El triángulo de los suicidas: en los pueblos
donde quitarse la vida es una costumbre
Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar conforman la zona con la tasa
de suicidios más alta de España
El triángulo
de los suicidas entre Córdoba, Granada y Jaén
30.07.2016
(Las
identidades de la mayor parte de los personajes de esta historia han sido
modificadas por deseo expreso de los protagonistas).
Empecé a
interesarme por el tema de los suicidios en una determinada zona de Andalucía
hace un año cuando se ahorcó mi tío Joaquín. Los psicólogos que trataron a su
esposa durante la fase de duelo le revelaron la relación entre el suceso y su
lugar de nacimiento: “Ser de Alcalá la Real es un factor de riesgo en materia
de suicidios”, le contaron ante su estupefacción. Después de aquello escarbé un
poco en mi árbol genealógico y llegué al fallecimiento de mi bisabuelo, que
también se quitó la vida mediante el mismo método en 1939. ¿Su lugar de
nacimiento? El mismo: Alcalá la Real.
Para empezar
a documentarme,Allí
figura el ranking de los municipios con mayor tasa de suicidios de España.
Efectivamente, el pueblo que encabeza esa lista es, año tras año, Alcalá la Real.
LOS DATOS HABLAN
Lo
inexplicable es que, entre los 40 municipios con las tasas de suicidios más altas de España, hay 11 que están muy cerca de Alcalá la Real. O lo
que es lo mismo, a un área que en la zona es conocida como “el triángulo de los
suicidas” y que comprende los territorios próximos a tres municipios que hacen
de vértice: Alcalá la Real (Jaén), Priego de Córdoba e Iznájar (Córdoba). En el
área de influencia de estas localidades, la es más habitual que la gente
se quite la vida.
En realidad,
el triángulo no es tal. Hay municipios, como Alcaudete o Íllora (tercero y
quinto respectivamente en el ranking español de suicidios de 2014) que no
entran dentro de esta figura geométrica, pero se hallan ubicados en la misma
comarca, muy próximos a dichos pueblos. Es como si el triángulo histórico
(Alcalá la Real, Priego de Córdoba e Iznájar) hubiese extendido su área de
influencia.
Datos de los
municipios con la tasa de suicidios más altas de España. Cifras por cada 10.000
habitantes.
El cuadro
refleja los 40 municipios con la tasa de suicidios más alta de España. Son
datos obtenidos del Instituto Nacional de Estadística, recopilados por 93
metros para un monográfico publicado en EL ESPAÑOL. Son cifras de suicidios por
cada 10.000 habitantes. De los 40 primeros municipios, 11 pertenecen a la zona
de influencia del "triángulo de los suicidios". Falta Iznájar, que no
figura en el ranking por ser una localidad de menos de 10.000 habitantes.
Los datos son incontestables. La tasa de suicidios en España es de 8,3 por cada 100.000 habitantes,
sensiblemente por debajo de la europea (11,7). La de la provincia de Jaén es
casi calcada a la continental (11,68). Sin embargo, la de Alcalá la Real se
dispara hasta un 26,6. La de Alcaudete (municipio vecino a Alcalá y tercero en
el ranking nacional) es de 23,6. La de Íllora (Granada) es de 22,3. La Loja
(Granada) es de 20 y la de Rute de 19,3. Todos estos pueblos se encuentran bajo
la zona de influencia del “triángulo de los suicidas”. La tasa media de
suicidios en el conjunto de estos pueblos es de 19,2.
TIERRA DE AHORCAMIENTOS
El
denominador común entre los suicidas no es
sólo geográfico. Otro de los patrones que se repite entre las personas que se
quitan la vida es el sistema que utilizan: casi el 80% de los fallecidos se
ahorcan. El segundo método elegido es dispararse con una escopeta de caza y el
tercero es la inmersión (ahogamiento).
Muchas son
las personas que han intentado arrojar luz acerca de los motivos que llevan a
los habitantes de estos pueblos a cometer un suicidio. Las hipótesis son
numerosas: un extraño compuesto químico presente en el agua, la abundancia de
olivos y nogales en la zona, la altitud de dichos municipios (casi todos se
hallan en la frontera de los mil metros), la existencia de un mineral llamado
pirita en el subsuelo (que presuntamente provocaría alteraciones psicológicas),
el aislamiento de estos pueblos, las escasas oportunidades
laborales, la predisposición genética, una macabra tradición…
Pero lo
cierto es que nadie ha logrado encontrar una explicación científica a este
fenómeno, más allá de las que entran en el ámbito de los mitos y las leyendas.
