miércoles, 7 de septiembre de 2016

Las Hipolitinas de Málaga, heterodoxia, iluminismo en la málaga del franquismo

Las Hipolitinas de Málaga


Se dice de un grupo devocional heterodoxo, aparecido en la diócesis de Málaga en torno al párroco de la iglesia de Santiago P. Hipólito Lucena Morales (Coín Málaga, 1907-1981), que protagonizó un proceso neo-iluminista durante los años del nacional catolicismo español (1939-1960).

El pastor
Hijo de Francisco y Fuensanta, Hipólito Lucena Morales, huérfano, sintió de muy joven la llamada de Dios ingresando en el seminario diocesano católico de Málaga a los 10 años con mucho provecho. Fue ordenado presbítero en 1930.
Se cuenta que recién consagrado, el padre Hipólito pronunció estas palabras premonitorias:
“Yo traigo la misión del Verbo Encarnado que vino al mundo para amar y entregarse; lo mismo que yo os amaré y me entregaré”.
Una vez producido el Alzamiento Nacional (fracasado en Málaga) consta que fue detenido el 22 de julio de 1936 por orden preventiva del gobernador civil junto a otros 48 sacerdotes e ingresado en prisión.
La Divina Providencia quiso que escapara al pelotón de fusilamiento, no así sus hermanos los también sacerdotes Hilario y José.
Adornado de brillante inteligencia y capacidades, una vez superado el trance martirial y recién acabada la Guerra Civil, tomó parte activa en el programa de recatolización emprendida por el ordinario Balbino Santos Olivera quien lo nombró cura ecónomo de la parroquia de Santiago Apóstol de la ciudad de Málaga; en 1940 obtuvo con 32 años la plaza de párroco en propiedad.

En la hambreada ciudad de Málaga, el talentoso don Hipólito se mostró tan solícito en rectificar las conciencias, tan comprometido con la caridad y tan persuasivo en su dedicación pastoral que pronto se granjeó el afecto y la devoción de la feligresía y de sus superiores.
Ocupó cargos y dignidades de la máxima confianza y responsabilidad en la curia diocesana: profesor de Teología e Historia de la Iglesia en el seminario diocesano; fiscal de la Curia; miembro de la Junta Diocesana de Enseñanza de la Religión; Examinador y Juez pro sinodal; miembro de la Junta Catequista Diocesana y Consiliario del Patronato de Protección de la Mujer entre Otros.

La confianza de su nuevo ordinario Ángel Herrera Oria culminó en el año 1949 con el nombramiento de arcipreste de Málaga y en el año 1955 con el de Secretario de Cámara y Gobierno del Obispado.

Antecedentes antropológicos
Por aquellos años de postguerra la ortodoxia ideológica nacional católica presentaba al sacerdote bajo la convención impecable de un anciano asexuado y puro, objetivamente venerable e ilimitadamente confiable:

“Presbítero, etimológicamente, es tanto como anciano. Si merece veneración la ancianidad, piensa cuánto más habremos de venerar al sacerdote. No quiero, por sabido, dejar de recordarte otra vez que el sacerdote es otro Cristo. Y que el Espíritu Santo ha dicho: «Nolite tangere Christos meos» (``no queráis tocar a mis Cristos´´). ¡Cómo hemos de admirar la pureza sacerdotal! es un tesoro. Ningún tirano podrá arrancar jamás a la Iglesia esta corona”.

En noviembre de 1941 el Régimen fascista creó el Patronato de Protección de la Mujer, en el que había muchos eclesiásticos, para atraer a la mujer pobre hacia la Iglesia y apartarla de los vicios. 

Al Patronato se llegaba muchas veces por denuncias familiares, vecinales, de algún cura bien intencionado que no podían llevar a la buena vida a aquellas chicas perdidas. Como actualmente sucede en ciertos países musulmanes, las juntas provinciales del Patronato franquista mandaban sus vigilantes, denunciando a la policía cualquier expresión de “pornografía”, desnudismo, promiscuidad, que no solo era una vulneración de la moralidad católica sino una muestra de “exotismo antiespañol”.

