domingo, 10 de diciembre de 2017

La verdad sobre los esqueletos gigantes REALES de los montículos indígenas de América del Norte

La verdad sobre los esqueletos gigantes REALES de los montículos indígenas de América del Norte




Durante los últimos años ha surgido una gran controversia acusando al Instituto Smithsoniano (y a un grupo de escépticos y arqueólogos) por encubrir el descubrimiento de cientos de esqueletos gigantes encontrados en los montículos indígenas de los nativo americanos. Jin Vieira es uno de los pioneros en dar a conocer cientos historias sobre esqueletos gigantes luego que se interesara en el tema al visitar varias cámaras de piedra en el norte de EE.UU. Hasta la fecha, Vieira ha recolectado cerca de 1,500 artículos de periódicos y libros publicados entre el siglo 19 y principios del siglo 20. En los registros está escrito que los esqueletos tienen un tamaño que va desde los 2 hasta más de 5 metros de altura.




Vieira comenzó a publicar los artículos, uno a la vez, cada día en su página de Facebook llamadaYour Daily Giant. Subsecuentemente, tras varias publicaciones con buena acogida, los escépticos blogueros no se hicieron esperar. Uno de los detractores, Jason Colavito, proclamó que los reportes publicados eran malas interpretaciones de huesos de mastodonte o mamut o bien meras falsificaciones. El escéptico también argumentó que la paleopatología moderna podía explicar algunos de los reportes debido a que el repetido congelamiento y descongelamiento de huesos enterrados era «suficiente para convertir un cuerpo promedio en uno gigante». Ambas aseveraciones de Colavito serán refutadas con creces en las siguientes líneas.

En febrero de 2014, Andrew Collins y yo comenzamos una investigación detallada de los numerosos reportes de gigantes. Visitamos multitud de sitios con montículos, hablamos con varios arqueólogos, y rastreamos muchas de las historias de esqueletos gigantes hasta su fuente. Lo que encontramos es tan intrigante y tiene un alcance tal que decidí escribir un libro intitulado: «Ruta de Almas: El Viaje de la Muerte Nativo Americano; Cygnus, Orión, la Vía Láctea, Esqueletos Gigantes en Montículos, & el Smithsoniano».




El título refleja nuestro propósito original, i.e., detallar la nueva información acerca de los misteriosos símbolos hallados en los artefactos desenterrados en montículos y lo que significan de acuerdo a las creencias sobre la muerte de los nativo americanos, además de indagar hasta su origen las historias sobre «esqueletos gigantes». En este artículo, nos centraremos solo en los descubrimientos de osamentas.
Tumbas de Gigantes …

A diferencia de lo que dicen los escépticos, encontramos algunos fraudes en los reportes y detallamos algunos importantes en el libro. El más llamativo de ellos fue el de «Los Gigantes de Florida, Tampa», reportado en los periódicos entre 1922 y 1927. También encontramos que otros reportes simplemente se fueron desvaneciendo en el olvido. Esto último implica que eran historias obtenidas típicamente de segunda o tercera mano donde alguien le contaba a alguien que en cierta excavación se habían desenterrado esqueletos de generosas proporciones. Las pistas para este tipo de publicaciones siempre terminaban donde habían empezado, lo que usualmente significa una historia compilada gracias a las remembranzas de los residentes locales.






También notamos que muchos sitios de Internet y algunos libros que tocan irresponsablemente el tema de los esqueletos gigantes, agregan oraciones y «hechos» a la fuente original. Muchos supuestos hallazgos de esqueletos «gigantes» publicados en la red no están correctamente rotulados. Por ejemplo, fotografías de un presunto esqueleto gigante excavado en Serpent Mound, no pertenece a ese montículo y el «gigante» es una imagen de un esqueleto normal desenterrado en Chillicothe. Otras tantas historias eran enigmáticas y sus caminos llevaban a múltiples fuentes, pero, a fines prácticos, no representaban ninguna prueba que se pudiera considerar contundente. No obstante, el hecho es que una proporción substancial de los viejos reportes de esqueletos gigantes fueron escritos fácticamente y con evidencia arqueológica que los respalda. Uno se da cuenta que ciertos arqueólogos modernos y algunos detractores de sillón detestan este último hecho de tal manera que aborrecen a cualquiera que se atreva a tomarse el tema en serio.

