lunes, 20 de mayo de 2024

El fantasma del Perchel SUR Historia · El espectro ya se había manifestado en las postrimerías del siglo XIX, pero en 1956 protagoniza la portada de una revista nacional por haber elegido para la comisión de sus fechorías una modesta vivienda en el número 17 de la calle Calvo de Málaga Javier Ramírez





El fantasma del Perchel


SUR Historia · El espectro ya se había manifestado en las postrimerías del siglo XIX, pero en 1956 protagoniza la portada de una revista nacional por haber elegido para la comisión de sus fechorías una modesta vivienda en el número 17 de la calle Calvo de Málaga

Javier Ramírez






Tengo en mis manos un ejemplar de la revista 'Sábado Gráfico' fechado el 12 de octubre de 1957. A toda portada, una foto de una joven con un gato en brazos y un titular que anuncia: «esta muchacha es víctima del Fantasma de Málaga. Amplio reportaje de nuestros enviados especiales en las páginas 3, 4 y 5». El semanario abre el artículo con la cabecera «En Málaga hay un fantasma».


-¿Uno? (Parece la pregunta obligada).

Los fantasmas, como los ovnis o el Guadiana, se manifiestan con irregular intermitencia. A diferencia de los ovnis, que pueden aparecer en cualquier sitio, los fantasmas poseen territorio propio. En la Málaga de finales de los cincuenta y primeros años de los sesenta, se conocieron diversos ectoplasmas de vida (o ultra vida) más o menos efímera. La pareja de fantasmas de Ciudad Jardín, el «monstruo» de calle Alta y el fantasma del Molinillo ocuparon la atención del público durante algunas semanas. También se habló del fantasma de Lagunillas y, al parecer con menos fortuna, de otro que deambulaba antes del amanecer por la Alameda de los Tristes. Ninguno de estos alcanzó la fama ni el pedigrí del fantasma de la calle Calvo que, además, gozaba del beneficio de la tradición. El espectro ya se había manifestado en las postrimerías del siglo XIX. Entonces, eran los diarios locales 'El Avisador Malagueño' y 'La Unión Mercantil' (2 de enero de 1891) los que daban cuenta de la «presencia de una misteriosa fantasma que, según nos aseguran, hace sus apariciones a altas horas de la noche. El campo de sus operaciones son principalmente las calles del Calvo y Huerta del Obispo». Este último periódico sentenciaba: «A la cárcel con el fantasma», y llamaba la atención a las autoridades pidiendo que procuraran «averiguar lo que haya de verdad en el asunto para hacer desaparecer la intranquilidad que reina en aquel pacífico vecindario».




Sesenta y cinco años después, la presencia del fantasma en la prensa adquiría más altos vuelos. Se trataba ahora de una revista de tirada nacional quien se hacía eco de extrañas apariciones. Apoyaba la noticia un extenso relato fotográfico que procuraba seguir la pista de la huella dejada por el paso del invisible fantasma. Éste había elegido para la comisión de sus fechorías la modesta vivienda que ocupaba doña María Escaño en el número 17 de la calle Calvo. Además del testimonio de los afectados, la crónica recogía «pruebas fotográficas»: muebles caídos o trasladados de lugar, ropas sacadas de sus cajones y esparcidas por la habitación, enseres domésticos que viajaban por la casa y un gato, negro, que huía despavorido cuando se le colocaba sobre la cama de doña María.

Doña María Escaño y su vecina, doña María Zúñiga, muestran los efectos «del paso del fantasma». Pepe Arenas. Archivo Histórico Fotográfico UMA

Sería un error despachar la crónica con la simple etiqueta de «producto de una determinada prensa amarilla sin pretensiones» dispuesta a satisfacer la demanda de cierto público local gustoso de la novedad extravagante y del tufillo que exhalan el esoterismo y la superstición. Otro intento de explicación de la noticia, más acorde con la realidad del momento, nos llevaría a someterla a distinto enfoque, incluyéndola en el variopinto repertorio de las manifestaciones que suelen aparecer en los momentos de crisis inmobiliaria. Podría quizás tratarse de aquello que popularmente se ha dado en llamar el efecto «asusta viejas», cuyo objetivo final sería desalojar a determinados inquilinos de las viviendas que habitan en arriendo induciendo miedo o, cuando menos, continuada incomodidad.


