jueves, 16 de octubre de 2025

tumba de Richard Leroy McKinley, víctima del Incidente SL-1



En el Cementerio Nacional de Arlington, Estados Unidos, se encuentra una de las sepulturas más peligrosas del mundo: la tumba de Richard Leroy McKinley, víctima del Incidente SL-1, uno de los accidentes nucleares más graves en la historia del país.
El acceso al lugar está estrictamente restringido. Los guardias tienen orden de abrir fuego ante cualquier persona que intente acercarse con una pala o realizar excavaciones. La advertencia es clara: acercarse demasiado puede costar la vida.



Bajo el suelo se oculta un enorme sarcófago metálico, de más de tres metros de largo y con paredes de 30 centímetros de espesor, dentro del cual hay varias capas de contención: sarcófagos más pequeños, un ataúd forrado en plomo, y un sellado al vacío con materiales especiales que evitan la liberación de radiación.

McKinley falleció en 1961, cuando una prueba fallida del reactor experimental SL-1 del Ejército estadounidense liberó una dosis letal de radiación. La exposición fue tan intensa que su cuerpo se convirtió en una fuente mortal de contaminación radiactiva, razón por la que tuvo que ser encerrado bajo múltiples capas protectoras.

Más de seis décadas después, el cuerpo de Richard Leroy McKinley permanece sellado y aún representa un riesgo radiactivo, convirtiendo su tumba en un recordatorio silencioso de los peligros de la energía nuclear y del precio humano de la experimentación atómica

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