No obstante, el problema persiste. Año tras año, estos municipios situados en
la cordillera subbética repiten en los puestos más altos de los rankings de
personas que se quitan la vida. El suicidio, esa palabra que no tiene sinónimos
en castellano; esa plaga silenciosa que cada año se lleva a casi 4.000 personas
en España (más del doble que los accidentes de tráfico o 70 veces más que la
violencia de género) tiene su epicentro nacional en esta pequeña comarca
situada en la sierra andaluza. El triángulo de los suicidas, tal y como
marca la lista, sigue más vigente que nunca. Pero nadie conoce los motivos.
Los
triángulos de los suicidios en la Andalucía Oriental Luis Sevillano
En el mapa,
los "triángulos de los suicidas" de la Andalucía Oriental. Es la zona
con la tasa de suicidios más alta del país, muy por encima de la media
nacional. En granate, el triángulo histórico: Alcalá la Real, Priego de Córdoba
e Iznájar son los tres municipios que hacen de vértice y que históricamente ha
contado con numerosos casos de suicidios. En azul, el nuevo triángulo. O
lo que es lo mismo, doce localidades muy próximas al triángulo histórico que se
encuentran entre los municipios con las tasas más altas de España.
ALCALÁ LA REAL
Provincia: Jaén
Habitantes: 22.036
Número de
suicidios por cada 100.000 habitantes: 26,6 (Media española: 8,3)
Alcalá La
Real está situada en un alto, a 990 metros de altitud. El Castillo de la Mota
preside el skyline de este municipio de Jaén. Para llegar hay que
atravesar carreteras comarcales y caminos rurales rodeados de un entorno
uniforme y anodino: campos de olivos. En España hay 282 millones de olivos y 40
millones de personas. Casi siete acebuches por español. Y la mayor parte de
ellos están entre las provincias de Jaén y Córdoba. Por mucho que se avance, el
paisaje no varía: kilómetros y kilómetros de tierra árida de color ocre que
alberga millones de olivos. No hay viento y las gruesas ramas de los árboles
apenas se inmutan. El viajero pasa horas conduciendo bajo un sol de justicia
sin que cambie el paisaje monocorde.
Históricamente,
Alcalá ha sido auténtica capital española del suicidio. Cada año lidera esta
funesta estadística. Los habitantes son conscientes de este dudoso honor y
hablan del tema con respeto pero sin pudor. No hay un solo habitante que no
conozca un caso próximo de suicidio. Un primo, un vecino, un hermano, seis, la
familia al completo, un cortijo entero...
Tal vez el
más ducho en estas lides es Pedro, el sepulturero del pueblo. “Este año ya he
enterrado a doce que se han quitado del medio”, relata de carrerilla. Del
número de suicidas que ha inhumado en sus 25 años en el oficio sí que ha
perdido la cuenta. Aunque está acostumbrado a lidiar con este drama, se le
sigue poniendo el vello de punta (literalmente) cada vez que explica alguno de
los casos. “El penúltimo fue de los más dramáticos. Un joven de 30 años se
había ahorcado. Durante el funeral, todos lloraban menos el abuelo, que negaba
con la cabeza como si estuviese muy enfadado. Sin decir nada salió del
cementerio. Sacó una cuerda del maletero del coche y se colgó de un olivo. Aún
no había acabado el funeral de su nieto y ya estábamos descolgando su cuerpo”.
Pedro
asegura que hay una “temporada de suicidios” y la relaciona con la vegetación.
Esta supuesta época comprende “desde que salen las flores hasta que se caen las
hojas. Cuando brota la primavera empieza la gente a quitarse la vida. En verano
siempre suele haber algún caso y el repunte se produce en otoño”. En lo que no
encuentra un patrón coincidente es en la edad y la clase social de las
víctimas. “Hay de todo. Jóvenes, viejos, ricos y pobres. El año pasado enterré
a una niña de 17 años, de buena familia, que se suicidó porque su padre no le
dejaba ver al novio”, rememora.
