el diciembre 17, 2019

En: Heinrich Khunrath, Amphitheatrum sapientiæ æternæ, solius veræ, Hamburgo, 1595, np.
El Hermafrodito encarna el misterio y la perfección de la unión de los contrarios. Su existencia se asocia al caos originario previo a la ordenación del cosmos, cuando todo estaba todavía unido e indiferenciado. En ese contexto se integra el mito del hermafrodito platónico, por el que su dualidad podía unir bien seres mitad hombres y mitad mujeres, o bien doblemente varones o hembras. Se consideraba que posteriormente el ser humano anhelaría precisamente ese estado primordial. Así, se explicaría el amor como un deseo nostálgico de unificarse de nuevo en un ser doble. Asimismo, en la tradición hebrea, concretamente en el círculo rabínico del Zohar, se defendía que Adán fue creado andrógino como reflejo de la perfección de Dios, quien sería bisexual al ser Todo en sí mismo. Esta unión de lo masculino y lo femenino como expresión de perfección divina es común en múltiples religiones. De hecho el Hermafrodito occidental es el equivalente del Ying y el Yang orientales.

En este grabado se muestra la ordenación/creación del cosmos y los elementos, bajo la voluntad divina como la Sabiduría Absoluta materializada en el triángulo superior. En su centro el Hermafrodito se define como un ser unisexual, macho y hembra. En la alquimia se conoce como el “Rebis”, es decir “dos cosas” en latín. El principio masculino se muestra como el Sol ya que se asocia a lo caliente y seco, mientras que el principio femenino sería la Luna al vincularse con la materia fría y húmeda. Su unión es la fecundidad y el origen de todo. Por ello de sus senos mana el “Agua de vida” y ésta se combina con la “Materia prima” que sostienen, como el huevo filosófico que contiene el germen de todo lo que se desarrolla.
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