronovisor sería una máquina para ver el tiempo, un mecanismo con el que se podría acceder al pasado en forma de imagen y sonido. El cronovisor “sintonizaría” con el tiempo a voluntad del experimentador y guardaría los resultados en los mismos soportes que los vídeos o las grabadoras de audio.
Algunos expertos han intentado explicar que esta máquina actuaba de forma similar a como lo hace un espejo. Nosotros no nos vemos reflejados en el mismo a tiempo real, el espejo refleja como era nuestra imagen sólo unas pocas millonésimas de segundo antes, debido al tiempo que tarda la luz en viajar desde nuestro rostro al espejo y viceversa.
Partiendo de este hecho, muchos se plantean el porqué no podría ser también factible construir un dispositivo que nos permitiera mirar a través de nuestro pasado.
Ernetti dio a conocer el cronovisor en 1972, mediante una entrevista que concedió al diario italiano Domenica del Corriere, en la cual afirmó haber participado en el proceso de esta singular máquina del tiempo.
El rumor se extendió por todo el mundo. Sin embargo el padre Ernetti con anterioridad ya había dado pequeños detalles en alguna publicaciones. En Julio de 1965 una revista religiosa de FranciaL`Heure d`Etre y en Enero de 1966, la publicación italiana Civiltá delle Macchine, recogieron la noticia, pero la poca importancia de esos dos medios hizo que la noticia no fuera tomada en cuenta hasta 1972.
El padre Ernetti nunca entró en detalles técnicos de la máquina, pero sí en los logros. Afirmó haber fotografiado las tablas de la ley, la destrucción de Sodoma y Gomorra, un discurso de Mussolini o la crucifixión de Cristo.
Pío XII pudo haber controlado este proyecto desde el principio, aunque lo calificó de secreto de Estado.
El proyecto fue cancelado y requisado por el Vaticano, pero no destruido, el cronovisor se encontraría a buen recaudo. Antes de morir Ernetti, que no confiaba en el Vaticano, envió una carta a Japón, país con el que tenía buena relación y contactos, y otra carta a Suiza. En esas cartas pueden estar los planos del cronovisor, ya que él prometió al Papa Pío XII que nunca haría públicos los detalles, a pesar de que varios años después seguía siendo entrevistado.

A continuación expongo la entrevista realizada en mayo de 1972 y publicada por el diario El Heraldo de Aragón, de España:

Pregunta (P) ¿Padre Ernetti, es cierto que ustedes han inventado la máquina que fotografía el pasado y han fotografiado imágenes de cuando Pío XII, Mussolini y el mismo Cristo estaban vivos?

Respuesta (R) Sí, es cierto, y hemos fotografiado otros muchos personajes históricos.

P. ¿Y cómo no se hace público este descubrimiento sensacional?

R. Porque ahora es un secreto particular del equipo de científicos que desde hace años está trabajando en este asunto. Hasta que no haya sido patentado ante el Estado no podemos hablar sobre cuál es la estructura del invento.

P. ¿Por qué?

R. Porque la cosa es tan importante que podría afectar a secretos de Estado, puede ser considerada secreto de Estado. Creo que en Italia no será aprobado: Tal vez haya que presentarlo en el extranjero, en Rusia, Estados Unidos o probablemente en Japón.

P.  ¿Y por qué en Italia no?

R. Esta máquina puede provocar una tragedia universal. Quita la libertad de palabra, de acción y de pensamiento. Se podrá saber por medio de la máquina lo que el vecino y el adversario piensa y las consecuencias serían dos: o la autodestrucción de la humanidad, o una cosa más difícil: el nacimiento de una nueva moral. Por eso estos aparatos no pueden quedar en manos de todo el mundo sino bajo el control de la autoridad.

21 años más tarde, en 1993, el periodista y escritor Javier Sierra le hizo una entrevista reveladora.
Pese a la reticencia del padre para no hablar más del tema debido a la promesa de guardar silencio que había hecho, ratificó las declaraciones dadas en la década de los setenta.

