jueves, 8 de septiembre de 2016

La biblioteca de barcarrota y la nomina amuleto o sortilegio contra el mal de ojo


Como Biblioteca de Barcarrota se conoce el conjunto de los diez libros impresos y un manuscrito del siglo XVI hallado emparedado en agosto de 1992 en esa población de Extremadura, en la provincia de Badajoz, durante las obras de reforma de una vivienda, y que fue dado a conocer a los medios públicos en diciembre de 1995, cuando la Junta de Extremadura compró ese fondo bibliográfico a la familia propietaria de la vivienda. Lo que desde un principio capitalizó la noticia fue que en el alijo descubierto figuraba una edición de 1554 hasta el momento desconocida del Lazarillo de Tormes. El llamado ? Lazarillo de Barcarrota? ocupó los titulares y captó la atención y el interés de los especialistas, en detrimento del valor de un conjunto bibliográfico extremadamente singular. Los libros encontrados pueden situarse en un arco temporal que va desde 1525 a 1554 y tienen en común su carácter heterodoxo, su condición de textos comprometedores por sus contenidos o por su autoría, y son obras mayoritariamente incluidas en los índices inquisitoriales de libros prohibidos en la época. Junto a la joya de nuestra literatura picaresca, un manuscrito italiano de contenido sexual, un pequeño tratadito de exorcismos, un ejemplar único de la Oración de la Emparedada en portugués, una edición latina de la Lingua de Erasmo, un tratado de quiromancia... Una biblioteca clandestina, pues, la de Barcarrota, cuyo perfil explica su ocultación y que hayan pervivido durante varios siglos tras una pared del doblado de una vivienda particular. A estas piezas hay que unir un elemento, de distinta condición material, un amuleto o una nómina ?papel escrito con diverso contenido a modo de recuerdo que se depositaba en una bolsita para llevarlo consigo?, que se encontró entre los libros

La “nómina” es un manuscrito con textos en espiral en anverso y reverso, de 11 cm de diámetro, que se creó en Roma, el 23 de abril de 1551, y perteneció al poeta humanista portugués de estirpe judaica, Fernão Brandão. En su interior esconde un misterioso círculo que contiene la estrella de David y la palabra “tetregrámaton” (forma críptica de designar el nombre de Dios en hebreo).
El texto de la pieza, en latín, es el siguiente: “Dichoso tú que has creído en mí, sin haberme visto. Porque de mí está escrito que los que me han visto no creerán en mí y que aquellos que no me han visto creerán y tendrán vida. Mas acerca de lo que me escribes de llegarme hasta ti es necesario que yo cumpla aquí por entero mi misión y que, después de haberla consumado, suba de nuevo al que me envió. Cuando haya subido, te mandaré alguno de mis discípulos que sanará tu dolencia y os dará vida a ti y a los tuyos”.


EL MISTERIO DEL SELLO DEL JUDEOCONVERSO


Artículo publicado el 13 de febrero de 2011 en EL MUNDO.

 

Justo cuando «Crónica» iba a denunciar la desaparición en Extremadura de un sello del siglo XVI, de un valor incalculable, en manos supuestamente de un «alto cargo del PSOE», el viernes apareció. La pieza forma parte de una biblioteca hallada al picar un muro

JAIME LÁZARO / A. BLÁZQUEZ

Antonia Ascensión Saavedra acude, como cada mañana, a su trabajo como directora y profesora de la guardería de Barcarrota (Badajoz). Nada hace sospechar que Toni, como la llaman todos, es una de las mayores donantes de patrimonio cultural de Extremadura y protagonista, sin pretenderlo, de una apasionante historia en la que se entremezclan esoterismo, cábala, masonería, patrimonio expoliado -y devuelto por temor al escándalo- y despecho político.
¿El Código Da Vinci? No, pero sí una novela de no ficción y mucha trama ambientada en Extremadura. Gracias a la generosidad de Toni, una biblioteca hurtada desde el siglo XVI a las garras de la Inquisición fue rescatada de su secreto emparedamiento tras ser descubierta en 1992 por el albañil que realizaba una obra en la casa de Antonia. La Junta de Extremadura les pagó 14 millones de pesetas y se quedó con el valioso legado. «No nos han tratado nada bien, ni a nosotros ni a la biblioteca. No cumplen los acuerdos a los que llegamos, tenemos que estar encima de ellos para que efectúen sus compromisos, y aún así, muchos no los han llevado a cabo», se lamenta Toni.
Pero lo peor ha sido la misteriosa desaparición, descubierta por Crónica, de uno de los elementos más importantes del material hallado y legado por ella, la llamada nómina de Fernando Brandao. Una pieza única que da sentido a todo el conjunto de libros encontrados y que hizo posible reconstruir la historia de su propietario, un judío portugués con un exquisito gusto literario.
 