Un intrigante conjunto de reportes sobre esqueletos gigantes que puede ser considerado como verídico es el del Montículo de Chickasawba (Arkansas). Una publicación arqueológica que hallamos antes de visitar el sitio relata como esqueletos que van de los 2 a los 3 metros de altura han sido hallados en ese lugar. Un reporte especifica que en 1976 se encontró un esqueleto de más de 2 metros.





Durante las investigaciones realizadas por el Smithsoniano entre 1887 y 1894 (registradas en los Reportes Anuales del Departamento de Etnología), se detallan los hallazgos producidos en los montículos. En nuestra laboriosa pesquisa página por página de estos documentos nos enteramos que los agentes de campo del Instituto descubrieron 17 esqueletos cuya altura rondaba los 2 metros o más. El más grande que figura en los registros es de 2.43 metros. La mayor concentración de estos «gigantes» parece ubicarse en el valle Kanawha, West Virginia, el cual visité junto con los investigadores Brent y Joan Raynes.

Si hacemos un par de análisis estadísticos y los aplicamos a estos esqueletos gigantes hallados en West Virginia para determinar la probabilidad de semejante cantidad de esqueletos con las mismas características concentrados en una sola zona geográfica, no es de sorprender que nos alejemos de cualquier explicación que aluda a la casualidad. El primer análisis asume que los esqueletos fueron medidos correctamente y demuestra que la probabilidad estadística de encontrar tantos esqueletos de «gente alta» en estos montículos es cercana a cero. El segundo análisis, por el contrario, asumió que los esqueletos fueron medidos incorrectamente debido a una «expansión» de la osamenta producida en el transcurrir del tiempo por la presión de las piedras y la tierra. Este último estudio reduce el tamaño de todos los esqueletos cerca de un 7,5%. Los resultados estadísticos también corroboran que la probabilidad de descubrir una gran cantidad de esqueletos altos en estos montículos de West Virginia está muy por debajo de lo que se podría esperar encontrar por casualidad (p > .01). Y, dado que, por poner un ejemplo, los arqueólogos estadounidenses caracterizaron a los esqueletos de la pirámides de Moche como «gigantes» (1.80 mts.), los escépticos no tienen por qué alterarse si rotulamos a estos esqueletos de los montículos —mucho más altos— con el mismo epíteto.



En esencia, para que el Smithsoniano tenga por casualidad en su poder 17 esqueletos de más de 2 metros de altura, tendrían que haber desenterrado 2,5 millones de esqueletos (y este cálculo se vale de estadísticas de altura modernas, no de aquellas en promedio mucho más bajas de los nativo americanos). Resumiendo, hay un misterio genuino aquí. La altura de muchos de los individuos sepultados en los ancestrales montículos de América del Norte era muy superior a la general de la población —escapando a cualquier noción de simple azar.
… Escepticismo de pequeños

Los escépticos alegan que el gigantismo es probablemente la causa de muchos de los reportes de gigantes, pero nunca presentan una evidencia para tal aseveración. Es un débil intento por explicar algo sin investigar realmente el asunto. El gigantismo es extremadamente raro, tan raro que no existen estadísticas de incidencias para esta enfermedad hormonal. En la historia de Estados Unidos hay menos de 100 casos de gigantismo registrados. De hecho, hoy en día la abrumadora mayoría de gente alta —que alcanza o se aproxima a los 2 metros— no tiene ningún desorden de gigantismo. Por otro lado, el porcentaje de humanos modernos que alcanzan los 2 metros de altura es del 0.000007%. En el ancestral mundo de los constructores de montículos, el porcentaje de la población que alcanzaba esa altura debería ser aun menor.