Las mujeres de clase media y alta trabajaban en la Acción Católica, asistiendo a los desfavorecidos de la clase obrera, y visitando a los vencidos en la guerra.
Desde muy antiguo la Tradición católica ha dado un tratamiento espiritual muy sublimado a la sexualidad. Pero esa causa
Probablemente del obstinado celibato que impuso canónicamente la Iglesia católica a sacerdotes y religiosos (castidad virginal o viudal), que los enfrentaba, en tremenda contradicción fisiológica, a la cotidiana praxis intimista que debían realizar a cortas distancias con mujeres en el sacramento de la Penitencia (confesión auricular secreta). Ante la improcedencia de un catálogo objetivo de pecados solamente cabía una minuciosa encuesta intima a través de una rejilla fija.

``Porque si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no cura lo que ignora´´.

“Creo que él era un bueno y santo sacerdote antes que me conociera´´

Por aquellos años de la postguerra la Iglesia distinguía tres clases de castidad: virginal, viudal y matrimonial.

La Virginal consiste en una absoluta continencia de los placeres carnales, y es propia de las personas solteras; la viudal, en una absoluta continencia de los placeres carnales después del matrimonio, y es propia de las personas viudas. A esta clase de castidad se allega la de aquellas personas solteras, que no habiendo conservado por su desgracia la castidad virginal, viven ya en una casta soltería; y la matrimonial, en una absoluta continencia de los placeres carnales fuera del matrimonio, y de los ilícitos en el matrimonio, y es propio de las personas casadas. 
Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los Cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres. La prolija indagación sobre situaciones culposas desconocidas por la conciencia de la pecadora conseguía ir ampliando su catálogo estructural de pecados. “El Señor desea que seamos específicos en nuestra oración de confesión de pecados, no genéricos”. “Dile a Dios lo que hiciste” (Daniel 9:4-19). A través de una rejilla fija entre el penitente y el confesor, que puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen». Código de Derecho Canónico, can.964, §2. (Concilio de Trento: DS 1680; cf San Jerónimo: Commentarius in ecclesiasten 10, 11)

El rebaño de las hipolitinas era, en vox populi y en definición de Camilo José Cela, «un grupo de beatas malagueñas que ejercieron de coimas de su director espiritual». Comenzaron a ser llamadas «santiaguinas» por reunirse inicialmente en la parroquia de Santiago.

