viernes, 21 de abril de 2017

La misteriosa ciudad "Z" del Coronel Fawcett

La misteriosa ciudad "Z" 
del Coronel Fawcett

La historia de la búsqueda del Paititi recuerda la del coronel inglés Percy Harrison Fawcett, que dedicó años a la exploración y al trazado de las fronteras en el centro casi inexplorado de la selva sudamericana. Eso pasaba a principios del Siglo XX.



Fawcett Percy Harrison Fawcett, oficial y explorador (1867-1925) inglés. Después de su servicio en el Ejército británico en Ceilán, dirigió, en cinco campañas, los trabajos de delimitación de las fronteras de Bolivia (1906-1912). Después del primer viaje en Mato Grosso (1914), se fue a la guerra de 1914-1918, donde ganó sus galones de coronel. Dirigió, entre 1919 y 1925, dos otras expediciones en Brasil en busca de una antigua ciudad megalítica y desapareció en el curso de la segunda.
Estaba convencido, y eso le costó la vida, que algunas grandes ciudades antiguas existían en las selvas más lejanas del Brasil. Estas ciudades habían precedido, según el coronel, la cultura inca de la costa occidental y sus constructores habrían venido del este: se trataba, a su modo de ver, de refugiados de tierras absorbidas por el océano. Un tema muy a la moda a este principio de siglo:
“La conexión entre la Atlantida y algunas regiones de la cuenca amazónica”, decía el coronel, “explicaría muchos problemas por otra parte insolubles.”
No podemos naturalmente suscribir a tales hipótesis.
Sin embargo, algunos miembros de expediciones españolas y portuguesas ya indicaron la presencia de no Indios en Centroamérica y en Sudamérica a partir del siglo XVI. Él mismo Fawcett se había propuesto hablar, durante sus numerosas expediciones, de hombres blancos, quienes, varias generaciones antes, habían construido algunas “grandes ciudades”, que existían siempre en las profundidades de las selvas lluviosas.

Varios Indios informaron a Fawcett que algunas de estas ciudades en ruinas siempre estuvieron habitadas por algunos descendientes de los constructores originales y que muchas tribus salvajes formaban una clase de barrera contra posibles intrusos. El coronel se entrevistó, durante su búsqueda de estas ciudades misteriosas, con varios supervivientes de expediciones idas en busca de tesoros, cuyos camaradas extienden muertes o habían desaparecido. Fawcett desapareció él mismo en la selva amazónica, cerca del río Xingu, en Brasil, en 1925.

Las palabras que pronunció antes de comprometerse en su última expedición podrían servirle de epitafio:

“Que alcanzamos nuestro objetivo y que volvíamos de nuevo, o que había nuestros huesos desecarse al sol, una cosa es cierta. La respuesta de la enigma de la Sudamérica antigua - y quizá del mundo prehistórico -, nos aparecerá cuando estas antiguas ciudades se abran a la investigación científica. Estas ciudades existen, lo sé (...) Yo mismo vi una parte de la una de ellas; es para eso que me sentí irresistiblemente empujado a darse la vuelta. Los vestigios parecían ser los de un puesto avanzado de una de las grandes ciudades que, se descubrirá estoy convencido, al mismo tiempo que muchas otras si se procede a investigaciones bien organizadas.”

Al fin de su última carta, escrita desde “Dead Horse Camp”, así nombrado porque su caballo se murió en este lugar en la época de su expedición de 1921, el coronel inglés indicaba que esperaba alcanzar el objetivo de sus investigaciones una semana más tarde.

” ¡Cuando volvamos de nuevo, escribía, la historia que diremos deberemos hacer temblar el mundo! ‘‘Pero Fawcett nunca volvió de nuevo. El Eldorado que buscaba debe, quizá, ser aún al fondo de la selva...

”Era un hombre de un valor indomable,” decía él celebra explorador inglés Peter Fleming, que, más tarde, intentó encontrar su rastro para saber si estaba aún con vida, “sus facultades de resistencia eran extraordinarias. Los insectos, las fiebres, las privaciones, nada lo amilanaban”.