Padre Ernetti (E) Pero todo ha terminado. Yo ya hablé. El papa Pío XII nos prohibió que divulgáramos cualquier detalle sobre esta investigación, porque la máquina del pasado es muy peligrosa. Puede cortar la conciencia de libertad del hombre, ya que con este aparato se podrá conocer qué has estado haciendo esta mañana, dónde, cuándo, cómo...

Javier Sierra (S) ¿Sigue usted manteniendo, a pesar de los años, que todavía posee el texto original de las Tablas de la Ley?

E. Sí, lo tenemos. Pero no podemos desvelar nada. Lo siento.

S. ¿Y cuándo cree que podrá hablar, padre?

E. No lo sé. Ya sabe que hay muchas cosas que reciben el nombre de secretos de Estado...

S. ¿Del Vaticano?

E. No. De todos los Estados. Por eso no es posible hablar.

S. ¿Todas las investigaciones que se hicieron con la máquina se realizaron en Venecia?

E. No. En todo el mundo.

S. No sabe cuándo dejará de ser secreto, ¿verdad?

E. Espero que pronto, pero es muy difícil. Se revelarán demasiados secretos.

S. ¿Cambiaría mucho nuestra concepción de la Historia del Hombre?

E. Mucho. Incluso las lenguas serían irreconocibles...






miércoles, 20 de abril de 2016

gigante



cuerpo incorrupto de Jacinta Marto

Jacinta Marto fue uno de los tres videntes originales en Fátima, Portugal en 1917. Ella nació en 1910 y murió en 1920. Tanto en 1935 y 1951, su cuerpo fue exhumado y en cada caso se encontró su cuerpo incorrupto. La Basílica de Nuestra Señora de Fátima fue construido en el lugar donde los tres niños vieron por primera vez 'una mujer brillante que el sol y la tumba de Jacinta ha permanecido allí desde 1951.

Maria-Bernada Sobirós  
(Lourdes, 7 de enero de 1844  Nevers, 16 de abril de 1879) fue una pastora, mística y religiosa francesa canonizada por la Iglesia católica en 1933. Su festividad se celebra el 16 de abril, aniversario de su muerte. Su cuerpo permanece incorrupto en Nevers.
Una serie de dieciocho apariciones marianas que Soubirous afirmó haber tenido en 1858 en Lourdes, y los milagros que las sucedieron, terminaron por conferirle fama mundial ya al momento de su muerte.


Muerte e incorruptibilidad de su cadáver
Poco tiempo antes de morir, llegó un obispo que iba camino de Roma. Bernada escribió una carta al papa para que le enviara una bendición. El obispo llevó la carta a Roma y, al regresar de la Santa Sede, le trajo a Bernada una especial bendición de León XIII y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo; era el 15 de abril de 1879. Toda esa semana, Bernarda había sufrido mucho, por las llagas de decúbito. Al día siguiente, el 16 de abril de 1879, con apenas 35 años, murió a las 15.15 horas. Sus últimas palabras fueron: «La he visto otra vez... ¡Qué hermosa es! Madre, ruega por mí que soy pecadora».
Los funerales de Bernadette fueron notables. Las palabras que corrieron en boca de todos fueron: «La santa ha muerto». Inhumada en la capilla de San José de la casa madre, asistió una inmensa muchedumbre llegada de toda Francia.

El proceso diocesano sobre la heroicidad de sus virtudes se abrió el 20 de agosto de 1908. El 2 de septiembre de 1909, su cadáver fue desenterrado y hallado en perfecto estado de conservación; no obstante, el crucifijo y rosario que llevaba en las manos se encontraron cubiertos de óxido. El 25 de agosto de 1913, Pío X inició el proceso de beatificación en Roma que, retrasado por la Primera Guerra Mundial, se reanudó el 17 de septiembre de 1917. El 14 de junio de 1925, Pío XI proclamó beata a Bernadette.