EL GOBIERNO ENTRA EN ACCIÓN
El gobierno
local no es ajeno a esta cuestión. Mamen Rosales es la concejal de Salud y
recuerda que “nada más empezar la legislatura nos encontramos con tres casos de
suicidios. Siempre hemos sido conscientes de que el problema existe, pero no se
habla de ello institucionalmente. Es un tema tabú y
siempre se ha dicho que es mejor no airearlo para no darle publicidad. Pero
aunque se haga así, la gente se sigue quitando la vida. Estos tres casos nos
movieron a tomar alguna medida”.
El próximo
mes de octubre, Alcalá la Real celebrará una mesa de Salud con varios
especialistas en psiquiatría. “La idea es concienciar a la gente de lo que está
sucediendo y darles alternativas ante posibles casos de depresión. A veces
estas cosas no se curan con pastillas, sino con actividades culturales o
deporte. Está funcionando muy bien con las mujeres de más de 35 años, que
vienen a hacer zumba y aseguran encontrarse mucho mejor”.
Una de las
razones que apunta Rosales es el clima: “Aquí bromeamos diciendo que en Alcalá
tenemos dos estaciones: la invernal y la de autobuses. Aquí hace frío durante
la mayor parte del año”, señala. Establece así un patrón coincidente con los
países escandinavos, que son los que cuentan con la tasa de suicidios más alta
de Europa. No salir de casa, no relacionarse y permanecer mucho tiempo en un
mismo ambiente provoca un efecto negativo en cualquier individuo. El frío acaba
en primavera, pero eso tampoco ayuda porque las temperaturas siguen siendo
extremas. En verano se sobrepasan los 40 grados sin mucho esfuerzo, lo que
tampoco favorece la vida en la calle.
"En
Alcalá la Real, la gente no dice 'estoy mal', sino 'estoy para ahorcarme'. Y
eso está totalmente aceptado en nuestra pequeña sociedad"
La edil
también asume que el suicidio en Alcalá es una cuestión cultural muy arraigada.
“Los niños de este pueblo no dicen 'estoy triste', sino 'estoy depre'. Y cuando
una persona está de bajón no dice 'estoy mal', sino 'estoy para ahorcarme'. Y
eso está totalmente aceptado en nuestra pequeña sociedad”. Del mismo modo,
reconoce que “cuando alguien se suicida se contempla como algo que entra dentro
de la normalidad. Ahora… si lo intenta pero al final no muere, se le
estigmatiza. La gente mira a esa persona por la calle y no le habla, le
esquiva”.
EL SUICIDA FRUSTRADO
Paco Pérez
corrobora punto por punto la versión de la concejal. Él se siente
estigmatizado porque intentó suicidarse pero sobrevivió. Tiene 35 años y hace
ya dos años de su intentona frustrada. “Yo siempre he trabajado en el campo,
cogiendo aceitunas. Pero me salió un contrato temporal para trabajar en un
almacén de piensos en el turno de la tarde. A última hora, cuando creía que ya
no había nadie, até una soga a las palas de una carretilla elevadora, colgué el
nudo corredizo del otro extremo a mi cuello y me dejé caer...” recuerda bajando
el tono de voz, como el que confiesa un secreto.
La
casualidad y la presencia de un compañero de trabajo frustraron el intento: “Me
descolgó y me practicó la reanimación, dicen. Yo no me acuerdo porque estaba
inconsciente”. Paco tiene identificados los motivos por los que no logró su
propósito: “El ahorcado casi nunca muere ahogado. Lo más normal es que se esnocle
(se rompa la nuca) en la caída. Pero yo cogí una soga demasiado gruesa y no
tensó lo suficiente. Eso hizo que el cuello no se partiese. Me empecé a ahogar
e intenté quitarme la cuerda del cuello de forma instintiva. Yo quería morir,
sí... pero no podía soportar aquel dolor. Si no hubiese venido mi compañero, la
agonía hubiese sido terrible”.
Paco
reconoce que en su decisión influyeron los antecedentes de suicidio. Estos sí,
consumados: “Mi abuelo y mi tío se ahorcaron. Ellos sí que consiguieron
quitarse la vida. Yo no”. Incluso el lenguaje que utiliza es significativo. No
considera que salvó la vida, sino que no consiguió matarse. Lo enfoca como un
fracaso. “Después de aquello noté bastante frialdad por parte de mis vecinos.
Alguno incluso decía que yo lo que quería era llamar la atención”, asegura.