Fueron sin ninguna duda estas facultades casi carismáticas de narrador y resistencia sobrehumana que explican el inmenso renombre del coronel, y el número de las tentativas hechas para venir a su ayuda. En realidad, sin embargo, el misterio que rodea el destino de Fawcett no se refiere tanto a la manera en que murió, ya que hay una docena de explicaciones naturales a eso, que la famosa “ciudad perdida” de sus investigaciones... que no descubrió, probablemente, nunca. La cadena de montañas donde la situaba se reveló inexistente a la cartografía y a la fotografía aérea de la región donde la situaba, es decir el Mato Grosso. Pero eso recuerda otras fotografías...


El manuscrito portugués


Manuscrito portugués Primera página del famoso manuscrito portugués, conservado en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, Brasil, bajo la referencia MSS 512 ¿De dónde Fawcett tenía, sus fuentes ?

De un documento portugués que data del siglo XVIII y que describe esta montaña y una “ciudad olvidada” situada a sus pies. Thierry Jamin encontró el rastro de este manuscrito portugués en 1993. Se conserva actualmente a la Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro, en Brasil. Él informa la historia de un aventurero portugués que había emprendido de encontrar, en los años 1740, el rastro de legendarias minas de diamantes, las, dichas, de Muribeca, que se decía perdidas, en alguna parte del fondo del “sertao” brasileño, desde el siglo XVI...



El continente perdido en el infierno verde amazónico 1906 – 1925 Colonel Fawcett

Las ocho expediciones de Percy Harrison Fawcett, en el centro de la Amazonia, constituyen una de las más extraordinarias aventuras del siglo XX. Coronel de la British Army, prototipo del explorador inglés a la vez visionario y flemático, Fawcett se había jurado -sobre la fe de antiguas crónicas portuguesas- encontrar las ruinas de una antigua ciudad de la Atlántida ocultada en la oscuridad de la selva brasileña.

Su descubrimiento, en el suroeste del Mato Grosso, de una inmensa meseta rocosa delimitada de acantilados inaccesibles, debía inspirar a Sir Arthur Conan Doyle su famosa novela fantástica “El Mundo Perdido” (1912), que tiene para marco un macizo montañoso poblado de animales prehistóricos supervivientes del Diluvio...

Fawcett desapareció durante su octava expedición, en circunstancias que siguen siendo misteriosas hasta ahora. Se emitieron las hipótesis más locas. ¿Termino por descubrir la fabulosa ciudad megalica? ¿Cayó bajo los golpes de los Indios del Mato Grosso? ¿Se volvió el rey blanco de una tribu desconocida? ¿Termino sus días, afectado de amnesia, errante a través de la selva virgen? Numerosos exploradores se lanzaron a su investigación y algunos, a su vez, no volvieron nunca.

Su Obra póstuma publicada en 1953 por el hijo del explorador, Brian Fawcett, a partir de sus Diarios y notas, “El Continente Perdido” contiene por otra parte una apasionante descripción de la vida en los puestos de cosecha de cauchuteros de la selva amazónica al principio del siglo pasado.



El Manuscrito Portugués de Coronel Fawcett

La historia del manuscrito

Alvarez se fallaba sobre una tierra desconocida, quién iba a convertirse en más tarde el Brasil. Único superviviente del naufragio, se encontró solo frente a los terribles salvajes caníbales Tupinambas. Fue salvado por milagro gracias a una joven India quién cayó enamorada de él. Se casaron juntos.

De esta unión nació un niño, Melchior Dias Moreya, que vivió la mayor parte de su vida con los Indios. Él mismo tuvo un hijo, Roberio Dias, que, mientras que había aún un joven hombre, conocía bien las minas de oro y piedras preciosas de su padre.

Hacia 1610, Roberio Dias se volvió ante el rey de Portugal, Don Pedro II, con el fin de suministrarle los secretos de las minas de su padre a cambio de un título de nobleza : Marqués das Minas...

Pero el rey no le presto oídos y, por codicia, mando a Roberio Dias a prisión. Este último, negándose a suministrar su secreto hizo dos años, antes de morir en 1622. No se descubrió nunca el secreto de las minas.

