domingo, 31 de julio de 2022

La Inquisición y la leyenda de Susona

 



La Inquisición y la leyenda de Susona

Diego de Susán fue procesado en el primer Auto de Fe y quemado por judaizante






El siglo XV discurría convulso en el territorio peninsular, con enfrentamientos civiles y banderías nobiliarias que socavaban el poder de la corona, hasta que la situación cambia drásticamente con el acceso al trono castellano-aragonés de los Reyes Católicos, los cuales tomarán duras medidas para sofocar levantamientos y pacificar sus reinos. En ese sentido, refundan la Inquisición con el propósito de conseguir la unidad política y religiosa mediante el control de los judeoconversos, que ejercían numerosos cargos de responsabilidad civil o eclesiástica, y envían tres dominicos a Sevilla para su puesta en marcha. La inminente llegada de los inquisidores en 1480 provoca desasosiego en el concejo municipal, ocupado en buena parte por conversos que ostentaban el control político y económico de la urbe. Diego de Susán es el hombre con más poder en esos momentos, regidor y caballero veinticuatro de Sevilla nombrado por la misma reina Isabel "por los muchos e leales seruiçios que me auedes fecho y fasedes de cada dia".

Según datos historiográficos nebulosos, Susán tendría dos hijas, Sara y María Pinta, contando la leyenda que Sara (vulgo Susona) habría denunciado una supuesta trama encabezada por su padre contra los inquisidores. Todo el artificio romancesco se basa en un manuscrito de autor desconocido conservado en la Biblioteca Colombina: "Relación de la junta y conjuración que hicieron en Sevilla los judíos conversos contra los inquisidores que vinieron a fundar y establecer el Santo Oficio de la Inquisición". Por lo demás, no existe referencia documental directa autentificada que avale estos sucesos, ni de la conspiración ni de la traición de Susona, y así lo concluyen relevantes investigadores como Benzion Nethanyahu o Juan Gil, que sólo estiman la posibilidad de que los regidores hispalenses se reunieran para organizarse ante la inmediata fundación del Santo Oficio. Es constatable que Diego de Susán fue procesado en el primer Auto de Fe -celebrado el 6 de febrero de 1481- y quemado por judaizante en el Prado de San Sebastián sin acusación alguna de conjura, al igual que otros prohombres de la capital del Guadalquivir.

La legendaria historia sería amplificada y difundida en el siglo XIX por José Amador de los Ríos y el padre Fidel Fita. Desde esos tiempos, existe en el Barrio de Santa Cruz una calle con el nombre de Susona, antigua de la Muerte, y una placa que refleja su calavera, pues la "fermosa hembra" habría ordenado en testamento que su cabeza fuese expuesta en la fachada de su casa paterna para la expiación perpetua de sus pecados. En realidad, Diego de Susán no residía en este barrio, pues fue registrado como vecino en la collación de San Isidoro. Quizá, los aires románticos que impregnaron la centuria decimonónica tiñeran las ligeras plumas de ilustres escritores de un colorido relato que conviene considerar y mostrar a los visitantes de la antigua judería como lo que es, una apasionante y envolvente leyenda.





Susona

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La Bella Susona, en un azulejo de una glorieta del parque de María Luisa de Sevilla, en España
La calavera de la Bella Susona, en la puerta de donde se encontraba su antigua casa.

Susona, apodo de Susana Ben Susón, fue una judía de Sevilla del siglo XV. La leyenda sobre ella dice que era conocida por su belleza y que se retiró a un convento tras delatar a su padre, Diego Susón, que estuvo en un grupo que tramaba un complot contra los cristianos.

Sin embargo, Susona era pareja de un caballero cristiano, y por miedo de los cauces que estaba tomando la situación, le contó todo a su pareja. El cristiano acudió al asistente mayor de la ciudad de Sevilla, Diego de Merlo, para informarle de lo que le había contado Susona. Diego de Merlo acudió con tropas a una de las reuniones y arrestó a todos los judíos del grupo, que fueron condenados a muerte.​ El grupo lo formaban Diego Susón, Pedro Fernández de Venedera, Juan Fernández de Albolasya, Manuel Saulí, Bartolomé Torralba, los hermanos Aldalfe de Triana y unas veinte personas distinguidas de SevillaUtrera y Carmona, como mercaderes y escribas.

Susona sufrió un gran sentimiento de culpa por haber traicionado a su padre. Se confesó con el arcipreste Reginaldo Romero, que la bautizó. Posteriormente, se retiró varios años a un convento.​

A su muerte dispuso en su testamento que su cabeza fuera colgada de la puerta de su casa, en el barrio Santa Cruz de Sevilla, para recordar a la gente su traición.​ La cabeza permaneció ahí, al menos, hasta el año 1600.​ En la actualidad un azulejo muestra la calavera.

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