LOS TOROS ALADOS DE NIMRUD
La ciudad de Nimrud, situada junto al río Tigris a unos 30 km al sudeste de Mosul, en el actual Irak, fue una de las principales capitales de la antigua Asiria. Su importancia se mantuvo incluso después de que el rey Sargón II y sus descendientes trasladasen el centro de poder del imperio a otros enclaves como Khorsabad o Nínive. A pesar de ello, a principios del siglo VII a.C. fue casi totalmente destruida por los medos y los babilonios.
Los toros alados o lammasu formaban parte del grupo de criaturas híbridas características de la mitología mesopotámica. Se trataba efectivamente de animales colosales con cuerpo de toro, alas de águila y cabeza de hombre; las patas suelen terminar en cascos, como las de los toros o los caballos, pero a veces tienen garras de león. Layard sugirió que el cuerpo representaba la fuerza del animal, las alas la velocidad de las aves, y la cabeza la inteligencia humana. Los lammasu eran considerados divinidades protectoras frente a las fuerzas del mal, y su función era tanto la de proteger espacios de representación emblemática, como infundir respeto y temor a los embajadores extranjeros, mostrando el poder de la monarquía Asiria. Con ese fin se disponían, normalmente en parejas, a la entrada de los recintos reales o de los templos, acompañados de inscripciones relativas a los logros de los reyes, sus ascendientes y títulos.
Los elementos iconográficos enfatizan esta imagen de poder. La cabeza va rematada con una corona del tipo tiara, que identifica a los seres divinizados; esta tiara puede ser redondeada y con cuernos, como la que llevan los toros de Nimrud, o cuadrada, como la de los toros de Khorsabad, que se conservan en el Louvre. Además, el rostro presenta una abundante barba, símbolo de fuerza y masculinidad, y la representación de la anatomía es especialmente potente. Como nota curiosa, estas figuras estaban pensadas para verse tanto de frente como de perfil, razón por la cual suelen tener cinco patas en vez de cuatro. De esta forma, cuando se ven desde el punto de vista frontal parecen mantenerse firmemente en guardia, sobre sus patas delanteras, mientras que al verse desde el lateral dan la sensación de que caminan en dirección al combate.Más allá de su valor artístico y de su antigüedad, los toros androcéfalos asirios condensan una gran cantidad de significados culturales y religiosos de una de las primeras grandes civilizaciones de la historia de la humanidad. Y desde luego no pudo ser más afortunado su hallazgo y su traslado a varios museos occidentales para asegurar su oportuna conservación. Hace un par de días hemos conocido la destrucción intencionada de los pocos ejemplares que quedaban de estas obras de arte en Mosul, por parte de los fundamentalistas del Estado Islámico. Un acto de salvajismo como éste constituye una tragedia de incalculable valor no sólo contra la historia y la cultura ancestrales de Oriente Medio, sino contra el patrimonio mundial. Las autoridades internacionales deben intervenir de inmediato para evitar que continúe esta barbarie cuyo único objetivo es resetear nuestra memoria, cercenar nuestra libertad e imponer el totalitarismo.
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