Durante años, expediciones peinaron el país para intentar encontrar el rastro de estas minas fabulosas. En los años 1740, un aventurero portugués, cuyo nombre se ignora, fue a su investigación y informó de un extraño relato inscrito en un manuscrito de una decena páginas.

Después de un interminable viaje, que duró de numerosos años, este Portugués descubrió los restos de una ciudad grandiosa, al pie de una cadena de montañas, al oeste de la cuenca amazónica. Una descripción detallada de la ciudad y la reproducción curiosas de “inscripciones hieroglíficas” se inscribe en este informe, redactado por el autor mismo del viaje, a la atención del virrey del Brasil, Don Luis Peregrino de Carvalho Menezes de Athayde.

Los detalles contenidos en este manuscrito, parcialmente destruido, sobre la ciudad supuestamente visitada, así como sus alrededores, son muy curiosos : ¡ como en la zona de las pirámides, los vestigios descritos se elaboraban a la sombra de un macizo montañoso -que no podía ser sino una pre cordillera !-, orientados igualmente, sureste noroeste ; un río, una selva ininterrumpida, la presencia de Indios feroces son común a las dos zonas. Por a otra parte, el autor anónimo describe “grandes bloques armados por juntas sin mortero”, lo que es característico de la arquitectura andina. Es necesario destacar también las precauciones tomadas por éste, con el fin de no hacerse situar por posibles habitantes de la ciudad, o por, dicho, una guarnición española. Lo que muestra que el aventurero pensaba ser muy cerca del imperio colonial español... y en consecuencia cerca de Perú.

Estos índicios parecen demostrar una interpretación errónea de Fawcett, que buscó esta ciudad, a nuestro modo de ver, insuficientemente al oeste del Mato Grasso. El informe describe también “murallas cubiertas con malas hierbas”, de “templos inmensos”, etc.

¿Resumidamente, la ciudad de Fawcett no era Paititi ? El futuro lo dirá quizá...


Se titula este documento portugués, cuyo rastro encontramos en Río en 1993, se data de 1753 y "Relaçao historica de huma occulta e grande provoaçao antiguissima sum moradores que se descubrio anno de 1753", o sea, en español, “Relación histórica sobre un bien ocultado y antiguo hábitat urbano y sus descendientes, que se descubrieron en 1753”.


LA CIUDAD Z
El teniente coronel Percival Harrison Fawcett (Torquay, Inglaterra, 18 de agosto 1867–¿Río Xingú?, Brasil, 29 de mayo 1925) fue un militar, arqueólogo y explorador británico. Junto con su hijo Jack y el amigo de éste, Raleigh Rimell, Fawcett desapareció bajo circunstancias desconocidas en 1925 durante una expedición para encontrar "Z" - como él llamaba a una antigua ciudad perdida que creía ser El Dorado, en la selva inexplorada de Brasil.1

Fawcett nació el 18 de agosto de 1867 en la localidad de Torquay del condado de Devon, Inglaterra hijo de Edward B. y Myra Fawcett.2 Recibió su educación en el Newton Abbot Proprietary College. Su padre, nacido en la India, era miembro de la Royal Geographical Society, y, evidentemente, de él heredó Percy su interés por la aventura y las exploraciones. Su hermano mayor Edward Douglas Fawcett (1866-1960) era un alpinista, ocultista oriental y escritor de novelas populares de aventuras.

En 1886 recibió un destino en la Artillería Real y sirvió en Trincomalee, Ceylán donde además conoció a su esposa. Más tarde trabajó para el servicio secreto británico en África del Norte y aprendió técnicas de topógrafía. También fue amigo de los escritores H. Rider Haggard y Arthur Conan Doyle; Sir Arthur Conan Doyle usaría más tarde sus informes como fuente de inspiración para su famosa novela "El mundo perdido".