La Dirección espiritual
Es un tecnicismo religioso que se refiere a la labor de ayuda y de consejo con la cual un cristiano acompaña a otro, en relación asimétrica de dominio, guiándolo en el camino de la contemplación y de la santidad, también en el discernimiento vocacional en su camino hacia Dios. La dirección espiritual debe tener como objetivo el ayudar a descubrir en cada momento lo que Dios espera de cada persona. Dentro del concepto de libertad religiosa católica se considera que el verdadero director el ordinario de Málaga Ángel Herrera Oria y su auxiliar Emilio Benavent Escuín, propiciaron las bases inquietas donde germinaron una serie de grupos cristianos que ejercieron un papel relevante de presión y denuncia social (en algunos casos más allá de lo que tenían previsto). Sucedió en estos años la conformación de un grupo hermético de mujeres predispuestas, jóvenes y devotas, que fueron evolucionando piadosamente en unas coordenadas de espacio (ámbito parroquial) y tiempo (nacional catolicismo) en torno a la directriz del carismático arcipreste y párroco de Santiago, "experto en humanidad" y provisto de una cautivadora capacidad para inducir conductas.
“Dejadlos; son ciegos guías de ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo”. Mateo 15:14
Mediante el vínculo sacramental de la confesión auricular seriada iba descubriendo la teleología de cada penitenta hasta alcanzar el justo momento de madurez evolutiva como para interactuar sexualmente en conventículo adecuado.
El lugar más a propósito fue la vecina iglesia en ruinas de la Merced (situada a 300 m de la parroquia de Santiago), deshabilitada para el culto por haber quedado devastada tras sufrir un incendio intencionado en mayo de 1931 . Curiosamente, no fue restaurada pese a su relativa sólida conservación exterior y de la incondicional disposición de las autoridades a su reconstrucción. Quedó relegada como anexo parroquial, gestionado por el P. Hipólito y su equipo de caridad. Posteriormente se instaló, al parecer, un cine de verano parroquial con sesiones semanales.
En el recóndito esqueleto de la iglesia de la Merced tenía lugar el oscuro y escabroso ritual de las llamadas “hipolitinas”. Entre sus ruinas se celebraban los
Desposorios místicos de las iniciadas ante un altar en un clímax de intensa exaltación mística.
Sin duda no debió haber problema teológico de conciencia para el oficiante, profesor de Teología e Historia de la Iglesia en el Seminario diocesano: tras un estado inicial de "dexación" o dejación, los agentes del ritual quedarían privados de la libre voluntad. Si no hay libre albedrío no habría tampoco responsabilidad individual por las conductas: podría haber pecado objetivo sin que hubiera pecadores subjetivos.
Ahora bien: no todo era oración mental ni siempre la dexación
Tenía una clara factura sobrenatural. Podía propiciarse mediante toda una gama de estimulaciones desde la ingesta de drogas enteógenas, pasando por toda suerte de disciplinas o flagelos, hasta con maniobras táctiles.
La congregación estuvo funcionando sin problemas como una institución parroquial formal hasta una fecha no precisada a finales de los años cincuenta del siglo XX. Daba cabida a señoras y señoritas de la sociedad malagueña con el suficiente grado de ociosidad como para que, aparte de su propia promoción espiritual, pretendieran ejercer la caridad con los más pobres, ocupándose de familias indigentes y niños abandonados
en el año 1959 la congregación, ahora nominada por la gente del barrio como «las hipolitinas», comenzó a despertar sospechas entre las autoridades religiosas diocesanas. Las denuncias provenían, al parecer, de una menor asustada o de un marido que no comprendió las necesidades espirituales de su esposa. Se realizaron inspecciones propiciadas por el Vaticano a través del nuncio hasta que se descubrió que una parte de la estructura funcionaba realmente como un orfanato donde se recogían y procesaban, además de los niños abandonados ajenos, los frutos secretos de las relaciones “espiritualmente incestuosas” del director espiritual con sus hijas (hipolitinas)
"Bastóles a los alumbrados y quietistas la idea de la contemplación pura, en que, perdiendo el alma su individualidad, abismándose en la infinita Esencia, aniquilándose por decirlo así, llega a tal estado de perfección e irresponsabilidad, que el pecado cometido entonces no es pecado”.

Mito literario
La nominada herejía de las hipolitinas y de su capitoste el heterodoxo Hipólito Lucena fue algo traumático para la Málaga nacional-católica, que la ciudad ha ocultado durante mucho tiempo (y sigue ocultando). Este silencio cómplice fue tenido como una afrenta a la memoria histórica de la ciudad. Se desconoce por completo el proceso judicial. Ningún periodista ha osado esclarecer la verdad de los hechos, buscando profesionalmente en archivos o en testigos y protagonistas todavía vivos.
A pesar del evidente oscurantismo de aquel régimen político el caso fue inevitablemente mitificado en la literatura. Camilo José Cela incluyó parte del contenido sexual en su conocida Enciclopedia del Erotismo citando escritos de Xavier Domingo y Antonio De Olano Posteriormente apareció una novela, “Tarta noruega” en la que su autor, Alberto Castellón describe a las hipolitinas comiendo sobras de rancho en el sórdido ambiente de postguerra malagueño incluyendo un personaje de ficción, una de las partidarias de don Hipólito, hija de un coronel, cuya virginidad iba a ser sacrificada en la ceremonia iniciática sobre el ara sagrada “de la nunca reconstruida, quizás por ello, Iglesia de La Merced”. Huyó y el coronel los denunció a todos. También aparece un D. Leonardo Moratalla Ortiz de Zárate, canónigo doctoral y magistrado del Tribunal de la Rota Romana, encargado de la dramática destrucción de la comunidad herética. La novela de Juan Eslava Galán "De la alpargata al seiscientos" describe descarnadamente la ceremonia iniciática en el grupo de Hipolitinas