La nómina o sello, en lugar de estar en la caja fuerte donde se conserva el resto de este tesoro bibliográfico, ha estado perdida durante años. Según las fuentes consultadas por este suplemento, un poderoso socialista, alto cargo nacional, se la habría llevado a su casa. Y nadie, ni en la Junta de Extremadura ni entre los cargos públicos que supieron de su desaparición, quisieron dar la voz de alarma. Hasta que Crónica ha preguntado a las autoridades extremeñas por el paradero de la pieza y ésta ha acabado rápida y misteriosamente reapareciendo este mismo viernes.
 
La rocambolesca historia termina con una nota de prensa de las autoridades extremeñas emitida la mañana del 11 de febrero: «Como consecuencia de la investigación llevada a cabo por la consejería de Cultura y Turismo, este departamento quiere informar que la nómina-amuleto de la Biblioteca de Barcarrota se encuentra perfectamente custodiado y localizado, y que el mismo nunca ha corrido peligro», decía la comunicación emitida minutos después de otra nota en la que la Junta reconocía que la nómina estaba perdida.
 
11 JOYAS EMPAREDADAS
Todo empezó en 1992. Antonia reformaba la segunda planta de la casa de sus padres para transformarla en su vivienda ante su inminente boda. El albañil Antonio Pérez se encontraba abriendo una pared cuando el pico, además del falso muro, atravesó un libro: un ejemplar de El Alborayque. Junto a este título, castellanización de Al-Buraq, nombre del corcel con el que Mahoma subió al séptimo cielo, aparecieron otras nueve joyas bibliográficas del siglo XVI y un viejo y doblado documento sin igual.
 
Era lo que en el futuro, y por deseo expreso de la propia Antonia Ascensión, se llamaría la Biblioteca de Barcarrota: 11 ejemplares únicos en perfecto estado de conservación, casi todos ellos relacionados con artes prohibidas para la ortodoxia de la época. Una edición desconocida de El Lazarillo de Tormes (salida en 1554 de la imprenta de los hermanos Mateo y Francisco del Canto en Medina del Campo), El Comentario del Tricasio, El Colofón de Exorcismo de Mirabile, La Oración de la Emparedada... Y la nómina de Fernando Brandao, un sello con el que imprimir el siguiente texto, en latín: «Dichoso tú que has creído en mí sin haberme visto. Porque de mí está escrito que los que me han visto no creerán en mí y que aquellos que no me han visto creerán y tendrán vida. Más cerca de lo que me escribes de llegarme hasta ti es necesario que yo cumpla aquí por entero mi misión y que, después de haberla consumado, suba de nuevo al que me envió. Cuando haya subido, te mandaré alguno de mis discípulos que sanará tu dolencia y os dará vida a ti y a los tuyos».
Se cree que la nómina servía como carta de identificación entre judeoconversos, como amuleto medicinal para el alma y el cuerpo del portador, en definitiva, una herramienta para la sanación espiritual. Pero también tenía un sentido cabalístico y esotérico. Según José Miguel Carrillo de Albornoz, historiador y experto asesor de inversiones en arte, «es muy difícil valorar esta pieza ya que no existen piezas similares a esta con un Tetragrammaton [estrella de cinco puntas]. Desde luego es un elemento único por su simbología sobre todo en la zona en la que apareció». Algunos autores atribuyen la pieza a Miguel Servet (1511-1553), teólogo y ocultista español ejecutado por herejía. Y es posible que fuera el autor, porque la nómina esta fechada el 23 de abril de 1551, en Roma, ciudad en la que Servet vivía en aquella fecha.
 