Otra objeción escéptica es que el congelamiento y descongelamiento hace que los esqueletos sean tan grandes que parecen gigantes. Esta objeción es totalmente falsa y carece de sustento. Los textos de paleopatología moderna y otras fuentes afirman que los huesos enterrados que sufren de congelamiento se quiebran y pierden masa —i.e. se achican. En cuanto a los montículos, tampoco existen reportes de confusiones entre huesos humanos y los de mastodontes/mamuts. En un ejemplar de 1884 de la revista Science, Cyrus Thomas, en una inspección de los montículos para el Smithsoniano, detalló el desentierro y recuperación de un esqueleto alto de 2.30 metros en Kanawha Valley. Hallamos bastantes casos similares en otros artículos de periódicos que condensan reportes de campo arqueológicos sobre esqueletos de proporciones muy generosas. Por lo tanto, el mero rechazo de los escépticos hacia el tema responde más a una negación con profundas raíces en procesos psicológicos que a cualquier otra cosa.

Según algunos etnólogos, las leyendas de los nativo americanos detallan la existencia de una raza de gigantes que invadió las regiones donde se ubican los montículos. Estos gigantes se transformaron en líderes y sacerdotes de las tribus. A través de los años, esta clase gobernante se perpetuó en el poder por medio de la herencia, hasta que llegó un punto en el que se corrompieron tanto que las masas se rebelaron contra ellos y los exterminaron.



Sólo podemos especular con quiénes eran realmente estos gigantes o de dónde provenían. Lo cierto es que constituían una élite con conocimientos tan importantes como las grandes tumbas en donde fueron sepultados por los antiguos. Este conocimiento concernía al viaje de la muerte —el tópico en el cual nos enfocamos en el libro. También explica por qué las constelaciones de Orión y Cygnus (Cisne) parecen cobrar suma importancia en cada sitio ancestral.



Cabe destacar que muy poca gente conoce que tan extensivas son, y bien construidas están, las cámaras de piedra que sirvieron como tumbas dentro de los montículos. Son increíbles, se encuentren en montículos grandes o pequeños. Obtuvimos unas pocas fotos de éstas —luego que la tierra fue removida— e incluso yo, luego de visitar miles de montículos de los nativo americanos, no puedo creer que no estuviera al tanto de la existencia de tales cámaras de piedra.



Para concluir, en el libro se habla sobre la presunta conspiración del Smithsoniano. Si nos basamos en la estricta definición de una verdadera conspiración, no podríamos aplicarla por completo a lo que hizo y hace este instituto. Más bien es una suerte de estupidez en el sentido que ellos han ignorado un aspecto de sus propios descubrimientos que es muy intrigante para el público. En vez de llegar al público y motivarlo a investigar más, lo alienan. Uno además nota que la arqueología estadounidense es bastante cerrada, se resiste a cualquier creencia que vaya en contra de lo establecido, y utilizan a los escépticos como «fuerza policial» para silenciar a los críticos. Desde un punto de vista psicológico, están batallando contra sus propias sombras… y esa es una batalla que no puede ser ganada.





A continuación, detallamos algunos descubrimientos producidos en Estados Unidos, en los llamados montículos indígenas nativo americanos que se hallan diseminados principalmente en el Valle del Ohio y a lo largo del Río Mississippi:

Kentucky: «Del montículo de la granja de Edin Burrowes, cerca de Franklin, fueron exhumados, en mayo de 1841, a una profundidad de 3.6 metros, varios esqueletos humanos. Uno, de dimensiones extraordinarias, fue hallado entre lo que parecían ser dos largos troncos cubiertos con un tablón de madera. La mayoría de los huesos estaban intactos. La mandíbula inferior era lo suficientemente grande como para encajar sobre la de un hombre común, con carne y todo; asimismo, los fémures tenían un a longitud 15 centímetros superior a la de cualquier hombre en Simpson County. Dientes, brazos, costillas, y todo, daba evidencia que el esqueleto pertenecía a una desaparecida raza de gigantes». Historia de Kentucky, Lewis Collins.