Izquierda, imagen original del reportaje realizado por Pepe Arenas y, derecha, portada de la revista 'Sábado Gráfico', con la joven a la que alude el titular que vive en la casa «amenazada» por el fantasma y que es nieta de su inquilina. Pepe Arenas. Archivo Histórico Fotográfico UMA

El contexto del relato periodístico y la secuencia fotográfica que lo sostiene merecen un análisis diferenciado. De una parte, la realidad periodística. La revista 'Sábado Gráfico' se encuentra en su segundo año de existencia. Sale a la calle a la par de las primeras emisiones de la televisión estatal, que solo cubre un reducido espacio del territorio nacional (pasarán varios años antes de que la tele llegue a Málaga). Como su nombre indica, el perfil del semanario es el de una publicación de fin de semana. Prodigalidad fotográfica, puntual información sobre novedades cinematográficas y un repertorio de «historias pintorescas, sugestivas y enigmáticas», como la del fantasma del Perchel, que puedan interesar a «todos los públicos» parece ser la fórmula magistral que permite a la revista abrirse paso en el acartonado mundo de la prensa de la época, sometido a una implacable censura y articulado por la propaganda del Régimen. Bajo la dirección del conocido periodista Eduardo Haro Tecglen, la publicación cuenta también con la colaboración de escritores de prestigio como el joven miembro de la RAE Camilo José Cela o la presencia habitual, con una página dedicada al humor gráfico, de Máximo.

En lo que se refiere al caso concreto de nuestro fantasma perchelero, 'Sábado Gráfico' desarrolla un discurso literario elegante que, en sintonía con los protagonistas de la historia, invita a la reflexión. Lejos del tremendismo que prometen los titulares, se pregunta: «¿Quién deshace las camas, tira el aguamanil, las sillas, las almohadas, los peroles y las sartenes? Las respuestas, por lo menos nosotros no somos capaces de darlas. Ahí queda lo que hemos podido captar en el escenario de la regocijante comedia, que a muchos les moverá a la risa, pero que a otros les impresionará, acaso les sobrecoja y no les deje dormir con la placidez acostumbrada. Esto sin contar con la simpatiquísima familia de doña María Escaño, con los vecinos de la casa y los de las fincas fronteras, que no lo dicen pero que no respiran con toda la tranquilidad que fuera de desear».

Dos imágenes del interior de la vivienda de doña María Escaño incluidas en el reportaje de 'Sábado Gráfico'. A la izquierda, un vecino muestra el desorden producido por el «ente invisible». A la derecha, doña María, sentada junto al fogón de su cocina.



La realidad fotográfica merece atención específica. La revista presenta en su artículo un total de nueve fotografías de distinto tamaño. La baja calidad de las imágenes en la publicación, acorde con la pobreza de recursos técnicos de la época, no ayuda a conocer en detalle el contenido de las imágenes. Un problema que en parte se solventa si acudimos a los negativos fotográficos que en su momento se produjeron; la adecuada recuperación digital de esos materiales permite estudiar con precisión el documento fotográfico original. Por fortuna, los originales que dieron lugar al reportaje de 'Sábado Gráfico' se encuentran en el Archivo Histórico Fotográfico de la UMA. Así, la secuencia completa publicada en el semanario, más otros siete negativos en el formato 35 mm, forman parte del Fondo Bienvenido-Arenas, un legado cultural de primer orden que la Universidad de Málaga hizo público hace años poniéndolo a disposición de investigadores, estudiosos y público interesado.

Calle Calvo, número 17, entrada al edificio y puerta de acceso a la vivienda de doña María Escaño (izquierda). Pasillo interior de la casa de vecinos (imagen de la derecha) y segunda puerta de acceso de la vivienda de doña María. Pepe Arenas. Archivo Histórico Fotográfico UMA

No obstante, la información que en un primer momento acompañaba a estas imágenes fotográficas era ninguna. Salvo la fecha, que consta en el portanegativos, y una lacónica nota manuscrita «para Sábado Gráfico». Ningún otro dato daba información sobre esta, en apariencia extraña, secuencia fotográfica. El reportaje completo, en sí mismo, carece de discurso: unos personajes innominados que actúan ante la cámara en el reducido escenario de una vivienda humilde del corazón del Perchel. Sin embargo, todo cobra sentido cuando documentamos las fotografías con la información que recogemos del artículo de prensa. Con este nuevo aporte podemos saber quiénes son las personas fotografiadas, el ámbito de su vida cotidiana o cómo era la distribución de un determinado tipo de vivienda del castizo barrio del Perchel. La serie de imágenes que muestran el escenario donde se desenvuelve la familia protagonista de esta historia solo se entiende a partir de la descripción que ofrece el artículo: dos pequeñas alcobas, una de ellas con puerta de acceso al pasillo de la casa de vecinos y una cocina comedor, con otra puerta, esta exterior, que comunica directamente a la calle Calvo. El discurso literario completa al visual cuando hace inventario de la actividad laboral de los vecinos, del vestuario, del ajuar doméstico, en el que no falta un fogón de leña pendiente de acoger a «una cazuela de papas para el almuerzo». Un aparato descriptivo que, más allá de la tipología que podría caracterizar muchas de las viviendas de cualquier barrio malagueño de la época, es de aplicación a buena parte del territorio español peninsular de la primera mitad del siglo XX. También en 'Sábado Gráfico', en el número de 6 de julio de 1957, encontramos un artículo firmado por Camilo José Cela en el que narra la visita del escritor a la habitación de la humilde pensión que, durante 13 años, alojara en Segovia a don Antonio Machado. Sorprende comprobar cómo se repite allí el escaso mobiliario que aquí hemos visto: la cama de hierro, el perchero de pared, el aguamanil, la mesa con tabla de madera…