Desenlace
Los hechos trascendieron a la ciudadanía de Málaga, que quedó muy escandalizada aunque, desde luego, se estableciera un eficaz cordón sanitario informativo. Todas las evidencias desaparecieron con el mayor de los sigilos. No hubieron lugar ninguna de esas onerosas indemnizaciones que a veces asolan el patrimonio de la Iglesia y que hubieran trascendido a la opinión pública. Pasados unos pocos años, el médico escritor Gustavo García-Herrera se atreve a escribir algo a propósito de unos iluminados de Tolox (Málaga) para no citar de manera explícita a los iluminados de Málaga
Descubiertos los hechos, al secretismo propio del Derecho Canónico se añadió el grave escándalo político que suponía para el Régimen y al miedo de la prensa y la gente a expresar su indignación por el escarnio y la inmunidad. La justicia civil se inhibió en virtud del Concordato de 1953 . El sumario del ilustre arcipreste D. Hipólito y sus hijas las Hipolitinas fue instruido por personas de fe(canon 1401 actual) en la diócesis de Málaga aunque luego, por su gravedad, se resolviera en el Vaticano por la Sagrada Congregación del Santo Oficio Don Hipólito fue cesado como párroco y de todos sus cargos y dignidades y conducido por un propio en secreto a Roma e ingresado en una cárcel dedicada a religiosos
La Iglesia hizo uso inmediato del Derecho Disponible. Reinando S.S. el Pontífice Juan XXIII se le aplicó la justicia de la Iglesia para iluminados y heréticos sin cargas por los posibles daños morales o físicos ocasionados a las hipolitinas lesas y a sus hijos habidos. El padre Hipólito fue juzgado con templanza Se le aplicó la materia de los actuales cánones § 290 a 293 del Derecho Canónico con la prohibición expresa del ejercicio al sacerdocio por causa gravísima. Desapareció discretamente durante unos años en un monasterio de los Alpes austríacos. La sentencia se publicó en latin en las Acta Apostolicae Sedis con una pena estándar semejante a la que impuso la Inquisición de Sevilla en el siglo XVII al P. Juan de Villalpando y tantas otras. 
Don Hipólito volvió a su pueblo, Coín, donde contaba con numerosas adeptas e incluso algunos adeptos. Viniendo a morir de viejo. No dejó ningún escrito doctrinal.
El templo de la Merced fue derribado hasta sus cimientos y vendido el solar. Paradójicamente en una España de Iglesia Triunfante, aquella ruina se había mantenido en pie durante 30 años. Sobre el solar sacro y herético Construcciones Azumendi levantaría el edificio Pertika, un “horror estético” cuya fachada sería remozada a finales del siglo XX para no desentonar en demasía con el entorno de la plaza.
Por contraste, cincuenta años antes, durante la Restauración borbónica (1885) varios campesinos y campesinas del pueblo malagueño de Tolox fueron sorprendidos desnudos en el ya citado «aquelarre iluminista» místico/religioso Pero al no estar implicado ningún elemento eclesiástico, fueron juzgados todos sus componentes por la justicia ordinaria en la Audiencia Provincial de Málaga, que sí entendió de teología, dogma y moral, y el sumario y la sentencia registrados públicamente para la historiografía.
``¡cual fue el pecado de Hipolito!,amar, dejarce amar, ser amado ¡cuando fue pecado amar!. en una misera sociedad donde los convencionalismos eran la practica habitual del modo de vida algo tan sublime u obvio como la pasion, los sentimientos, el placer, el sexo y sus practicas, la mansturbacion o los tocamientos causaban como poco el repudio falso del hipocrita y el descredito del practicante. si algo es censurable en el comportamiento de Hipolito es el aprobechamiento desde su posicion de las voluntades de las hipolitinas´´. 