Jo Daviess County, Illionis: (a) «Casi todos los montículos sobre el risco han sido explorados en los últimos dos o tres años… En las excavaciones se encontró que en el centro de las estructuras había un hueco que se internaba cerca de 1 metro debajo de la superficie original del suelo. Los huesos en este foso indican una raza de humanos gigantescos, enterrados sentados, a los costados y con las piernas apuntando hacia el centro. (b) Cerca de la superficie, en el lado más bajo del montículo, se halló uno de los esqueletos más grandes jamás vistos por los investigadores, las medidas indicaban una altura aproximada de 2.5 metros». La Historia de Joe Daviess Countya; 12º Reporte Anual de la Agencia de Etnología.



Kanawha Valley, West Virginia: «El montículo Nº 11 tiene una base de 10 por 12 metros, y 1.2 de altura. En el centro había una cripta de 2.5 por 1 metro. Allí, entre fragmentos de cortezas en descomposición, yacía un esqueleto de más de 2 metros recostado sobre su espalda y con su cabeza apuntando al oeste. Seis metros desde la cima… dentro de un féretro de madera, un esqueleto de 2.3 metros de altura y 48 cm de hombro a hombro, fue descubierto».12º Reporte Anual de la Agencia de Etnología.

Kanawha Valley, West Virginia: «Dentro del pueblo de Brownstown, a 16 km sobre Charleston y justo debajo de la boca del arroyo Lens, hay otra ancestral tierra funeraria. Hace no mucho tiempo, allí se encontraron dos esqueletos juntos, uno enorme de dos metros de altura y otro de poco más de 1 metro, enano y deforme». Historia de Great Kanawha Valley.






Florida: «Cuando me encontraba trabajando, y habiendo excavado más allá de la cara sureste del montículo, me topé con una gran hacha de piedra, de tamaño tal que nunca había visto una semejante. Cerca de ésta se encontraba el cráneo más grande y perfecto del montículo; a su lado estaba el fémur derecho, la tibia, el húmero, y una parte del radio, con porciones de la pelvis directamente debajo del cráneo. Pero mi entusiasmo se transformaría pronto en decepción, al retirar el cráneo de su lugar de descanso para poder contemplar en detalle los rasgos de este salvaje gigante, se desmoronó en un plazo de dos horas. De acuerdo a las medidas tomadas sobre la osamenta, su altura debió ser superior a los 2 metros». Reporte Anual de la Junta de Regentes del Smithsoniano.

Lousiana: «En la misma línea de anormalidad estaba el hallazgo de un cráneo cuya quijada ostentaba la inusual suma de 40 dientes, poseía 8 incisivos adicionales. La forma de esta calavera hallada en el Montículo Larto, comparada con otras, es sumamente anómala. (…) La anomalía en este caso no se puede atribuir a una desfiguración artificial dado que, de ser así, el desarrollo simétrico de las otras partes hubiera sido imposible. Su destacable configuración no coincide con posibles apósitos u otros aparatos externos, sin duda era algo congénito».Publicación de la Sociedad Histórica de Lousiana.



Grupo de Montículos de Etowah: «La Tumba A, una sepultura de piedra de 75 cm de ancho por 2 metros y medio de largo, y medio metro de profundidad, se construyó colocando bloques de esteatita como paredes, más otros como techo. El fondo consistía en simple tierra endurecida por el fuego. Contenía los restos de un solo esqueleto, yaciendo boca arriba, con la cabeza apuntando al este. Su complexión era pesada y de unos dos metros de altura». 12º Reporte Anual de la Agencia de Etnología.
Negando lo innegable

Los constructores de montículos en América del Norte han sido estudiados arqueológica, antropológica y etnográficamente, señalándose convencionalmente tres grandes periodos o épocas de su desarrollo: el Periodo Arcaico, el Periodo Silvícola y el más reciente, denominado Cultura Misisipiana. Los ejemplos presentados líneas arriba sobre varias características anómalas presentes en los TFU, ilustran su amplia presencia geográfica y cultural.

Cerca de los montículos de Kanawha Valley se han encontrado varios de los objetos más antiguos de la cerámica precolombina, como aquellos de la Cultura Adena (3000 a.C 2100 a.C.). Por otro lado, recientemente se ha sugerido que los sitios en West Virginia podrían llegar a «empujar» hacia atrás los inicios aceptados del período temprano silvícola (llamado en inglésWoodland period) en hasta 400 años.



