La
misteriosa ciudad "Z"
del Coronel Fawcett
La
historia de la búsqueda del Paititi recuerda la del coronel inglés Percy
Harrison Fawcett, que dedicó años a la exploración y al trazado de las
fronteras en el centro casi inexplorado de la selva sudamericana. Eso pasaba a
principios del Siglo XX.
Fawcett
Percy Harrison Fawcett, oficial y explorador (1867-1925) inglés. Después de su
servicio en el Ejército británico en Ceilán, dirigió, en cinco campañas, los
trabajos de delimitación de las fronteras de Bolivia (1906-1912). Después del
primer viaje en Mato Grosso (1914), se fue a la guerra de 1914-1918, donde ganó
sus galones de coronel. Dirigió, entre 1919 y 1925, dos otras expediciones en
Brasil en busca de una antigua ciudad megalítica y desapareció en el curso de
la segunda.
Estaba
convencido, y eso le costó la vida, que algunas grandes ciudades antiguas
existían en las selvas más lejanas del Brasil. Estas ciudades habían precedido,
según el coronel, la cultura inca de la costa occidental y sus constructores
habrían venido del este: se trataba, a su modo de ver, de refugiados de tierras
absorbidas por el océano. Un tema muy a la moda a este principio de siglo:
“La
conexión entre la Atlantida y algunas regiones de la cuenca amazónica”, decía
el coronel, “explicaría muchos problemas por otra parte insolubles.”
No
podemos naturalmente suscribir a tales hipótesis.
Sin
embargo, algunos miembros de expediciones españolas y portuguesas ya indicaron
la presencia de no Indios en Centroamérica y en Sudamérica a partir del siglo
XVI. Él mismo Fawcett se había propuesto hablar, durante sus numerosas
expediciones, de hombres blancos, quienes, varias generaciones antes, habían
construido algunas “grandes ciudades”, que existían siempre en las
profundidades de las selvas lluviosas.
Varios
Indios informaron a Fawcett que algunas de estas ciudades en ruinas siempre
estuvieron habitadas por algunos descendientes de los constructores originales
y que muchas tribus salvajes formaban una clase de barrera contra posibles
intrusos. El coronel se entrevistó, durante su búsqueda de estas ciudades
misteriosas, con varios supervivientes de expediciones idas en busca de
tesoros, cuyos camaradas extienden muertes o habían desaparecido. Fawcett
desapareció él mismo en la selva amazónica, cerca del río Xingu, en Brasil, en
1925.
Las
palabras que pronunció antes de comprometerse en su última expedición podrían
servirle de epitafio:
“Que
alcanzamos nuestro objetivo y que volvíamos de nuevo, o que había nuestros
huesos desecarse al sol, una cosa es cierta. La respuesta de la enigma de la
Sudamérica antigua - y quizá del mundo prehistórico -, nos aparecerá cuando
estas antiguas ciudades se abran a la investigación científica. Estas ciudades
existen, lo sé (...) Yo mismo vi una parte de la una de ellas; es para eso que
me sentí irresistiblemente empujado a darse la vuelta. Los vestigios parecían
ser los de un puesto avanzado de una de las grandes ciudades que, se descubrirá
estoy convencido, al mismo tiempo que muchas otras si se procede a investigaciones
bien organizadas.”
Al
fin de su última carta, escrita desde “Dead Horse Camp”, así nombrado porque su
caballo se murió en este lugar en la época de su expedición de 1921, el coronel
inglés indicaba que esperaba alcanzar el objetivo de sus investigaciones una
semana más tarde.
”
¡Cuando volvamos de nuevo, escribía, la historia que diremos deberemos hacer
temblar el mundo! ‘‘Pero Fawcett nunca volvió de nuevo. El Eldorado que buscaba
debe, quizá, ser aún al fondo de la selva...
”Era
un hombre de un valor indomable,” decía él celebra explorador inglés Peter
Fleming, que, más tarde, intentó encontrar su rastro para saber si estaba aún
con vida, “sus facultades de resistencia eran extraordinarias. Los insectos,
las fiebres, las privaciones, nada lo amilanaban”.
