Hierve el cielo sobre Melilla
Un raro fenómeno
eleva la temperatura de 24 a 41 grados en cinco minutos
TOÑI
RAMOS Melilla 24 JUL 2001
Melilla se convirtió ayer por unos minutos en un gran horno
al aire libre debido a un fenómeno meteorológico insólito. A las 8.24, la
temperatura subió 17 grados en sólo cinco minutos: de los 24 a los 41 grados.
Por fortuna, en el siguiente cuarto de hora la temperatura volvió a sus cauces.
Pero, para colmo, a las diez de la mañana volvió a darse una versión más
moderada del mismo poltergeist meteorológico, esta vez con un
calentamiento súbito de sólo 15 grados.
Encontrarse por la mañana con 24 grados es lo normal en la
ciudad. Lo que no es normal es lo que vivió Gerardo: 'Era como si te
persiguieran con un secador de pelo encendido a máxima potencia.' El viento
soplaba a más de 70 kilómetros por hora, extremadamente reseco, con una humedad
de menos del 20%, cuando lo normal en Melilla es que supere el 60%.
'Los árboles de la calle empezaron a
moverse como si se tratase de un vendaval ardiendo'
En el caso de que el calentón hubiera durado más
tiempo, hubiera podido producir graves efectos sobre personas con problemas
respiratorios, según fuentes médicas. La gran temperatura y sequedad del aire
provocó que María, que padece asma, tuviera que 'meter la cabeza bajo el grifo'
en el momento de mayor embate. María, como todos los melillenses, pedía ayer
una explicación.
Manuel de Castro, profesor de Geofísica y Meteorología de la
Universidad Complutense, define el fenómeno como algo 'rarísimo, aunque no
extraterrestre'. La onda
orográfica, que así se llama
la causa del doble sofocón, fue 'bellísima, digna de estudio'. La turbulencia
generada por el viento procedente del desierto, al pasar por las montañas que
rodean Melilla, degeneró en una gran onda, similar a una ola del mar, que
'rompió' contra la ciudad autónoma.
'En 30 años no se había registrado algo así', explicó Luis
Suárez, director del Centro Meteorológico de Melilla. Y aunque el Centro
Nacional de Meteorología no había terminado ayer su análisis de la situación,
Francisco Sánchez Gallardo, director del Centro Meteorológico de Andalucía
Oriental y Melilla, consideraba ayer probable que el fenómeno se debiera a esa
onda postulada por De Castro. Este tipo de onda, coinciden ambos científicos,
es imposible de predecir.
A 1.000 metros de altura, el aire estaba a 32 o 33 grados.
Al descender la onda hasta el nivel del mar, ese aire se comprimió por el
aumento de la presión atmosférica y se calentó a un ritmo de un grado cada cien
metros. El resultado fue que la ola rompió en Melilla a más de 40 grados.
A la hora del extraño fenómeno, un buque de la compañía
Trasmediterránea procedente de la Península llegaba a la entrada del puerto. El
estado del mar era tal -llegó a 'fuerte marejada'-, que se necesitó la ayuda de
un barco remolcador para facilitar el atraque y la salida del pasaje.
Ana Reina, al asomarse desde su ventana a la playa de la
ciudad, vio 'el mar embravecido, como ni siquiera en invierno suele verse'. La
visibilidad se había reducido a sólo un kilómetro de radio.
El fuerte viento y el calor sofocante pillaron de improviso
a los viandantes. Julio Montero, que estaba de obras en su bar, cuenta: 'Los
árboles de la calle empezaron a moverse como si se tratase de un vendaval, y
cuando me asomé me pegó una bofetada de aire ardiendo'.
A mediodía, el viento cambió a poniente, trajo con él la
calma y despejó las nubes que se condensaban sobre la ciudad. Por lo demás,
sólo se dio un pequeño retraso en la llegada de un vuelo a la ciudad debido a
la poca visibilidad sobre el aeropuerto.
Sirva como pobre consuelo para los melillenses que el domingo 75
personas resultaron heridas en la región montañosa de Assyr, en el sur de
Arabia Saudí, por una causa absolutamente insólita en el verano de ese país:
una tormenta de nieve. Ningún científico se atreve a relacionar estos sucesos
con el cambio climático, pero bienvenido sea el resucitado Protocolo de Kioto.
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