Luego que los filántropos gubernamentales se hicieran con las arqueología americana a principios del siglo 20, el establishment eligió la política de negar sistemáticamente la existencia de los restos anómalos que se desenterraron en los túmulos funerarios. Ya en 1851, E. G. Squier debunkeaba las teorías de contacto precolombino, y, décadas más tarde, Gerarld Fowke tendría la vil tarea de desacreditar y echar por tierra el trabajo de virtualmente cada investigador en su campo, incluyendo las mediciones de los esqueletos gigantes de sus colegas de la Agencia de Etnología.

El ejercicio de negación llegaría a su punto más dramático durante el mando de Ales Hrdlicka como curador de antropología del Instituto Smithsoniano (c.1903). Este personaje logró hacer un verdadero hobby del vilipendio constante aplicado a los hallazgos de esqueletos gigantes anómalos, tanto a nivel académico como público:


«Los esqueletos gigantes son hoy en día la característica más estereotipada de los reportes de aficionados sobre restos en Florida y otras partes del país. Todos estos reportes… y que quede claro de una vez por todas, son exageraciones».

El Dr. Hrdlicka achacaba todo a la «voluntad de creer» de los antropólogos aficionados y sus reportes que, de una manera u otra, casi siempre encontraban el camino hacia su oficina. Pero un registro del Museo Americano parece demostrar que Hrdlicka, como todo debunker oficialista que se precie, sabía realmente lo que pasaba y, por motivos quizás filosóficos o de mantener elstatu quo de la historia cerrada, debía negar a rajatabla tan colosales hallazgos:


«Los esqueletos de estos aborígenes americanos promediaban una altura que pocas veces bajaba de los 2 metros… Excavando en las dunas bañadas por el sol, en las Islas Golden, Georgia, los arqueólogos han extraído el extraño registro de una asombrosa y prehistórica raza de gigantes. ¿Qué tipo de hombres eran estos? Algunos de los primeros cráneos fueron desenterrados por Preston Holder y ya han sido examinados en el Instituto Smithsoniano por el Dr. Ales Hrdlicka, principal autoridad en el tema».
Cráneos alargados y mandíbulas prominentes

Siguiendo los pasos dejados por los esqueletos gigantes en los montículos nativo americanos, a continuación expondremos más descubrimientos importantes que han sufrido la política de negación y encubrimiento impuesta por el establishmentinstitucional.



Dos eminentes eruditos de la cultura Adena del siglo pasado fueron William S. Webb (asistido por Charles Snow de la Universidad de Kentucky) y Don Dragoo, del Museo Carnegie. Cuando Webb excavó el Montículo Dover en Mason Co, Kentucky, encontró una tumba grupal compuesta por 4 cuerpos, de los cuales uno era inusualmente alto.


«El cuerpo en la tumba 40 es unos de los más grandes de la cultura Adena; la medición in situ desde la cabeza hasta los pies dio como resultado 213 cm». William S. Web, 1959.

Además, los censos de estos enterramientos registran que este esqueleto tenía un cráneo «muy grueso» y pertenecía a un hombre. Las otras sepulturas del Montículo Dover tampoco quedaron exentas de características notables, entre ellas se mencionan «mentón prominente», «cabeza y rostro irregular» y, quizás lo más extraño, «cráneo alargado». También figuran anomalías dentales como «dientes supernumerarios con coronas gemelas en la parte izquierda del maxilar», o «incisivos en forma de pala».

En cuanto al cráneo alargado, Webb y Snow lo atribuyeron a la antigua práctica de la deformación craneal:


«La deformación craneal en los individuos del túmulo Dover excedían por mucho a otros similares hallados en Kentucky, ¡tanto en tamaño como en el volúmen de la bóveda! Cabe destacar que tal práctica ha sido aplicada al extremo en estas calaveras. Esta gente, en conjunto, tenía las bóvedas craneales más alargadas reportadas en cualquier parte del mundo».