Fueron
sin ninguna duda estas facultades casi carismáticas de narrador y resistencia
sobrehumana que explican el inmenso renombre del coronel, y el número de las
tentativas hechas para venir a su ayuda. En realidad, sin embargo, el misterio
que rodea el destino de Fawcett no se refiere tanto a la manera en que murió,
ya que hay una docena de explicaciones naturales a eso, que la famosa “ciudad
perdida” de sus investigaciones... que no descubrió, probablemente, nunca. La
cadena de montañas donde la situaba se reveló inexistente a la cartografía y a
la fotografía aérea de la región donde la situaba, es decir el Mato Grosso.
Pero eso recuerda otras fotografías...
El
manuscrito portugués
Manuscrito
portugués Primera página del famoso manuscrito portugués, conservado en la
Biblioteca Nacional de Río de Janeiro, Brasil, bajo la referencia MSS 512 ¿De dónde
Fawcett tenía, sus fuentes ?
De
un documento portugués que data del siglo XVIII y que describe esta montaña y
una “ciudad olvidada” situada a sus pies. Thierry Jamin encontró el rastro de
este manuscrito portugués en 1993. Se conserva actualmente a la Biblioteca
Nacional de Rio de Janeiro, en Brasil. Él informa la historia de un aventurero
portugués que había emprendido de encontrar, en los años 1740, el rastro de
legendarias minas de diamantes, las, dichas, de Muribeca, que se decía perdidas,
en alguna parte del fondo del “sertao” brasileño, desde el siglo XVI...
El
continente perdido en el infierno verde amazónico 1906 – 1925 Colonel Fawcett
Las
ocho expediciones de Percy Harrison Fawcett, en el centro de la Amazonia,
constituyen una de las más extraordinarias aventuras del siglo XX. Coronel de
la British Army, prototipo del explorador inglés a la vez visionario y flemático,
Fawcett se había jurado -sobre la fe de antiguas crónicas portuguesas-
encontrar las ruinas de una antigua ciudad de la Atlántida ocultada en la
oscuridad de la selva brasileña.
Su
descubrimiento, en el suroeste del Mato Grosso, de una inmensa meseta rocosa
delimitada de acantilados inaccesibles, debía inspirar a Sir Arthur Conan Doyle
su famosa novela fantástica “El Mundo Perdido” (1912), que tiene para marco un
macizo montañoso poblado de animales prehistóricos supervivientes del
Diluvio...
Fawcett
desapareció durante su octava expedición, en circunstancias que siguen siendo
misteriosas hasta ahora. Se emitieron las hipótesis más locas. ¿Termino por
descubrir la fabulosa ciudad megalica? ¿Cayó bajo los golpes de los Indios del
Mato Grosso? ¿Se volvió el rey blanco de una tribu desconocida? ¿Termino sus
días, afectado de amnesia, errante a través de la selva virgen? Numerosos
exploradores se lanzaron a su investigación y algunos, a su vez, no volvieron nunca.
Su Obra
póstuma publicada en 1953 por el hijo del explorador, Brian Fawcett, a partir
de sus Diarios y notas, “El Continente Perdido” contiene por otra parte una apasionante
descripción de la vida en los puestos de cosecha de cauchuteros de la selva
amazónica al principio del siglo pasado.
El
Manuscrito Portugués de Coronel Fawcett
La
historia del manuscrito
Alvarez
se fallaba sobre una tierra desconocida, quién iba a convertirse en más tarde
el Brasil. Único superviviente del naufragio, se encontró solo frente a los
terribles salvajes caníbales Tupinambas. Fue salvado por milagro gracias a una
joven India quién cayó enamorada de él. Se casaron juntos.
De
esta unión nació un niño, Melchior Dias Moreya, que vivió la mayor parte de su
vida con los Indios. Él mismo tuvo un hijo, Roberio Dias, que, mientras que
había aún un joven hombre, conocía bien las minas de oro y piedras preciosas de
su padre.
Hacia
1610, Roberio Dias se volvió ante el rey de Portugal, Don Pedro II, con el fin
de suministrarle los secretos de las minas de su padre a cambio de un título de
nobleza : Marqués das Minas...