Primeras expediciones
La primera expedición de Fawcett a Sudamérica fue en 1906, cuando a la edad de 39 años viajó a Brasil para cartografiar un área de la selva en la frontera entre Brasil y Bolivia, (pampas del Río Heath), por encargo de la Royal Geographical Society, que había sido comisionada para cartografiar el área como una tercera parte imparcial en una disputa fronteriza. Llegó a La Paz en junio. En su expedición de 1907, Fawcett afirmó haber visto y disparado a una anaconda gigantesca de 62 pies de largo, por lo que fue extensamente ridiculizado por la comunidad científica. Describió otros animales misteriosos, desconocidos para la zoología, como un pequeño perro de apariencia felina casi del tamaño de un foxhound inglés, que afirmó haber visto dos veces, o la araña gigante Apazauca, que se decía que había picado a varios habitantes del lugar.3 4

Fawcett realizó siete expediciones entre 1906 y 1924. Se llevaba bien con los lugareños sobre todo gracias a los regalos, paciencia y comportamiento amable. En 1908, rastreó la fuente del río Guaporé y en 1910 hizo un viaje al río Heath (en la frontera de Perú y Bolivia) para encontrar su origen. Después de su expedición de 1913 supuestamente afirmó haber visto perros con narices dobles. Estos pudieron haber sido sabuesos andinos de dos narices.5 Sobre la base de una investigación documental, Fawcett formuló sus teorías sobre la "Ciudad Perdida de Z" en Brasil al inicio de la Primera Guerra Mundial. Por aquel entonces regresó a Gran Bretaña para el servicio activo, se ofreció como voluntario para el frente en Flandes, y encabezó una brigada de artillería a pesar de tener casi cincuenta años de edad. Después de la guerra regresó a Brasil para estudiar la fauna local y la arqueología.

Búsquedas de una civilización prehistórica

Primera página del manuscrito 512.
Fawcett había estudiado antiguas leyendas y archivos históricos, convenciéndose de que una ciudad perdida existió en algún lugar de la región de Mato Grosso, una ciudad, a la que puso el nombre de "Z". Según el propio Fawcett, su principal fuente escrita era un documento portugués del siglo XVIII, dejado por un grupo de cazadores de fortuna que anduvieron durante 10 años por regiones interiores de Brasil, descubriendo finalmente una antigua ciudad en ruinas (la ciudad perdida del Manuscrito 512). Para Fawcett, aquella ciudad, o ciudad de Raposo, como la prefería llamar, era una de las varias ciudades perdidas del Brasil, remanentes de una vieja civilización (la Atlántida), cuyo pueblo había degenerado, pero aún conservaba vestigios de un pasado olvidado, en momias, pergaminos y láminas de metal cinceladas.

Otro testimonio de la existencia de aquella civilización prehistórica lo representaba para Fawcett una extraña estatuilla de basalto negro, de 25 cm de alto, cuyo origen no se pudo identificar claramente. Fawcett la obtuvo de su amigo H. Rider Haggard y la llevaba consigo en su última expedición. Tras recurrir a la ayuda de un psicometrista, según relata Fawcett, averiguó que la estatuilla era de origen atlante.

En 1921 Fawcett emprendió una expedición por Bahía, guiándose tanto por el Manuscrito 512, como por el testimonio de otro viajero británico, el coronel O´Sullivan Beare, ex cónsul en Río de Janeiro, quien afirmaba haber visitado una ciudad perdida parecida a la del Manuscrito 512, a pocos días de camino de la ciudad de Salvador de Bahía.

Según menciona Fawcett en su libro, después de recorrer la región del río Gongogi logró reunir nuevos testimonios de la existencia de ciudades perdidas.

Expedición final
En 1925, con el apoyo de un grupo financiero basado en Londres, denominado The Glove ("El Guante"),6 Fawcett regresó a Brasil con su hijo mayor Jack para realizar una expedición con el propósito de descubrir aquellas ciudades perdidas. Antes de partir, Fawcett dejó instrucciones declarando que si él y sus compañeros no volvieran, ninguna expedición de rescate debería ser enviada, o de lo contrario, los rescatadores sufrirían su mismo destino.