Otra característica de TFU documentada por estos investigadores es la de una mandíbula inferior masiva:


«Uno de los rasgos más espectaculares y no-aborígenes presentes entre la gente Adena es su prominente barbilla… Un cráneo del Monticulo Dover, más específicamente el del entierro 25, tiene una barbilla que alcanza los 52 mm. Esta característica fue encontrada en al menos la mitad de los ejemplos observados, lo que es inusual considerando que raramente aparece en esqueletos anteriores como los de la gente Shell Heap o posteriores como los de Hopewell». La Gente Adena, Nº2, Webb y Baby.

Aparte de los esqueletos «gigantes», Snow ratifica el descubrimiento sobre el tipo «enano», mencionado en el pasado en sus anotaciones sobre la famosa pipa Adena de Ross County, en Ohio:


«Más evidencia de sujetos Adena anormales se retrata en una magnífica pieza esculpida, la Pipa Adena… la figura representada es un típico ejemplo de esta forma de enanismo».La Gente Adena, Nº2, Webb y Baby.



El texto da como referencia una excavación en donde se encontró a uno de estos individuos, en Waverly, Ohio. En palabras de Gerald Fowke:


«… un esqueleto de forma peculiar. No llegaba al metro y medio, pero los huesos eran muy gruesos y las articulaciones a las que se adherían los músculos estaban extraordinariamente desarrolladas. El cráneo tenía casi 12 mm de grosor y era de un tamaño inusual, especialmente por detrás de las orejas, aunque la frente era amplia y alta. Los dientes eran grandes, duros y muy poco desgastados». Historia Arqueológica de Ohio, Gerald Fowke, página 372.

En 1958, Don Dragoo halló un esqueleto Adena del tipo gigante cuando investigaba el Montículo Cresap, en West Virginia, como representante del Museo Carnegie. En el subsuelo de la tumba desenterró lo siguiente:


«Las proporciones de este individuo eran considerables. Cuando fue medido en la tumba, su altura era de aproximadamente 2.14 m. Todos los huesos largos eran pesados y poseían marcadas prominencias para la adhesión de los músculos». Montículos para los Muertos, Don Dragoo, 1963.

Este hallazgo, así como una revisión de los primeros trabajos de Webb en el Montículo Dover, influenció en lo que pensaba Dragoo sobre la antropología de los Adena:


«Dos atributos específicos han sido observados repetidamente en este grupo. Uno es el prominente y enorme mentón, a menudo también con prominentes protrusiones bilaterales. El segundo rasgo es el gran tamaño de muchos de los varones y algunas de las mujeres. Un varón de 1.80 metros podría considerarse común, pero algunos de estos individuos superaban en varios centímetros los 2 metros de altura. Por ejemplo, el sepulcro 40 del Montículo Dover y el 54 del Montículo Cresap. Algunas de las mujeres en el Montículo Dover también medían más del metro ochenta de altura. No solo eran altos los Adena, sino que lo macizo de sus huesos indicaba individuos de complexión poderosa. La cabeza era generalmente grande con una amplia capacidad craneal». Montículos de los Muertos, Don Dragoo, 1963.

Para Webb, Snow, y Dragoo, la evidencia claramente apunta a la existencia de un grupo genéticamente relacionado con las élites de los Adena, quienes compartían rasgos en común y probablemente practicaban la endogamia. Cabe agregar que el verdadero número de estos individuos es incierto debido a la tradición de la cremación:


«Si, como la evidencia parece indicar, los enterramientos en las tumbas pertenecían a un selecto grupo, dichos factores hubieran sido de indudable importancia, no solo para el desarrollo del mentón prominente, sino también por su gran estatura. Si sólo ciertos individuos del total de la población eran miembros de este “grupo selecto”, los factores genéticos también habrán desempeñado un papel importante en el asentamiento de un tipo físico único como es el de los Adena… Hasta qué punto estaban extendidos por toda la población los rasgos excepcionales de los enterramientos es algo que desconocemos, pero el estudio de Snow sobre los restos incinerados del Montículo Dover indican que al menos algunos de los individuos entre estos restos incinerados también presentaban los rasgos únicos mencionados. A causa de la práctica común de la cremación entre la mayor parte de los fallecidos, probablemente nunca podamos determinar el alcance de estos atributos especiales en el conjunto de la población». Montículos para los Muertos, Don Dragoo, 1963.

