lunes, 4 de noviembre de 2019

Cristóbal Medina Conde


Cristóbal Medina Conde: de canónigo de la Catedral a su reclusión en un convento


Durante el juicio celebrado  por falsificar antigüedades se descubrió que también había alterado su linaje para que no se conociese su origen de niño expósito
Imagen de archivo del Coro de la Catedral de Málaga. / SUR

MARÍA PEPA LARA Lunes, 4 noviembre 2019



Los historiadores Rosario Camacho y Rafael Bejarano han investigado la personalidad de Cristóbal Medina Conde valorando sus escritos históricos importantísimos para el estudio de nuestra ciudad. Además, Bejarano ha publicado una carta inédita -llena de humor e ironía- de Medina Conde a su sobrina Pepa desde su reclusión en un convento granadino. De estos textos destacaremos algunos datos de Cristóbal Medina Conde y Herrera, quien naciese en Timar, Granada, el 15 de marzo de 1726. Fue un niño expósito, criado por Cristóbal Ruiz Conde, de quien tomó nombre y segundo apellido.

Estudió en el Seminario de Granada y se licenció en Teología por dicha Universidad, doctorándose en la de Osuna. Fue catedrático y capellán en las Escuelas del Sacromonte de Granada desde 1754 hasta que se trasladó a Málaga en 1765, habiendo obtenido el cargo de racionero en la Catedral. En 1770 era ya canónigo, continuando con sus investigaciones históricas sobre nuestra ciudad.

Con anterioridad ya había participado en excavaciones en la Alcazaba de Granada, indagando muestras de la antigüedad de la ciudad. Al parecer, no realizó correctamente la traducción de las piedras grafiadas, ni la autenticidad de las mismas, algunas de ellas erróneamente datadas con el fin de aseverar sus opiniones, según estudios de superiores expertos.


En 1774 fue denunciado y condenado por falsificar estas antigüedades granadinas a cuatro años de reclusión en un convento de Granada. 
El juicio que empezó en Granada fue muy largo y continuó en Málaga. Joaquín Ibarra publicó un amplio informe sobre este juicio en 1781 que, junto con las cartas cruzadas entre los Cabildos eclesiásticos granadino y malagueño, y las de obispos y censores de ambas diócesis, produjeron un cúmulo de injurias, verdades y mentiras a medias tales que, durante muchos años, resultó muy difícil establecer la verdad de los hechos, y aún hoy, a falta de un estudio riguroso, está por descubrir en su totalidad.

Además, se descubrió en el transcurso del juicio que Medina Conde había falsificado su linaje para concursar a canonjía, maniobrando documentos personales para que no se conociese su origen de niño expósito y hacerse familiar del Santo Oficio, por lo que se le prohibió publicar libros con su nombre real. Pero, gracias a la protección del arzobispo de Granada y del rey, siguió recibiendo su sueldo de canónigo hasta su fallecimiento en Málaga el 12 de junio de 1798. Tenía 72 años.

Los años que pasó en Málaga se volcó en el estudio de la historia y monumentos de la ciudad y la provincia, trabajos que se integrarían en las 'Conversaciones Históricas Malagueñas', su obra cumbre en cuatro tomos, que publicaba mensualmente desde 1789, cumpliendo con su condena, al hacerlo bajo el nombre de su sobrino Cecilio García de la Leña.

Su obra más importante pasa por 'El enterrador del Albaicín', 'Conversaciones Históricas Malagueñas', 'Diccionario geográfico malacitano', 'Descripción de la Santa Iglesia Catedral de Málaga desde 1487 hasta 1785' y 'Disertaciones en recomendación y defensa del famoso vino malagueño Pedro Ximén'.