"SE TE AGARRA AL CEREBRO"
Tras su
intento de suicidio, Paco empezó a ir al psiquiatra. “Me estoy medicando desde
entonces y ahora estoy bien… de la depresión”. Sobre sus tendencias suicidas
prefiere no hablar. “Se me ha pasado un poco la ventolera. Pero yo no
puedo asegurarle a mi familia que no lo volveré a intentar”, reconoce. “Es un
sentimiento muy fuerte que se te agarra al cerebro. Te atrapa. No sabría cómo
explicarlo. Sólo puedo decirte que ves la muerte como una liberación”.
Paco asume
que hubo muchos factores que influyeron en que cayese en una depresión tan
fuerte. Y no tiene dudas en que el aislamiento del pueblo, la poca oferta de
ocio, las escasas oportunidades de trabajo y las nulas perspectivas de futuro
tuvieron mucho que ver con su intento. “Aquí no hay mucho que hacer. Mira
alrededor. Sólo hay olivos y más olivos. Para irte de fiesta tienes que
marcharte fuera. Bebes, conduces, te matas en la carretera… Los quitamiedos
están llenos de ramos de flores, de jóvenes que perdieron la vida así. Aquí no
hay mucho más que hacer. Lo más divertido que he hecho este año ha sido pasarle
la ITV al coche”, asegura con sorna.
EL CASO DE LA RÁBITA
Donde más
historias de suicidios se cuentan es en las aldeas de la zona; lugares en los
que todos los vecinos se conocen. Es el caso de La Rábita, una pequeña pedanía
que depende administrativamente de Alcalá.
Tal vez el
caso más conocido de cuantos han acontecido en el pueblo es el de "Los
Arenas", una familia en la que se suicidaron todos los miembros: el padre,
sus dos hijos y sus dos hijas. Todos se ahorcaron en el mismo olivo.
Vicente Cano es el viudo de una de las fallecidas. Sigue viviendo en el pueblo
y declina amablemente hablar del tema: "Me han entrevistado en tantos
sitios por este asunto que ya estoy cansado", concluye.
Paco es el
dueño de la gasolinera del pueblo. No tiene casos de suicidios en su familia,
pero ha sido una de las personas que más ha padecido el problema en La Rábita.
"En los 80 yo tenía una tienda de ultramarinos en el centro. Entonces no
había móviles ni teléfonos fijos en las casas de las zonas rurales. Ponían un
teléfono comunitario para todo el pueblo y lo instalaron en mi tienda por ser
un lugar céntrico. Cada dos por tres recibía una llamada con un aviso de suicidio.
Yo era el primero en llegar. En aquella época tampoco había tantos miramientos
con lo de tener que esperar al juez para hacer el levantamiento del cadáver y
me encargaba yo. Que yo recuerde... habré descolgado a 18", rememora. Al
final, Paco se cansó, vendió la tienda y montó una estación de servicio a las
afueras del pueblo.
PRIEGO DE CÓRDOBA
Provincia: Córdoba
Habitantes: 22.936
Número de
suicidios por cada 100.000 habitantes: 13,3 (Media española: 8,3)
El segundo
vértice del “triángulo de los suicidas” es Priego de Córdoba, que se encuentra
a 30 kilómetros de Alcalá. Otro municipio ubicado en un alto al que se llega
por una carretera de un solo carril por sentido de la marcha. Los campos de
olivos siguen conformando el único paisaje. El año pasado, Priego de Córdoba se
situó en el puesto 50 de los municipios con mayor tasa de suicidio de España.
Ha bajado a la cifra hasta los 13,3 suicidios por cada 100.000 habitantes,
aunque no es lo normal. Priego llegó a ser uno de los 20 municipios con
más casos registrados en la década pasada.
Todo
suicidio es trágico, pero hay casos especialmente duros. Como la de los tres
varones de una familia que se ahorcaron de forma idéntica. El primero fue el
abuelo, que se colgó de un olivo con 75 años. Su hijo quiso conservar la soga
“a modo de homenaje”, según explicaba a su familia. Se quitó la vida 5 años
después, con la misma cuerda y en el mismo árbol. “Yo quise tirar la cuerda a
la basura o pegarle fuego”, rememora ahora Eva, su hija, “pero mi hermano de 20
años, el único varón que quedaba vivo en la familia, se negó. Nos decía que si
conservábamos la soga nos acordaríamos de lo que había pasado y nadie lo
volvería a hacer”. Craso error. Sólo dos años más tarde, en una calurosa tarde
de julio, Eva recibió una llamada de su hermano: “Me dijo que ya podíamos tirar
la cuerda si queríamos y cortó la llamada. Yo estaba en Cabra (otro pueblo de
Córdoba) visitando a una amiga. Volví enseguida porque presentí lo que estaba
pasando. Me fui al olivo donde se ahorcaron mi abuelo y mi padre. Y allí
estaba colgando el cadáver de mi hermano”.