La referencia a los redactores, literario y gráfico, del artículo queda reducida a «reportaje de nuestros enviados especiales» que aparece en portada. No obstante, de la página 5 de la revista detraemos un dato relevante: el fotógrafo es Pepe Arenas.

Y de la misma manera que el resultado del acto fotográfico cobra verdadero sentido cuando se conecta con la causa que dio origen a su producción, las posibilidades de interpretación de toda fotografía histórica aumentan cuando se establecen relaciones pertinentes entre el mismo sujeto fotográfico y otras ilustraciones que, independientemente de la causalidad del momento, aluden a él. En el ámbito urbano que venimos tratando podemos encontrar otras muchas imágenes con las que establecer una relación espacio temporal que dé idea de la evolución de la ciudad en esta zona del Perchel. Del extenso caudal icónico conocido he elegido dos: una vista panorámica de 1965, en la que se hace patente el derribo de casas en la zona de intersección de las calles Almansa y Calvo, y otra, de 1974, de la misma calle Calvo tomada desde un punto cercano al de la imagen que encabeza este artículo, donde se pueden apreciar los cruces de las calles Huerta del Obispo, San Jacinto y Huertecilla, y, al fondo, la espadaña de la iglesia de Santo Domingo. Se completa con otras dos fotografías realizadas por el autor de estas líneas. Una vista general, de 1994, en la que destaco el espacio de calle Calvo, ya por entonces casi desaparecida, el entorno de la iglesia de Santo Domingo y el edificio de Italcable con la cubierta en ruinas. La panorámica toma el pulso al estado general de la zona, cauce del Guadalmedina incluido, hace casi treinta años.

Perchel, entornos de las calles Almansa y Calvo, 1965. Pepe Arenas. Archivo Histórico Fotográfico UMA

Perchel, vista panorámica, julio 1993. Javier Ramírez

La segunda imagen en color es una vista de la calle Calvo en las fechas en que se escribe este artículo (verano de 2022); a estas fechas ya no queda más que un solo edificio, acertadamente recuperado con la decoración pictórica del siglo XVIII en la fachada, de todos los existentes en el tiempo del fantasma.

Calle Calvo, febrero de 1974 y julio 2022. Fotos: Fondo Bienvenido-Arenas. Archivo Histórico Fotográfico UMA y Javier Ramírez

La intangible presencia del fantasma ha dado pie a dirigir la mirada a la pequeña historia de la anécdota vecinal y a la gran historia de la transformación de Málaga en la segunda mitad del siglo XX. Mediante el recurso del «invisible» entramos en 1957 por una de las calles más castizas del Perchel de entonces. La imagen nos lleva a imaginar una calle estrecha, sin aceras, poblada a derecha e izquierda de casas vecinales. Sin apenas tráfico rodado, acaso alguna bicicleta, representa el ejemplo de peatonalización natural del barrio, cuando aún no era de uso la palabra peatón. La amenaza en la década de los sesenta para los vecinos de esta zona del Perchel no es ya la de un fantasma más o menos festivo, sino la del derribo progresivo de muchas de las casas de la zona. La última de esta serie, de 1974, nos invita a recorrer un tramo de la calle Calvo en el que sus casas siguen en pie pero ha cambiado su aspecto, y se diría que su espíritu. Aunque acusan cierto deterioro, los bajos de las viviendas se han convertido en locales comerciales, los huecos de la calle sirven de aparcamiento y el bullicio de veinte años atrás ha desaparecido, señal inequívoca de que muchas viviendas se hallan deshabitadas.

El paseo termina con una reflexión a modo de moraleja: si no cunde el miedo, los fantasmas también nos pueden enseñar la ciudad del pasado.

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