Pero
el rey no le presto oídos y, por codicia, mando a Roberio Dias a prisión. Este
último, negándose a suministrar su secreto hizo dos años, antes de morir en
1622. No se descubrió nunca el secreto de las minas.
Durante
años, expediciones peinaron el país para intentar encontrar el rastro de
estas minas fabulosas. En los años 1740, un aventurero portugués, cuyo nombre
se ignora, fue a su investigación y informó de un extraño relato inscrito en un
manuscrito de una decena páginas.
Después
de un interminable viaje, que duró de numerosos años, este Portugués descubrió
los restos de una ciudad grandiosa, al pie de una cadena de montañas, al oeste
de la cuenca amazónica. Una descripción detallada de la ciudad y la
reproducción curiosas de “inscripciones hieroglíficas” se inscribe en este
informe, redactado por el autor mismo del viaje, a la atención del virrey del
Brasil, Don Luis Peregrino de Carvalho Menezes de Athayde.
Los
detalles contenidos en este manuscrito, parcialmente destruido, sobre la ciudad
supuestamente visitada, así como sus alrededores, son muy curiosos : ¡ como en
la zona de las pirámides, los vestigios descritos se elaboraban a la sombra de
un macizo montañoso -que no podía ser sino una pre cordillera !-, orientados
igualmente, sureste noroeste ; un río, una selva ininterrumpida, la presencia
de Indios feroces son común a las dos zonas. Por a otra parte, el autor anónimo
describe “grandes bloques armados por juntas sin mortero”, lo que es
característico de la arquitectura andina. Es necesario destacar también las
precauciones tomadas por éste, con el fin de no hacerse situar por posibles
habitantes de la ciudad, o por, dicho, una guarnición española. Lo que muestra
que el aventurero pensaba ser muy cerca del imperio colonial español... y en
consecuencia cerca de Perú.
Estos
índicios parecen demostrar una interpretación errónea de Fawcett, que buscó
esta ciudad, a nuestro modo de ver, insuficientemente al oeste del Mato Grasso.
El informe describe también “murallas cubiertas con malas hierbas”, de “templos
inmensos”, etc.
¿Resumidamente,
la ciudad de Fawcett no era Paititi ? El futuro lo dirá quizá...
Se
titula este documento portugués, cuyo rastro encontramos en Río en 1993, se
data de 1753 y "Relaçao historica de huma occulta e grande provoaçao
antiguissima sum moradores que se descubrio anno de 1753", o sea, en
español, “Relación histórica sobre un bien ocultado y antiguo hábitat urbano y
sus descendientes, que se descubrieron en 1753”.
LA CIUDAD Z
El
teniente coronel Percival Harrison Fawcett (Torquay, Inglaterra, 18 de agosto
1867–¿Río Xingú?, Brasil, 29 de mayo 1925) fue un militar, arqueólogo y
explorador británico. Junto con su hijo Jack y el amigo de éste, Raleigh
Rimell, Fawcett desapareció bajo circunstancias desconocidas en 1925 durante
una expedición para encontrar "Z" - como él llamaba a una antigua
ciudad perdida que creía ser El Dorado, en la selva inexplorada de Brasil.1
Fawcett
nació el 18 de agosto de 1867 en la localidad de Torquay del condado de Devon,
Inglaterra hijo de Edward B. y Myra Fawcett.2 Recibió su educación en el Newton
Abbot Proprietary College. Su padre, nacido en la India, era miembro de la
Royal Geographical Society, y, evidentemente, de él heredó Percy su interés por
la aventura y las exploraciones. Su hermano mayor Edward Douglas Fawcett
(1866-1960) era un alpinista, ocultista oriental y escritor de novelas
populares de aventuras.
En
1886 recibió un destino en la Artillería Real y sirvió en Trincomalee, Ceylán
donde además conoció a su esposa. Más tarde trabajó para el servicio secreto
británico en África del Norte y aprendió técnicas de topógrafía. También fue
amigo de los escritores H. Rider Haggard y Arthur Conan Doyle; Sir Arthur Conan
Doyle usaría más tarde sus informes como fuente de inspiración para su famosa
novela "El mundo perdido".