Es sólo uno
de los numerosos casos de suicidio que explican los vecinos de esta localidad
cordobesa. Cualquier vecino tiene algún conocido que se ha quitado la vida. Uno
de ellos me cuenta un caso muy próximo: “Mi primo Rafi se mató el año pasado
con 37 años. En el pueblo estábamos de fiesta mayor. Él se levantó por la
mañana y se despidió de sus dos hijas de 7 y 9 años. Le preguntaron “¿Dónde vas
con esa escopeta, papi?”. Él exclamó con una enorme sonrisa. “¡A ganar dinero pa la
feria!”. Salió de casa, se metió en el garaje y se voló la cabeza.
MITOS Y LEYENDAS
En torno al
elevado número de personas que se han quitado la vida, en Priego se cuentan
infinidad de leyendas. Hay cortijos abandonados en los que, aseguran, se
suicidaron todos sus moradores. Es el caso del llamado “Cortijo de los
Asombros”, un lugar remoto y abandonado al que se llega por un camino rural.
Dicen que toda la familia que lo habitaba se ahorcó en un nogal de la puerta.
Ocho miembros, ocho suicidios. Cuenta la leyenda que, tras el suceso, una
familia compró el cortijo e intentó habitarlo, pero tuvieron que huir porque
oían voces, la tierra se tragaba a la gente y los árboles les golpeaban. Ahora
el paraje permanece inhabitado y la casa derruida.
Circulo por
una carretera comarcal de un carril por sentido de la marcha, en el centro de
una cola de diez o doce vehículos. Avanzo lento porque el primero de la fila es
un tractor que tiene la velocidad limitada a 25 kilómetros por hora.
A nuestro paso vamos dejando atrás animales chafados en el asfalto y
ramos de flores colgados de los quitamiedos, que honran a muertos en accidente
de tráfico. A paso lento, parece que conformamos de una comitiva fúnebre.
Uno de los conductores intenta adelantar al tractor saltándose una línea
continua, pero un coche que viene de frente casi provoca un accidente en
cadena. Nadie toca el claxon.
La leyenda
de este cortijo misterioso abarca incluso los mapas. Google sitúa el
"Cortijo de los Asombros" en un lugar equivocado. Detengo el coche en
las coordenadas que me indica el móvil, pero allí lo único que encuentro
es un infinito olivar. Son las dos de la tarde y la temperatura exterior es de
43 grados. Bajo y exploro la zona caminando.
Tal y como
salgo del coche, los pies se hunden en el arcilloso suelo del sembrado. El
calor es seco e insoportable y golpea en la cabeza con violencia. Noto mis
venas latir violentamente en las sienes y empiezo a perder claridad en la
visión. Sudo. No sopla ni un hálito de viento. Me mareo y a mí alrededor sólo
encuentro olivos con sus ramas inmóviles y silencio. En ese instante pienso en
Paco, el suicida frustrado que se dedicó durante toda la vida a varear olivas.
Me imagino una rutina así, a la intemperie, golpeando árboles a diario
durante horas y soportando las inclemencias del tiempo. Ahí logro
comprender las duras condiciones de vida en algunas zonas rurales.
EL CORTIJO DE LOS ASOMBROS
Para llegar
al verdadero “Cortijo de los Asombros” hay que preguntarle la ubicación a los
lugareños, aunque en julio, a más de 40 grados, no abundan por los caminos.
Decido retomar mi camino en coche y paro en un viejo y solitario bar de
carretera. No hay clientes y el anciano dueño lee el Marca por encima de sus
gafas. Llego sudando y le pido agua fresca. Como es una zona remota, tampoco
tengo señal de internet y le pregunto.
- - Perdone, ¿hay wifi?
- - ¿Hay qué? - me replica impasible.
- Se hace el silencio y los dos nos estudiamos con la mirada, como dos pistoleros antes de un duelo. Yo creyendo que en cualquier momento me confesará que está bromeando y él esperando que le repita la pregunta. Finalmente es el propio mesonero el que rompe el incómodo silencio y me contesta:
- - Hay... lo que hay en la carta.
