sábado, 13 de septiembre de 2025

El 'Bobo de Coria' que no era tan bobo: el bufón extremeño que engañó a la corte La increíble historia de Juan Calabacillas en la época de Felipe IV






El 'Bobo de Coria' que no era tan bobo: el bufón extremeño que engañó a la corte
La increíble historia de Juan Calabacillas en la época de Felipe IV



Juan Calabacillas o "El Bobo de Coria" / Velázquez



Jennifer Perera



En tiempos de Felipe IV, cuando la pompa y el protocolo reinaban en los palacios, existía una figura que rompía con la solemnidad de la corte: el bufón. Y entre todos ellos, hubo uno que se hizo legendario, no solo por su apariencia o por su gracia, sino porque supo jugar sus cartas mejor que nadie: Juan Martín Martín, conocido como Juan Calabacillas o, erróneamente, como 'El Bobo de Coria'.
Un origen humilde y un destino inesperado

Nacido en Calabazas, una pequeña alquería de Caminomorisco en Las Hurdes, Juan era un personaje peculiar. Era enano, bizco y con algunos rasgos deformes, pero también era un hábil comediante con una chispa que lo hacía irresistible. Su fama comenzó cuando el Duque de Alba y Marqués de Coria, en sus expediciones por la región, lo conoció y decidió llevarlo a su palacio en Coria.


En aquellos tiempos, los nobles solían rodearse de bufones para amenizar sus veladas. Se les trataba poco menos que como mascotas, recibiendo alojamiento, vestido y, en ocasiones, sobras de la mesa. Sin embargo, Juan Calabacillas supo destacarse rápidamente. Su gracia y astucia lo hicieron famoso en Coria hasta que su reputación llegó a oídos del mismísimo Felipe IV. Y cuando el rey quiso conocerlo, el duque no tuvo más remedio que "regalárselo".

Un bufón privilegiado en la corte

La vida en la corte no era fácil, pero Juan Calabacillas no era un bufón cualquiera. A diferencia de otros, tenía un sueldo fijo, una mula para desplazarse e incluso el privilegio de dar órdenes a otros bufones. Su humor irreverente y su inteligencia lo convirtieron en un personaje querido y temido a partes iguales. No era solo un "bobo" de la corte, sino un hombre que sabía manejarse entre los poderosos con maestría.

Allí, compartió espacio con figuras como Lope de Vega, Quevedo, Góngora y el pintor Diego Velázquez, quien lo retrató en al menos dos ocasiones. Uno de estos retratos, titulado "El bufón Calabacillas", se encuentra hoy en el Museo del Prado y muestra a un hombre con una sonrisa extraña, sentado con las piernas cruzadas y frotándose las manos, con una calabaza a su lado, el símbolo que le dio su apodo.
¿Realmente era un "bobo"?

Durante siglos, la historia lo recordó como "El Bobo de Coria", pero la realidad es que Calabacillas estaba lejos de ser un idiota. Más bien, era un hombre extremadamente astuto, que supo sacar partido a su condición para sobrevivir en un mundo despiadado. Sus privilegios en la corte, su lugar en la historia y su retrato inmortalizado por Velázquez son prueba de ello.

Murió en 1639, pero su legado sigue vivo. Su estatua aún se puede ver en la Catedral de Coria, además existe un restaurante en la ciudad que lleva su nombre, "El Bobo de Coria". Su historia nos recuerda que, en un mundo de poder y apariencias, la verdadera inteligencia a veces se esconde tras una sonrisa burlona.

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