Primeras
expediciones
La
primera expedición de Fawcett a Sudamérica fue en 1906, cuando a la edad de 39
años viajó a Brasil para cartografiar un área de la selva en la frontera entre
Brasil y Bolivia, (pampas del Río Heath), por encargo de la Royal Geographical
Society, que había sido comisionada para cartografiar el área como una tercera
parte imparcial en una disputa fronteriza. Llegó a La Paz en junio. En su
expedición de 1907, Fawcett afirmó haber visto y disparado a una anaconda
gigantesca de 62 pies de largo, por lo que fue extensamente ridiculizado por la
comunidad científica. Describió otros animales misteriosos, desconocidos para
la zoología, como un pequeño perro de apariencia felina casi del tamaño de un
foxhound inglés, que afirmó haber visto dos veces, o la araña gigante Apazauca,
que se decía que había picado a varios habitantes del lugar.3 4
Fawcett
realizó siete expediciones entre 1906 y 1924. Se llevaba bien con los lugareños
sobre todo gracias a los regalos, paciencia y comportamiento amable. En 1908,
rastreó la fuente del río Guaporé y en 1910 hizo un viaje al río Heath (en la
frontera de Perú y Bolivia) para encontrar su origen. Después de su expedición
de 1913 supuestamente afirmó haber visto perros con narices dobles. Estos
pudieron haber sido sabuesos andinos de dos narices.5 Sobre la base de una
investigación documental, Fawcett formuló sus teorías sobre la "Ciudad
Perdida de Z" en Brasil al inicio de la Primera Guerra Mundial. Por aquel
entonces regresó a Gran Bretaña para el servicio activo, se ofreció como
voluntario para el frente en Flandes, y encabezó una brigada de artillería a
pesar de tener casi cincuenta años de edad. Después de la guerra regresó a
Brasil para estudiar la fauna local y la arqueología.
Búsquedas
de una civilización prehistórica
Primera
página del manuscrito 512.
Fawcett
había estudiado antiguas leyendas y archivos históricos, convenciéndose de que
una ciudad perdida existió en algún lugar de la región de Mato Grosso, una
ciudad, a la que puso el nombre de "Z". Según el propio Fawcett, su
principal fuente escrita era un documento portugués del siglo XVIII, dejado por
un grupo de cazadores de fortuna que anduvieron durante 10 años por regiones
interiores de Brasil, descubriendo finalmente una antigua ciudad en ruinas (la
ciudad perdida del Manuscrito 512). Para Fawcett, aquella ciudad, o ciudad de
Raposo, como la prefería llamar, era una de las varias ciudades perdidas del
Brasil, remanentes de una vieja civilización (la Atlántida), cuyo pueblo había
degenerado, pero aún conservaba vestigios de un pasado olvidado, en momias,
pergaminos y láminas de metal cinceladas.
Otro
testimonio de la existencia de aquella civilización prehistórica lo
representaba para Fawcett una extraña estatuilla de basalto negro, de 25 cm de
alto, cuyo origen no se pudo identificar claramente. Fawcett la obtuvo de su
amigo H. Rider Haggard y la llevaba consigo en su última expedición. Tras
recurrir a la ayuda de un psicometrista, según relata Fawcett, averiguó que la
estatuilla era de origen atlante.
En
1921 Fawcett emprendió una expedición por Bahía, guiándose tanto por el
Manuscrito 512, como por el testimonio de otro viajero británico, el coronel
O´Sullivan Beare, ex cónsul en Río de Janeiro, quien afirmaba haber visitado
una ciudad perdida parecida a la del Manuscrito 512, a pocos días de camino de
la ciudad de Salvador de Bahía.
Según
menciona Fawcett en su libro, después de recorrer la región del río Gongogi
logró reunir nuevos testimonios de la existencia de ciudades perdidas.
Expedición
final
En
1925, con el apoyo de un grupo financiero basado en Londres, denominado The
Glove ("El Guante"),6 Fawcett regresó a Brasil con su hijo mayor Jack
para realizar una expedición con el propósito de descubrir aquellas ciudades
perdidas. Antes de partir, Fawcett dejó instrucciones declarando que si él y
sus compañeros no volvieran, ninguna expedición de rescate debería ser enviada,
o de lo contrario, los rescatadores sufrirían su mismo destino.