Lo que se puede deducir a partir de lo resumido en este artículo, es la existencia de una élite dentro de las sociedades del final de la era Arcaica y principios del Período Silvícola (Woodland), cuyos miembros eran a menudo enterrados en montículos tras su muerte, y que representaban a cierto tipo de «realeza». Entre estos grupos interrelacionados se encontraban los TFUs. Este elitismo está evidenciado aún con más fuerza por la presencia de niños, algunos de muy corta edad, en los enterramientos, a menudo acompañados por los mismos objetos exóticos que los adultos, como collares de conchas y anillos de cobre. Asimismo, las anomalías dentales y óseas han ayudado a establecer una conexión genética entre los individuos de diferentes yacimientos.

Los descubrimientos de «gigantes» a menudo intentan ser rebatidos con la afirmación genérica de que la estatura media de los Adena oscilaba entre los 1.65 y 1.80 metros. Pero este argumento es una conjetura y una verdad a medias disfrazada de ciencia. No nos interesa la estatura «media» de la población Adena, sino más bien sus características irregulares (y a menudo la estatura anormalmente alta) de su élite.



Además de la literatura profesional, los llamados arqueólogos «aficionados» también han aportado pruebas concluyentes de Tipos Físicos Únicos coherentes en gran medida con los descubrimientos de Dragoo y Webb. En 1908, Louis Welles Murray registró que en Tioga Point, Pensilvania, se descubrió «un esqueleto de un hombre de más de 1.80 metros de altura bajo una cista. La propia tumba fue precintada y trasladada al museo local donde los huesos fueron estudiados por cientos de personas. Otros esqueletos de la misma región eran de «talla inusual; uno, a juzgar por la longitud del fémur, superaba claramente los 2 metros».

Murray, además, documenta el examen de un esqueleto de gran tamaño por parte del Profesor Holbrooke:


«A juzgar por el fémur, debió superar los 2 metros de altura. El cráneo era mucho más grande de lo usual, muy grueso, con la frente anormalmente retraída, y la coronilla plana. Las mandíbulas eran extremadamente fuertes, llenas de dientes largos y perfectos». La Historia de Old Tioga Point y la Antigua Atenas, Pensilvania, Louis Welles Murray.

Después de descubrir sepulturas en su propio jardín, Murray se embarcó en una odisea arqueológica por su cuenta. En 1921, publicó un artículo para American Anthropologist, observando que el fémur, mandíbulas y dientes de uno de los esqueletos de más de 2 metros de alto, se encontraba aún en el Museo de Tioga Point. Incluyó también referencias a muchos esqueletos entre 1.80 y 2.15 metros, con fotografías de objetos, cerámica y del enterramiento in situ de uno de los individuos de gran altura. El artículo también muestra una fotografía de la «Colección Paul Scott», descrita como «una multiplicidad de pequeños hallazgos, que sugieren una raza de pigmeos» y que incorporaba «un amuleto en miniatura y plomadas».



Independientemente del menosprecio a los aficionados, historiadores y anticuarios, las credenciales de Webb, Snow y Dragoo nunca han sido puestas en duda. Con tantos investigadores desparramados a día de hoy en busca de pruebas irrefutables de gigantes u otros seres anómalos para probar su existencia, los autores se preguntan por qué no presentan simplemente los trabajos de William S. Webb y Don Dragoo a los antropólogos, y lo que es más importante, a su público.

Aunque que el concepto de una raza misteriosa por descubrir puede crear un aura de sensacionalismo conveniente para vender libros y DVDs, sentimos que es de lejos mucho más relevante demostrar que los Tipos Físicos Únicos fueron descubiertos por profesionales a lo largo de todo el siglo XX, incluso después de que la política de negación se instituyera, y que aún así el sistema continúa negando sus propias pruebas documentadas y, en definitiva, la verdad.

Por Jason Jarrell and Sarah Farmer.

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