domingo, 18 de febrero de 2018

Ilustraciones de magia oscura, demonios y brujas del Siglo XVIII

Ilustraciones de magia oscura, demonios y brujas del Siglo XVIII







"Tenían que ser ejecutados, habían sido juzgados por el consejo de la ciudad de Salem por brujería. Los prisioneros fueron guiados hasta la colina Gallows, donde el ministro esperaba junto al verdugo. El patíbulo estaba dispuesto para que los sentenciados murieran ahorcados, como dictaban las leyes. Se esperó a los últimos rayos de sol. Mientras los prisioneros daban sus últimos pasos parecían aliviados de morir, fuera por el final del tormento tras la acusación inicial o por un probable reencuentro con su amo. La oscuridad cubrió el último aliento de los sentenciados, mientras la atmósfera se cubría por el eco de las voces que rezaban al unísono".



Samuel Parris se convirtió en el Ministro de Salem en 1688 por invitación de uno de los habitantes más notables de la comunidad. Proveniente de Barbados, viajó desde el país caribeño junto a su esposa, su hija, su sobrina y la esclava de la familia: Tituba. Los primeros años transcurrieron sin incidentes mayores, hasta que en febrero de 1692, en un mes particularmente frío, la hija y la sobrina del Ministro enfermaron y sufrieron de ataques, desmayos y comportamientos epilépticos e histéricos: arrojaban objetos, se movían de manera extraña por los muebles, se arrastraban por el piso y se convulsionaban al mismo tiempo. En sus momentos de lucidez, fueron interrogadas para conocer la causa de su comportamiento, afirmando que durante sus episodios experimentaban "una presencia sobrenatural, inhumana e invisible".

En una sociedad puritana y con la constante amenaza de guerra con las tribus indias de la región a menos de 100 kilómetros, los habitantes de Salem adjudicaron los comportamientos a la intervención del diablo. La situación empeoró cuando tres niñas más exhibieron comportamientos inusuales. Cuando los remedios clásicos fallaron, el concepto medieval de las brujas, quienes se creía podían atacar a los niños, tomó relevancia. Tituba, la esclava barbadense del Ministro, recibió el encargo de preparar un pastel de centeno con la orina de la víctima y alimentar al perro, pues se creía que los caninos eran considerados agentes de las brujas para realizar sus misiones. Sin embargo, Tituba ya estaba bajo sospecha, ya que gustaba de contar cuentos de "presagios, vudú y brujería" a las niñas, historias que provenían del folclor de su cultura.



Ante la incapacidad para descifrar el origen de la fuerza maligna que causaba el aumento en el número de víctimas "poseídas", tres mujeres fueron acusadas de brujería: La esclava Tituba, la pordiosera Sarah Good y Sarah Osburn, quien nunca asistía a la iglesia y escandalizaba al pueblo con sus amoríos. Las niñas "poseídas" afirmaron haber sido atacadas por las mujeres, mientras que otros testigos aseguraban que tras la visita de las acusadas, aparecían animales muertos, y que el queso y la mantequilla se echaban a perder. Tituba, evitando convertirse en un chivo expiatorio, confesó haber sido abordada por un hombre alto proveniente de Boston, quien a veces se aparecía como un perro y otras más como un cerdo, y que le pedía firmar un libro y realizar las misiones que le encargaba. El resto de las mujeres se sumaron a la confesión que destruyó las dudas de los escépticos y detonó la caza de brujas en Salem. Se estima que por lo menos 150 personas fueron acusadas de brujería y 25 fueron sentenciadas a morir en la horca.

Tras el ferviente fanatismo religioso del Siglo XVI, las revoluciones políticas en Europa y Estados Unidos, en conjunto con la Ilustración, aminoraron el poder de las instituciones religiosas en Occidente. Con la llegada del pensamiento crítico y la destrucción de los principales relatos religiosos, la brujería dejó de ser una ofensa criminal en Europa. Prueba de ello es un extraño libro que data de 1775 que lleva por nombre Compendium Rarissimun Totius Artis Magicae Sistematisatae Per Celeberrimos Artis Hujus Magistros. Escrito en alemán y latín, el libro se considera un compendio sobre brujería y demonología que incluye 31 ilustraciones de magia y de monstruos mitológicos greco-romanos, dioses fenicios y seres bíblicos que encarnan al diablo.



La cubierta del libro, en posesión de la Librería Wellcome, cuenta con la leyenda en latín Noli Me Tangere, No tocar, como un intento final para inspirar miedo a los supersticiosos y evitar que tengan acceso a las 112 páginas de magia y diversos símbolos de rituales ocultos.















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