MENOSPRECIADOS
Al principio, Antonia no supo de la magnitud del hallazgo. Guardó los viejos libros, joyas de valor incalculable, en una vulgar caja de zapatos y comenzó una peregrinación por anticuarios y expertos. Ninguno supo apreciar el valor de las piezas. «Después de visitar a un experto anticuario en la calle John Lennon de Badajoz que menospreció los textos, aparcamos, dejamos los libros en el coche y nos marchamos de compras. No éramos conscientes del valor que tenían, pero sí que queríamos saber qué es lo que teníamos entre manos... Hasta que la Biblioteca Nacional vino al pueblo, no supimos el valor real de los libros. Intentaron que se los vendiésemos por mucho más de lo que pagó la Junta, pero yo quería que se quedaran en Extremadura, y a ser posible en Barcarrota, donde estaba proyectado un centro de interpretación», cuenta Toni. Un centro que nunca llegó a realizarse. «Es una promesa electoral incumplida por la consejería de Cultura», añade molesto el alcalde del pueblo, Santiago Cuadrado. «Lo ocurrido me ha llevado a dejar de hablarme con las dos últimas consejeras, Leonor Flores y Manuela Holgado», dice.
Fue en 1995, tres años después de que el pico del albañil atravesara aquel libro, cuando el Gobierno autonómico se decidió, por fin, a adquirir el conjunto de textos por 14 millones de pesetas, un precio muy inferior al que alcanzaría en el mercado. Sólo El Lazarillo de Tormes, según los expertos consultados, podría salir a subasta con un precio inicial de dos millones de euros. «Es difícil comprender cómo la Junta no ha sido capaz de preservar este patrimonio», insiste la descubridora del legado.
Antes de la construcción de la Biblioteca de Extremadura en Badajoz, los libros se custodiaban en la caja fuerte del MEIAC, el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo. Sin embargo, el amuleto fue trasladado sin razón aparente a la caja fuerte del BBVA de Mérida. Aunque la Junta ha fechado esta semana la desaparición del sello en 2008, cuando Justo Vila tomó posesión como director de la Biblioteca de Extremadura, en abril de 2002, el conjunto de Barcarrota ya estaba incompleto: la nómina y las tapas originales de dos de los libros habían desaparecido. «Nunca llegaron a estar en mi poder desde que tomé posesión», declaró Vila.
Lo cierto es que no sólo desaparecieron, sino que se ocultó su extravío y ni siquiera se denunció. ¿Por qué? Tres consejeros de Cultura se han sucedido desde entonces, Francisco Muñoz, Leonor Flores, y la actual, Manuela Holgado, con sus respectivos directores generales de Patrimonio y Difusión Cultural. «Para que quedara constancia de que no había desaparecido bajo mi gestión, avisé a los directores de Patrimonio y Difusión Cultural del momento y registramos la caja fuerte del BBVA de Mérida donde se supone que debía estar», dice Justo Vila a Crónica.
Porque en la cámara del banco no estaba la nómina, reconocida a nivel internacional y un símbolo para la comunidad hebraica. Tan sólo había un papel, fechado en 1999, en el que constaba el nombre de la persona que retiró el amuleto de los fondos: Fernando Tomás Pérez González (fallecido en 2005), director de la Editorial Regional y tenido por uno de los próceres de la cultura oficial extremeña (incluso se creó un premio literario con su nombre en agradecimiento a su labor).
Sin hacer ruido, sin hacer pública la desaparición, se registró el despacho de Fernando Torres y se pidió a la viuda que buscase entre sus objetos personales, por si estuviera guardada en su casa. Pero nada. Ni rastro del amuleto ni de las tapas. Justo Vila se puso entonces en contacto con la empresa que había digitalizado la Biblioteca en 1995 por si tenían ellos las piezas. Negativo. Vila sí elevó -en la primavera de 2002, tras tomar posesión- una acta de recepción en la que constaba la falta de estos elementos. Pero ni él ni las autoridades extremeñas denunciaron a la policía, ni hicieron público el expolio de parte del patrimonio extremeño. El malestar y las indagaciones de Vila hicieron que tiempo después aparecieran las tapas de dos de los libros -«de manera casual», dice- en la caja fuerte del MEIAC, lugar en el que no estaban cuando se realizó la primera inspección oficial. Pero no el sello.
Las cubiertas ya han sido devueltas la Biblioteca Regional. No así los volúmenes a los que pertenecen, como Crónica ha comprobado in situ. Tampoco se tiene conocimiento de dónde han estado las tapas durante el tiempo que estuvieron desaparecidas.
En Julio de 2008, la Universidad de Extremadura celebró un curso de verano en Barcarrota en el que se expuso el conjunto de libros y Toni se reencontró con ellos. «Observó minuciosamente cada una de las piezas con el orgullo de quien sabe que aquel valioso tesoro estaba allí gracias a su generosidad y compromiso con Extremadura», recuerda uno de los presentes. Pero algo faltaba: había un hueco entre todas aquellas exquisitas piezas. Abanicándose airadamente bajo el seco calor pacense, inquirió con firmeza a un desconcertado Vila: «Justo, la nómina no está… Eso sé yo que está en casa de alguien», cuenta el mismo testigo de la escena. Imprecisiones, titubeos y por fin una excusa más o menos creíble. La pieza, le explicaron a Toni, estaba siendo restaurada.
Desde entonces muchos han sido los conocedores del secreto: el verdadero paradero del singular documento cabalístico. Al parecer, según cuentan soto voce a Crónica, fue regalada a un alto cargo del PSOE, que estaría vinculado a la masonería, pero cuyo nombre, por miedo, «ni las lenguas más atrevidas se arriesgan a pronunciar».
 