En el año de su beatificación se realizó una segunda exhumación del cuerpo que seguía sin descomponerse (incorrupto), aunque con manchas y decoloración en la piel, probablemente como resultado de su exposición al aire durante los cuarenta y seis años posteriores a su entierro. Por ello, con un molde del rostro y fotos de la religiosa, la empresa de Pierre Imans fabricó tenues cubiertas de cera para el rostro y las manos que le fueron colocadas antes de su traslado al convento de Nevers el 25 de junio. Luego el cuerpo fue ubicado en la capilla que hoy lleva su nombre, perteneciente al antiguo convento de San Gildard de Nevers, y depositado en un relicario de cristal, donde es objeto de visitas y peregrinaciones hasta hoy.


martes, 19 de abril de 2016

Charles Fort: el libro de los condenados



La editorial neoyorkina Boni and Liveright Inc., una de las más influyentes y atrevidas de su tiempo, publicó en enero de 1920
El libro de los condenados (The Book of the Damned). Confundidos por el título, muchos lectores lo compraron pensando que se trataba de una novela de crimen y misterio. Sin duda, su contenido sería lo más extraño que habrían leído nunca. Los veintiocho capítulos desgranaban una serie de acontecimientos documentados y reales, pero increíbles: lluvia de piedras, objetos metálicos encontrados en el interior del carbón de las minas o dentro de la corteza de un árbol, animales de formas imposibles, meteoritos de composición química desconocida, visión de cuerpos celestes no identificados… El autor, Charles Hoy Fort, había pasado veinticinco largos años en las bibliotecas compilando de forma obsesiva aquellos sucesos que no podía explicar la ciencia. En su casa del Bronx tenía un archivo improvisado en cajas de zapatos con más de sesenta mil notas sobre fenómenos paranormales, casos extraños que desafiaban a la física y a la matemática: huellas de extraterrestres, poltergeist, estigmas, lluvias del cielo de objetos, sustancias y animales inverosímiles… Esos eran «los malditos», los excluidos por el paradigma científico, todos los que según Fort habían sido despreciados del conocimiento por no ajustarse a los márgenes del saber oficial. No se trataba de casos de fantasmas o apariciones en sesiones de espiritismo (a Fort le parecía una moda para gente en busca de diversiones alternativas), sino de fenómenos «físicos anómalos«, que podían producirse sin mediar invocaciones o trance previo, en la calle barrida por una tromba de ranas o en cualquier cocina donde los objetos volaban y se estrellaban contra las paredes. Fort creyó descubrir en estos acontecimientos, espacios vacíos de la ciencia, un patrón de anomalías, como si dentro del azar y lo improbable también hubiese una correlación siniestra.
Leyendo frenéticamente diarios y revistas científicas, la totalidad de lo publicado durante el siglo XIX hasta 1916, Charles Fort defendió la investigación libre de prejuicios, la duda constante frente a aquello que nos decían se debía creer y, sobre todo, un gran sentido del humor, suficiente para combatir las críticas. Como paraguas vital contra la incomprensión de sus semejantes. A pesar de la socarronería de su estilo, o más bien por ella, esta obra no es la ocurrencia de un todólogo o el ingenuo aficionado a los datos curiosos. El libro de los condenados está muy lejos de ser un catálogo para ensimismarse en la rareza, muy distinto en su planteamiento de aquellos «gabinetes de curiosidades» o «cuartos de maravillas» de la Edad Moderna, donde se agrupaban objetos raros o chocantes, antecedente aristocrático del museo actual. Tantas veces usado en bibliografías y para contenidos de relleno, el libro ha sido malentendido desde su publicación y usado para fines contrarios a lo que propugnaba.