Siendo un hombre con años de experiencia, Fawcett viajaba con todos los pertrechos cuidadosamente escogidos, como alimentos enlatados, leche en polvo, armas, pistolas de bengalas y, por supuesto, un sextante y un cronómetro (inventado por John Harrison) para determinar la latitud y la longitud. También escogió personalmente a sus compañeros para esta expedición, ambos elegidos por su salud física, habilidad y lealtad el uno al otro: su hijo mayor Jack Fawcett y el amigo de muchos años de Jack, Raleigh Rimell. Fawcett eligió a sólo dos compañeros, de modo que podrían viajar más ligeramente y pasar más desapercibidos por las tribus de la selva, siendo algunas de éstas hostiles hacia los exploradores. En aquel entonces, muchas tribus aún no habían entrado en contacto con los blancos.

El 20 de abril de 1925, su última expedición partió de Cuiabá. Además de sus dos compañeros, Fawcett iba acompañado por dos arrieros brasileños, dos caballos, ocho mulas y dos perros. El último mensaje de la expedición databa del 29 de mayo de 1925, cuando Fawcett le escribió una carta a su esposa en la cual le decía que estaba listo para entrar en territorio inexplorado acompañado únicamente de Jack y Raleigh Rimmell; la carta fue enviada con ayuda de un mensajero indígena. Se informó que estaban cruzando el Alto Xingú, un afluente sudoriental del Río Amazonas. La última carta, escrita en Dead Horse Camp, indicaba su ubicación y tenía un tono optimista. Desde entonces nada más se supo de ellos.

Muchos supusieron que los indígenas locales los habían matado, ya que en aquel entonces varias tribus habitaban en las cercanías: los Kalapalos, quienes fueron los últimos en verlos, o los Arumás, Suyás, o Xavantes, en cuyo territorio estaban entrando. Ambos jóvenes ya estaban enfermos y caminaban con dificultad cuando fueron vistos por última vez, pero no hay ninguna prueba de que fueran asesinados. Es probable que murieran de causas naturales en la selva brasileña.

En 1927 una placa de identificación con el nombre de Fawcett fue encontrada en una tribu indígena. En junio de 1933 una brújula de teodolito perteneciente a Fawcett fue encontrada cerca de los indios Baciary del Mato Grosso por el coronel Aniceto Botelho. Como se pudo averiguar posteriormente, la placa con el nombre de Fawcett era de la época de su expedición de 1921 y lo más probable es que el coronel la hubiera ofrecido como regalo al jefe de la tribu; en el caso de la brújula también se pudo probar que había sido dejada antes de que Fawcett se hubiese adentrado en la selva en su viaje final.

Expediciones posteriores, explicaciones y teorías
Rumores e informes no verificados
Durante las décadas siguientes, varios grupos efectuaron expediciones de rescate sin resultados. Lo que lograron recopilar solamente fueron varios rumores que no podían ser verificados. Además de relatos según los cuales Fawcett había sido muerto por indios o animales salvajes, existía una historia según la cual Fawcett había perdido la memoria y pasó el resto de su vida como jefe de una tribu de caníbales.

Aproximadamente cien de los “potenciales rescatadores” perecieron en más de 13 expediciones enviadas para desvelar el destino de Fawcett.[cita requerida] Una de las primeras expediciones estaba dirigida por el explorador estadounidense George Miller Dyott en 1927; quien afirmó haber encontrado pruebas de la muerte de Fawcett a manos de los indios Aloique, pero la veracidad de su historia fue pronto puesta en duda. Una expedición de 1951 desenterró huesos humanos que más tarde resultaron no tener relación con Fawcett o sus compañeros. Los indios de la tribu Kalapalo capturaron a la expedición de 1996, pero los liberaron unos días más tarde cuando los expedicionarios les habían dejado todo su equipo.