- Antes de entrar en la barra se da la vuelta y exclama:
- - ¡Bueno! También hay salmorejo fresquito, que eso no lo tenemos apuntado.
- - El agua estará bien - concluyo.
Como el
hombre está ocioso, le saco el tema de los suicidios en la zona y se pasa
un buen rato contándome casos. Él también tiene una teoría: "Eso es cosa
de La Tiñosa, que nos pilla en medio y la gente se vuelve loca". Se
refiere al nombre del monte situado en la sierra, casi en el centro del
triángulo de los suicidas. Es curioso comprobar cómo en cada pueblo tienen distintos
argumentos no contrastados para explicar el fenómeno de los suicidios.
Finalmente
le pregunto por la ubicación del "Cortijo de los Asombros". Me indica
que hay que desviarse por Quiroga, un camino rural sin asfaltar, pero me
advierte: "Yo no iría allí. Pasan cosas raras y yo creo mucho en esos
temas. Dicen que se oyen voces y que hay arenas de esas que se tragan a la
gente. Hasta los árboles son malos. Allí se suicidaron muchas criaturitas
y nadie ha vuelto a vivir allí. Por los espíritus, se entiende..."
Agradezco la
información al dueño del bar y emprendo mi camino hacia el misterioso cortijo.
Soy demasiado escéptico para creer en estas cosas. Aun y así, cuando llego me
invade un escalofrío. Se trata de un paraje inhóspito y abandonado, sobre un cerro
alejado de cualquier vestigio de civilización. Rodeada (cómo no) de olivos, una
vieja casa derrumbada e invadida por la vegetación domina el paisaje.
Tal y como
me advirtió el mesonero, los árboles hablan. Y muy fuerte. Pero todo tiene una
explicación. Las copas están llenas de cigarras (o chicharras, como las llaman
en Córdoba). La cantidad de estos ruidosos insectos es tan ingente que el
sonido es casi insoportable. Parecen corrientes eléctricas. También me
advirtió el dueño del bar que las arenas movedizas se tragaban a la gente.
Tampoco me engañaba. El terreno arcilloso es tan débil y profundo que los pies
se hunden casi 20 centímetros. Intento salir de la zona con mis pies embarrados
y en mi esfuerzo salgo despedido hacia un árbol, cuyas ramas son tan finas
y largas que me rajan la piel. Una vez más, aquel señor no me mentía: los
árboles atacan. Todo tiene una explicación científica, pero salgo de allí
pensando que si no fuese yo tan escéptico estaría muerto de miedo y le daría
total credibilidad a todas las leyendas que circulan sobre la zona. La comarca
es cuna de mitos, leyendas, santones y curanderos. Las explicaciones
sobrenaturales son, para los lugareños, tan válidas como las científicas.
IZNÁJAR
Provincia: Córdoba
Habitantes: 4.556
Número de
suicidios por cada 100.000 habitantes: No evaluado por el INE
El municipio
que cierra el triángulo es Iznájar. El más pequeño y tal vez el más bello.
También está situado en alto. Sus estrechas calles concluyen en una villa
medieval donde, según explica un cartel, empezó el reino nazarí antes de
trasladar su capital a Granada. Pero no es este monte el que caracteriza a este
pueblo, sino su pantano. Se acabó de construir en 1969. Tiene una superficie de
2.522 hectáreas y un puente desde el que se lanzan los suicidas. Iznájar es uno
de los municipios que incrementa el número de "muertos por inmersión"
en las estadísticas, frente a los casos de ahorcamientos y disparos de sus
localidades vecinas. "Antes, la gente se ahorcaba. Cuando acabaron el
pantano, empezaron a ahogarse", cuenta uno de los vecinos.
Iznájar no
figura en las estadísticas del INE, por tratarse de un municipio de menos de
10.000 habitantes. Fuentes municipales lo justifican diciendo que "si
saliésemos en las listas se dispararía el porcentaje". Y es que en este
municipio, cuentan los vecinos, "los suicidios se contagian". Cada
vez que una persona se quita la vida, crecen las posibilidades de que se
produzca un caso similar durante los días siguientes.