La carne es débil: 
el Vaticano cesa al obispo de Mallorca por tener una amante

El prelado fue denunciado el pasado diciembre ante la Sede Sede por el marido de una estrecha colaboradora, que le visitaba a escondidas en su domicilio y que era conocida en toda la isla como "la novia del obispo".
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MADRID.— La carne es débil. La advertencia que Jesucristo lanzó a sus discípulos hace unos 2.000 años sigue plenamente vigente. Bien lo sabe Javier Salinas (Valencia, 1948), el hasta hoy obispo de Mallorca y al que el Vaticano, en una decisión esperada desde hace ya varios meses, ha cesado en sus funciones por tener una "relación impropia" con una colaboradora. Traducido al cristiano: Salinas tiene, o al menos ha tenido, una amante.
La noticia no ha sorprendido a nadie en Mallorca, y menos en el mundillo religioso. En la isla era un clamor la presunta relación entre el obispo y Sonia Valenzuela, una mujer de la alta burguesía mallorquina que fue secretaria adjunta de Relaciones Institucionales en el obispado hasta el pasado mes de diciembre, cuando su marido, Mariano de España, presentó una denuncia ante la Santa Sede, convencido de que su mujer mantenía una relación amorosa con el prelado. Ella dimitió tras la denuncia de su todavía esposo y Salinas fue llamado a capítulo por el Vaticano. Él siempre ha negado la relación y la negó también ante sus superiores en Roma, adonde viajó para dar explicaciones.
Las explicaciones no debieron convencer mucho a la Curia Romana, porque, aunque sea ocho meses después, ha cesado a Salinas.
La denuncia de Mariano de España, el  marido, estaba fundamentada en las labores de seguimiento y vigilancia de un detective privado contratado especialmente. La documentación aportada por el detective demostró que Valenzuela acudía casi a diario a escondidas al domicilio del obispo fuera del horario laboral. Era el propio Salinas quien abría la verja de entrada a su residencia para que pudiera entrar el coche de su amiga. Tras pasar la tarde juntos, Valenzuela abandonaba el domicilio del prelado casi siempre entre 21.30 y las 22.00 horas. Además, el detective grabó hasta 145 horas de conversaciones telefónicas —algunas de madrugada— en las que abundaban los comentarios cariñosos entre ambos.
Tanto Salinas como Valenzuela han negado la relación, pero es un hecho que en Mallorca a Valenzuela la llaman "la novia del obispo". Respecto a las llamadas, Salinas siempre ha dicho que formaban parte de la labor que desarrollaba en su relación con las instituciones.
De hecho, lo máximo que el obispo ha reconocido es que en septiembre de 2015 él y su antigua colaboradora se habían intercambiado sendos anillos, después de que ambos hubieran puesto en marcha un grupo de oración. Pero hay un pequeño detalle a tener en cuenta: el diario ABC informa de que dicho grupo estaba integrado únicamente por ellos dos.
La denuncia terminó de deteriorar el matrimonio de Valenzuela. Empezaron los trámites de divorcio y pocos meses después ella solicitaba la nulidad eclesiástica del matrimonio, seguramente todo un trago para una mujer tan religiosa como ella. Mariano De España presentó un escrito de recusación contra Javier Salinas para evitar que pudiera intervenir o influir en el proceso canónico. El juicio de divorcio se celebró el pasado 23 de junio. Ahora Valenzuela es una mujer libre, pero Salinas dejará Mallorca y seguramente será destinado a su tierra natal, Valencia, donde será nombrado tercer obispo auxiliar. Un paso atrás en su carrera. Pero son lo que tienen los pecados de la carne.

      


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