Siendo
un hombre con años de experiencia, Fawcett viajaba con todos los pertrechos
cuidadosamente escogidos, como alimentos enlatados, leche en polvo, armas,
pistolas de bengalas y, por supuesto, un sextante y un cronómetro (inventado
por John Harrison) para determinar la latitud y la longitud. También escogió
personalmente a sus compañeros para esta expedición, ambos elegidos por su
salud física, habilidad y lealtad el uno al otro: su hijo mayor Jack Fawcett y
el amigo de muchos años de Jack, Raleigh Rimell. Fawcett eligió a sólo dos
compañeros, de modo que podrían viajar más ligeramente y pasar más
desapercibidos por las tribus de la selva, siendo algunas de éstas hostiles
hacia los exploradores. En aquel entonces, muchas tribus aún no habían entrado
en contacto con los blancos.
El
20 de abril de 1925, su última expedición partió de Cuiabá. Además de sus dos
compañeros, Fawcett iba acompañado por dos arrieros brasileños, dos caballos,
ocho mulas y dos perros. El último mensaje de la expedición databa del 29 de
mayo de 1925, cuando Fawcett le escribió una carta a su esposa en la cual le
decía que estaba listo para entrar en territorio inexplorado acompañado
únicamente de Jack y Raleigh Rimmell; la carta fue enviada con ayuda de un
mensajero indígena. Se informó que estaban cruzando el Alto Xingú, un afluente
sudoriental del Río Amazonas. La última carta, escrita en Dead Horse Camp,
indicaba su ubicación y tenía un tono optimista. Desde entonces nada más se
supo de ellos.
Muchos
supusieron que los indígenas locales los habían matado, ya que en aquel
entonces varias tribus habitaban en las cercanías: los Kalapalos, quienes
fueron los últimos en verlos, o los Arumás, Suyás, o Xavantes, en cuyo
territorio estaban entrando. Ambos jóvenes ya estaban enfermos y caminaban con
dificultad cuando fueron vistos por última vez, pero no hay ninguna prueba de
que fueran asesinados. Es probable que murieran de causas naturales en la selva
brasileña.
En
1927 una placa de identificación con el nombre de Fawcett fue encontrada en una
tribu indígena. En junio de 1933 una brújula de teodolito perteneciente a
Fawcett fue encontrada cerca de los indios Baciary del Mato Grosso por el
coronel Aniceto Botelho. Como se pudo averiguar posteriormente, la placa con el
nombre de Fawcett era de la época de su expedición de 1921 y lo más probable es
que el coronel la hubiera ofrecido como regalo al jefe de la tribu; en el caso
de la brújula también se pudo probar que había sido dejada antes de que Fawcett
se hubiese adentrado en la selva en su viaje final.
Expediciones
posteriores, explicaciones y teorías
Rumores
e informes no verificados
Durante
las décadas siguientes, varios grupos efectuaron expediciones de rescate sin
resultados. Lo que lograron recopilar solamente fueron varios rumores que no
podían ser verificados. Además de relatos según los cuales Fawcett había sido
muerto por indios o animales salvajes, existía una historia según la cual
Fawcett había perdido la memoria y pasó el resto de su vida como jefe de una
tribu de caníbales.
Aproximadamente
cien de los “potenciales rescatadores” perecieron en más de 13 expediciones
enviadas para desvelar el destino de Fawcett.[cita requerida] Una de las primeras
expediciones estaba dirigida por el explorador estadounidense George Miller
Dyott en 1927; quien afirmó haber encontrado pruebas de la muerte de Fawcett a
manos de los indios Aloique, pero la veracidad de su historia fue pronto puesta
en duda. Una expedición de 1951 desenterró huesos humanos que más tarde
resultaron no tener relación con Fawcett o sus compañeros. Los indios de la
tribu Kalapalo capturaron a la expedición de 1996, pero los liberaron unos días
más tarde cuando los expedicionarios les habían dejado todo su equipo.
Historia
de Villas-Bôas
El
explorador danés Arne Falk-Rønne viajó al Mato Grosso en la década de 1960. En
un libro de 1991 escribió que supo el destino de Fawcett de boca de Orlando
Villas-Bôas, quién lo había oído de uno de los asesinos de Fawcett. Por lo
visto, el coronel y sus compañeros tuvieron un accidente en el río y perdieron
la mayor parte de los regalos que habían traído para las tribus indígenas.