Historia de Villas-Bôas
El explorador danés Arne Falk-Rønne viajó al Mato Grosso en la década de 1960. En un libro de 1991 escribió que supo el destino de Fawcett de boca de Orlando Villas-Bôas, quién lo había oído de uno de los asesinos de Fawcett. Por lo visto, el coronel y sus compañeros tuvieron un accidente en el río y perdieron la mayor parte de los regalos que habían traído para las tribus indígenas. Seguir el camino sin regalos resultaba ser una violación del protocolo local; ya que los miembros de la expedición entonces estaban todos más o menos seriamente enfermos, la tribu Kalapalo que ellos encontraron decidió matarlos. Los cadáveres de Jack Fawcett y Raleigh Rimell fueron lanzados al río; el coronel Fawcett, considerado un anciano y por lo tanto distinguido, recibió un entierro apropiado. Falk-Rønne visitó la tribu Kalapalo y relató que uno de sus miembros había confirmado la historia de Villas-Bôas sobre cómo y por qué Fawcett había sido asesinado.

¿Los huesos de Fawcett?
En 1951 Orlando Villas-Bôas supuestamente recibió los huesos restantes del esqueleto de Fawcett y los hizo analizar científicamente. Según se afirma, el análisis confirmó que los huesos pertenecían a Fawcett. Sin embargo, Brian Fawcett (1906-1984), hijo menor del coronel, rehusó aceptarlos. Villas-Bôas afirmó que Brian estuvo demasiado interesado en obtener dinero de la venta de libros sobre la desaparición de su padre. El análisis científico posterior confirmó que los huesos no eran de Fawcett.10 Desde 1965 los huesos, según se informa, descansaban en una caja en el apartamento de uno de los hermanos Villas-Bôas en São Paulo.

En 1998 el explorador inglés Benedict Allen intentó dirigirse a los indios Kalapalo, los que, según Villas-Bôas, habían admitido que mataron a los tres miembros de la expedición Fawcett. Un anciano de los Kalapalo, Vajuvi, afirmó durante una entrevista con Allen filmada por la BBC que los huesos encontrados por Villas-Bôas aproximadamente 45 años antes no eran realmente de Fawcett.11 12 Vajuvi también negó que su tribu hubiese tenido participación alguna en la desaparición de Fawcett. No existe prueba contundente alguna que apoye una u otra declaración.

Documental ruso
En 2003 una película documental rusa, "Проклятье золота инков / Экспедиция Перси Фоссета в Амазонку" (La maldición del oro de los incas / Expedición de Percy Fawcett al Amazonas), fue realizada como parte de la serie de TV "Тайны века" (“Misterios del siglo”). Entre otras cosas, la película se concentra en la expedición de Oleg Aliyev al lugar supuestamente aproximado al último paradero de Fawcett, así como en las conclusiones, impresiones y presunciones de Aliyev sobre el destino del coronel desaparecido.

Comuna en la selva
El 21 de marzo de 2004 el periódico británico The Observer relató que el director de televisión Misha Williams, que había estudiado los documentos personales de Fawcett, creyó que Fawcett no había tenido la intención de volver a Gran Bretaña, sino que más bien había deseado fundar en la selva una comuna basada en principios teosóficos y la adoración de su hijo Jack.13 Williams planteó su investigación con algunos detalles en el prefacio a su obra teatral AmaZonia, estrenada por primera vez en abril de 2004.14

La ciudad perdida de Z

En 2005 David Grann, reportero titular de la revista The New Yorker, visitó la tribu Kalapalo y descubrió que ésta había transmitido una historia oral sobre Fawcett, uno de los primeros blancos que la tribu había visto. La historia oral decía que Fawcett y su grupo se habían quedado en su pueblo y luego se habían marchado en dirección hacia el este. Los Kalapalos advirtieron a Fawcett y sus compañeros que no tomaran ese camino, pues serían muertos por los "indios feroces" que ocupaban aquel territorio. Sin embargo, Fawcett insistió en ir. Los Kalapalos observaron el humo de la fogata de la expedición cada tarde durante cinco días antes de que desapareciera. Los Kalapalos dijeron que estaban seguros de que los indios feroces los habían matado.15 El artículo también relata que una civilización monumental llamada Kuhikugu realmente pudo haber existido cerca de donde Fawcett buscaba, como fue descubierto recientemente por el arqueólogo Michael Heckenberger y otros.16 Los hallazgos de Grann están detallados en su libro The Lost City of Z (2009).

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