Hay casos
que en su momento fueron mediáticos. Como el de Juan Peláez, que en 1983, en
vísperas de su boda, se fue con su novia al monte, la mató de un disparo y
luego se quitó la vida del mismo modo. "Aquel caso tuvo repercusión porque
Juan mató a su mujer. Pero los suicidios se dan casi cada mes en este pueblo y
no salen en los medios", explica Miguel, el dueño de un bar de la zona. Si
en Alcalá la Real achacan la causa de los suicidios a la altura, a los nogales
y a los olivos, en Priego de Córdoba al monte La Tiñosa, las muertes en Iznájar
tienen, para sus vecinos, un "culpable" claro: el pantano.
LA LLAMADA DEL PANTANO
Los
residentes creen que el embalse ejerce algún tipo de influjo que atrae a la
gente a lanzarse desde el puente. Es el caso de Salvador, un chico de 30 años
que durante toda su vida afirmó que el pantano le llamaba. "Desde pequeño
nos decía que era una mujer, con una voz suave y agradable, que le pedía que se
fuese con ella" explica su hermana Carmen. "Quisimos llevarlo a un
psiquiatra, porque nos habían dicho que lo de escuchar voces podía ser un
síntoma de esquizofrenia. Pero él siempre se negó. Nos decía que no estaba
loco. Y es verdad que por lo demás no era un chico conflictivo ni se metía en
problemas. Era introvertido, se relacionaba poco y tenía un carácter bastante
depresivo. Pero nada más".
Una noche,
Carmen estaba en una fiesta en Loja, el municipio vecino. Salvador tenía que ir
a buscarla con el coche. La telefoneó al móvil en torno a las 2 de la
mañana: "Me dijo que no la esperase, que la mujer había vuelto a llamarle
y que se iba con ella. Yo empecé a gritar pero ya había colgado. Llamé a mis
padres, que ya estaban durmiendo, para avisarles de lo que había pasado, a ver
si podían evitarlo". Tarde. A la media hora recibió una llamada de
sus padres que confirmaron que Salvador se había tirado al pantano. Se ahogó
porque no sabía nadar. "Al poco tiempo vendimos la casa y nos fuimos a
vivir a Granada. Hace ya siete años, pero aún nadie en la familia ha logrado
superarlo del todo". Concluye con voz trémula.
CONCLUSIONES
Muchas
líneas se han escrito sobre las causas que podrían provocar el extraño fenómeno
que azota la zona desde tiempos inmemoriales. En Alcalá hablan de los olivos,
los nogales, la altitud y hasta de la pirita, un mineral existente en el subsuelo
que, según afirman los vecinos, provoca trastornos psíquicos. En Priego
cuentan que el problema es un extraño compuesto que tiene el agua, o del oscuro
influjo que ejerce el monte "La Tiñosa" sobre los pobladores. En
Iznájar nadie duda de que la responsabilidad es del pantano... aunque la gente
del pueblo ya se suicidaba ahorcándose antes de 1969.
Los
psiquiatras, sin embargo, lo desmienten. "Absolutamente descartado",
explicaba Julio Vallejo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría
Biológica en declaraciones a El Mundo. "Científicamente está
demostrado que no influyen ni la climatología, ni los nogales ni el
oxígeno". La única explicación que se atreve a aventurar alude a la
"depresión melancólica", una enfermedad de transmisión genética, que conduce
al suicidio a entre el 10 y el 15 % de quienes la padecen.
Hay fuentes
que culpan a la endogamia y la consanguinidad existente en los pueblos
pequeños, donde las familias acaban mezclándose entre sí. Otros, como el
psiquiatra Antonio González, hablan de "lealtades invisibles". El
doctor publicó un estudio en 1999 sobre los suicidios en Alcalá la Real y
apuntaba a una serie de normas o costumbres irracionales que se transmiten
de padres a hijos. "Mi abuelo se ahorcó, mi padre se ahorcó y yo
también me voy a ahorcar". Es decir, han visto el suicidio en generaciones
anteriores y lo han interiorizado como la única alternativa para resolver un
conflicto.
De todos
modos, la comarca de la Sierra Sur es tierra de santones y curandería. Mientras
siga sin existir una explicación racional a estos fenómenos, los habitantes de
la zona seguirán buscando motivos en lo divino si no los obtienen en lo humano.
Esto lo simplifica todo. El sepulturero de Alcalá la Real lo resume muy breve:
"Eso es un viento que corre por el pueblo y cuando toca a tu puerta estás
perdido. Es la misma muerte. Yo rezo de vez en cuando para que, cuando ronde
por mi casa, pase de largo".
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