MISTERIOSA APARICIÓN
Las quejas de la antigua propietaria de los libros, quien este mismo miércoles instaba, con notorio malestar, a que se hiciera «una inspección a fondo de la Biblioteca de Barcarrota, ante las negligencias cometidas y la falta de la nómina» y las llamadas de este periódico a las autoridades (incluidas a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, presidente entonces, y a Fernández Vara, el actual), aceleraban los acontecimientos. Primero, probablemente para amortiguar el eco de nuestra denuncia, se hizo llegar a un periódico regional la noticia de la desaparición. A renglón seguido, la consejería de Cultura respondía a nuestro requerimiento con una nota de prensa admitiendo la falta del documento: «Respecto a la Nómina-Amuleto encontrada junto a la Biblioteca de Barcarrota, la Junta de Extremadura desea realizar las siguientes aclaraciones: En ningún modo la fecha en la que se detecta la deslocalización de la nómina ha sido el año 1999, sino que esta ausencia se detecta a mediados de 2008, cuando se requiere para una exposición. Desde ese momento, a través de la consejería de Cultura y Turismo se iniciaron múltiples gestiones para localizar este documento, analizando documentación anterior y posterior a esas fechas, en que se la menciona, y realizando búsquedas exhaustivas en todas las dependencias en las que pudiera encontrarse la misma, dadas las dificultades de su búsqueda debido a sus reducidas dimensiones (de escasos centímetros). En la actualidad se está cerrando ese proceso a través de un procedimiento de investigación interna de conformidad con lo previsto en el artículo 28 del Real Decreto 33/1986. Si al finalizar el proceso de investigación no hubiese sido localizado el documento, se procedería en su caso a la correspondiente denuncia y se abrirá el procedimiento judicial oportuno».
Minutos después, en todo un malabarismo de eficacia, la propia consejería encontraba la solución al enigma. El amuleto de aquel judío portugués estaba... en una caja fuerte de sus propias dependencias. Pura magia. Para sellar la historia de la misteriosa desaparición de la nómina, sólo faltaría por identificar al caballero, como en el Código Da Vinci, oculto en el cuadro. Es decir, aquel que lo ha tenido en su casa durante años sin que nadie lo delatara.

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