Fort utilizó un método de trabajo para sistematizar sus notas e intentó explicar no solo la razón de estos fenómenos, sino la del Todo, mediante una teoría filosófica, que es atrevida incluso para nuestro tiempo. Su intermediarismo se adelantaba a las ideas de la filosofía postmoderna. Para Fort, estos casos condenados serían la clave para aproximarse a la Verdad, empresa imposible por estar inmersos en una totalidad metafísica, además de constreñidos por los excluyentes y rígidos sistemas científicos y religiosos. La única solución: abrirnos a un nuevo tipo de pensamiento, abrazar lo imposible como lo único sensato, derribar los muros del dogma y el lenguaje. Antes del surrealismo, de dadá, Fort se atrevió a mirar el mundo con los nuevos ojos del siglo XXI. Sus lecturas sobre física cuántica constataron que el misticismo no estaba lejos de la ciencia del futuro. Y lo más interesante, que los malditos no solo eran esos fenómenos inexplicados. Las personas que por voluntad propia se aíslan del colectivo, las que piensan por sí mismas en un nivel que no rechaza lo irracional o asistemático, serán capaces de generar otra consciencia, semejante a la que tiene el chamán o la bruja.
Lo que para unos fue simplemente el texto de un chiflado, para otros se convirtió en el comienzo de algo prometedor. Con su empeño escéptico, Fort inauguraba (a su pesar) el campo de las «seudociencias». El terreno mercantil del mundo paranormal y las investigaciones modernas en criptozoología y ufología. Un grupo de lectores entusiastas fundaron clubs y fanzines donde seguir discutiendo sobre los visitantes del espacio, la existencia del Yeti, o por qué hay instrumentos fechados en la prehistoria que están fabricados con materiales ultramodernos. La revistaFortean Times sigue siendo una referencia para todos los que buscan esa otra realidad. Cuando regresó a Estados Unidos de su estancia en Inglaterra, Fort se encontró con estos fans de lo chocante, deseando coronarle rey de los condenados. Se negó en redondo: su propósito no era buscar rarezas, sino resolver el enigma. Otros, menos escrupulosos, se enriquecerían recopilando datos extraños y vendiéndolos como spam en la prensa hasta el día de hoy. Echen un vistazo a los blogs de los diarios digitales, infestados de noticias y personajes extravagantes, incluida la duración de lectura estimada.
Uno de los aspectos menos conocidos del monismo forteano, su terrible cosmología, que defendía la existencia de planetas apenas soñados por la mente humana, donde habitan seres de edad y apariencia igualmente inconcebible, nuestros antepasados de épocas muy antiguas, inspiró a H. P. Lovecraft, quien reconoció en Fort a un hermano imbuido por las mismas visiones del cosmos. Los dos habían sido desde niños gente solitaria e imaginativa. Un grupo de escritores de ciencia ficción tomaron prestadas las poderosas imágenes de sus condenados para crear ficción de la realidad de ciencia ficción de su sistema filosófico (Henry KuttnerArthur C. ClarkePoul Anderson…). Los planetas oscuros de inmensas formas geométricas, habitados por seres malvados que nos vigilan desde los confines del universo, fueron el punto de partida de reflexiones que no desdeñaban los elementos esotéricos y terroríficos de la literatura (Thomas Ligotti).
Los forteanos se volverían legión en años posteriores, sobre todo con el revival esotérico de los años setenta y la publicación de otro libro clave en el surgimiento de los saberes alternativos. La obra de Fort llegó a Francia en 1955, de la mano del periodista y editor Louis Pauwels, seguidor de Guenon y las doctrinas de Gurdjieff. Muy poco después de publicar a Fort, Pauwels conocería a Jacques Bergier, experto en química nuclear y con una vida novelesca, muy conocido por sus libros sobre conspiraciones y ovnis. Durante cinco años los dos escribirían El retorno de los brujos (Le matin des magiciens, Plaza & Janés, 1962). Fue un best seller sin precedentes, que bajo el subtítulo Una introducción al realismo mágico siguió profundizando en los presupuestos forteanos, pero renunciando a las conclusiones pesimistas del original. Tras la devastadora Segunda Guerra Mundial y la experiencia atómica, Pauwels y Bergier vuelven a buscar en las civilizaciones perdidas, los sabios rechazados y las formas de inspiración reveladora, especialmente la alquimia (que Bergier practicaba) como caminos legítimos del conocimiento, que no tienen por qué estar arrinconados ni ser peores que los de la ciencia actual. En su libro, ejemplo de novela antimoderna, compendio de relatos de ficción, testimonios personales, entrevistas, crónica histórica y fragmentos de otros autores, se enumeran los misterios de las pirámides, el enigma de isla de Pascua y la historia de la Orden del Amanecer Dorado, entre cientos de personajes y teorías condenadas, además de elaborar el primer documento de la cultura popular sobre los nazis y el ocultismo.El retorno de los brujos guardaba esperanza en las posibilidades de la psique humana, en su capacidad para contemplar lo visible y lo invisible, ser partícipe con todas las consecuencias de la dualidad en una corriente cósmica de conciencia, que implicaría profundos cambios psicológicos, sociales y políticos. La única vía revolucionaria.