Seguir el camino sin regalos resultaba ser una violación del protocolo local;
ya que los miembros de la expedición entonces estaban todos más o menos
seriamente enfermos, la tribu Kalapalo que ellos encontraron decidió matarlos.
Los cadáveres de Jack Fawcett y Raleigh Rimell fueron lanzados al río; el
coronel Fawcett, considerado un anciano y por lo tanto distinguido, recibió un
entierro apropiado. Falk-Rønne visitó la tribu Kalapalo y relató que uno de sus
miembros había confirmado la historia de Villas-Bôas sobre cómo y por qué
Fawcett había sido asesinado.
¿Los
huesos de Fawcett?
En
1951 Orlando Villas-Bôas supuestamente recibió los huesos restantes del
esqueleto de Fawcett y los hizo analizar científicamente. Según se afirma, el
análisis confirmó que los huesos pertenecían a Fawcett. Sin embargo, Brian
Fawcett (1906-1984), hijo menor del coronel, rehusó aceptarlos. Villas-Bôas
afirmó que Brian estuvo demasiado interesado en obtener dinero de la venta de
libros sobre la desaparición de su padre. El análisis científico posterior
confirmó que los huesos no eran de Fawcett.10 Desde 1965 los huesos, según se
informa, descansaban en una caja en el apartamento de uno de los hermanos
Villas-Bôas en São Paulo.
En
1998 el explorador inglés Benedict Allen intentó dirigirse a los indios
Kalapalo, los que, según Villas-Bôas, habían admitido que mataron a los tres
miembros de la expedición Fawcett. Un anciano de los Kalapalo, Vajuvi, afirmó
durante una entrevista con Allen filmada por la BBC que los huesos encontrados
por Villas-Bôas aproximadamente 45 años antes no eran realmente de Fawcett.11
12 Vajuvi también negó que su tribu hubiese tenido participación alguna en la
desaparición de Fawcett. No existe prueba contundente alguna que apoye una u
otra declaración.
Documental
ruso
En
2003 una película documental rusa, "Проклятье золота инков / Экспедиция
Перси Фоссета в Амазонку" (La maldición del oro de los incas / Expedición
de Percy Fawcett al Amazonas), fue realizada como parte de la serie de TV
"Тайны века" (“Misterios del siglo”). Entre otras cosas, la película
se concentra en la expedición de Oleg Aliyev al lugar supuestamente aproximado
al último paradero de Fawcett, así como en las conclusiones, impresiones y
presunciones de Aliyev sobre el destino del coronel desaparecido.
Comuna
en la selva
El
21 de marzo de 2004 el periódico británico The Observer relató que el director
de televisión Misha Williams, que había estudiado los documentos personales de
Fawcett, creyó que Fawcett no había tenido la intención de volver a Gran
Bretaña, sino que más bien había deseado fundar en la selva una comuna basada
en principios teosóficos y la adoración de su hijo Jack.13 Williams planteó su
investigación con algunos detalles en el prefacio a su obra teatral AmaZonia,
estrenada por primera vez en abril de 2004.14
La
ciudad perdida de Z
En
2005 David Grann, reportero titular de la revista The New Yorker, visitó la
tribu Kalapalo y descubrió que ésta había transmitido una historia oral sobre
Fawcett, uno de los primeros blancos que la tribu había visto. La historia oral
decía que Fawcett y su grupo se habían quedado en su pueblo y luego se habían
marchado en dirección hacia el este. Los Kalapalos advirtieron a Fawcett y sus
compañeros que no tomaran ese camino, pues serían muertos por los "indios
feroces" que ocupaban aquel territorio. Sin embargo, Fawcett insistió en
ir. Los Kalapalos observaron el humo de la fogata de la expedición cada tarde
durante cinco días antes de que desapareciera. Los Kalapalos dijeron que
estaban seguros de que los indios feroces los habían matado.15 El artículo
también relata que una civilización monumental llamada Kuhikugu realmente pudo
haber existido cerca de donde Fawcett buscaba, como fue descubierto
recientemente por el arqueólogo Michael Heckenberger y otros.16 Los hallazgos
de Grann están detallados en su libro The Lost City of Z (2009).
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