Tras el boom de El retorno de los brujos nacerían las enciclopedias de los fenómenos desconocidos, revistas de divulgación y programas de televisión dedicados al mundo paranormal. En España también tuvo gran éxito el libro de Pauwels y Bergier, dando paso a colecciones legendarias de revistas y libros, como Horizonte (la versión española de Planète, de Pauwels y Bergier) y las series Otros Mundos y Realismo Fantástico, donde pudimos leer grandes clásicos, como Pasaporte a Magonia, de Jacques ValléeLos secretos de la Atlántida, de Andrew Thomas o El misterio de las catedrales, de Fulcanelli. La escuela de escritores y divulgadores de género fantástico, Narciso Ibáñez SerradorDomingo Santos y Luis Vigil, entre otros muchos, ayudó a difundir este pensamiento escéptico y arriesgado, lejos de la estructura policial y religiosa. Solo duró unos pocos años, y aparentemente es como si nunca hubiese sucedido, pero una generación de condenados se nutrió de estas ideas e imágenes. ¿Quedará algo?
La Mesa Internacional del fanzine Mondo Brutto comenzó a escribir teniendo a Charles Fort como inspiración. Hace más de veinte años de eso, pero no ceden un ápice en su planteamiento crítico. «Somos forteanos desde que leímos el libro El retorno de los brujos y vimos al profesor Jiménez del Oso en Más Allá. Igual que otros creen en los misterios de la Virgen de Fátima, en el poder del rocanrol o incluso el de las urnas, nosotros creemos en la existencia de Agharta, el planeta Monstrator y el Supermar de los Sargazos. Lo bizarro no es más que eso, el planeta duplicado por Lex Luthor donde todo es igual, pero un poco más extraño. Es que si no, ¿qué sentido tiene todo, eh?».
La editorial La Felguera ha lanzado su revista Agente Provocador, un compendio de lo anómalo en temas y personajes. «Nos gusta la idea del gabinete de curiosidades, de las salas privadas de maravillas, de lo singular e insólito. Creemos que es una forma de tratar lo que somos, a través de lo que fuimos, pero fijando la vista en lo singular. Con frecuencia no nos damos cuenta de que nuestros héroes y heroínas, ante todo eran singulares, como una muestra de que la historia la hace esta suma de singularidades, aunque eso de “historia” sea algo mucho más complejo. Cuando creamos Agente Provocador teníamos claro que sería un gabinete de curiosidades».
Todo está conectado, nada puede ser probado con total seguridad. Estas palabras de Fort ya las habían pronunciado otros sabios al margen en el curso de la historia: vivimos en un sueño, que va cambiando según lo dicta la autoridad de cada época. En el auge de la ciencia positivista y los descubrimientos de la técnica, Fort se atrevió, como habían hecho Zenón de AgripaPessoaBorges, a negar el progreso y poner en entredicho esa realidad pesada y abrumadora. «De lo que no se puede hablar, hay que callar», sentenciaba Wittgenstein en su primera época. Por lo tanto, hablemos. O como decían los hermanos Marx en este diálogo citado en El retorno de los brujos:

—Oye, en la casa de al lado hay un tesoro.
—Pero si al lado no hay ninguna casa…
—Está bien, ¡construiremos una!