Obscenidades románicas como pararrayos del Diablo
Historiadores del arte reunidos en un curso debaten
sobre las múltiples interpretaciones de la iconografía sexual de unas iglesias
que en España cuentan casi mil años
FUNDACIÓN SANTA MARÍA LA REAL / JAIME NUÑO
MANUEL MORALES
Sexualidad en iglesias españolas
románicas¿
Por qué ese hombre exhibe su enorme falo que parece
apuntarnos? ¿Y ese otro barbado que se masturba? ¿Qué sentido tiene que esa
mujer nos enseñe la vulva? ¿Esa pareja está en pleno coito? Todos están ahí
desde hace casi mil años, en iglesias románicas del norte de España, tanto en
el exterior, en los canecillos, elementos decorativos de las vigas que sujetan
los aleros, como en el interior, ya sea en capiteles o incluso en pilas
bautismales. ¿Por qué los canteros medievales desplegaron esta iconografía
procaz? ¿Qué quería transmitir con ellos la Iglesia católica? A todo esto han
intentado responder, y de paso acercar a la mentalidad y sociedad medieval, los
expertos congregados el pasado fin de semana en el curso Arte y sexualidad en
los siglos del románico, celebrado en el monasterio de Santa María la Real de
Aguilar de Campoo (Palencia).
"¿Que cuántas interpretaciones hay de ese
erotismo? Tantas como personas en esta sala", dijo la historiadora del
Arte de la Universidad del País Vasco Eukene Martínez de Lagos, señalando con
la barbilla al centenar de alumnos que la escuchaban en la primera jornada de
un curso que incluyó la visita a cuatro ejemplos de templos románicos con
motivos sexuales en su decoración, entre ellos el más célebre, la colegiata de
San Pedro de Cervatos, en Cantabria, del siglo XII. Esta comunidad reúne lo más
significativo del sexo del románico, del que también hay ejemplos en el oriente
de Segovia, el occidente de Soria, norte de Palencia y Burgos y, en menor
medida, resto de Castilla y León, Galicia, Álava, Navarra, Aragón y Cataluña.
"Los artistas tenían modelos que copiaban y adaptaban. Eran talleres
itinerantes en los que normalmente había un maestro y varios aprendices, y se
iban desplazando según los encargos que recibían", apunta Alicia Miguélez,
de la Universidad Nova de Lisboa. En todo caso, aún hoy sigue asombrando, por
ejemplo, esa pareja de exhibicionistas, ella con restos de pintura negra en su
pubis, a él le cortaron el pene en tiempos más pudorosos, que decoran un
capitel ¡junto al altar! de la iglesia de San Juan Bautista, en la localidad
cántabra de Villanueva de la Nía.
"Hay quien piensa que todo esto tenía un carácter
adoctrinador, la representación de lo que no había que hacer, mostrado de una
forma contundente, explícita", señala uno de los ponentes, José Luis
Hernando Garrido, de la Universidad de Educación a Distancia de Zamora.
"Es una interpretación extraña, sería como darle a un adolescente revistas
pornográficas para decirle, mira esto es lo malo", apunta Jaime Nuño,
director del Centro de Estudios del Románico de la Fundación Santa María la
Real, organizadora del curso. Nuño y Pedro Luis Huerta, director de este
encuentro, fueron los encargados de explicar in situ a los alumnos la historia
de las iglesias visitadas. Nuño se inclina por pensar que era "la
representación de la vida cotidiana". Otros expertos se han preguntado:
"¿Era una incitación a procrear en una etapa de gran mortalidad
infantil?".
Mientras, Hernando destacó en su disertación una
hipótesis más atrevida, novedosa, ya acuñada por otros expertos. "Tal vez
se emplearan como un antídoto de lo malévolo, una especie de pararrayos contra
el Maligno, que viene por las alturas", y prosigue: "Pudo ser como un
cepo para el demonio… aunque tengo mis dudas". ¿Por qué? "Hay también
ejemplos no solo de vulgaridad, sino de una sensualidad y poética exquisita,
sin esa intención lujuriosa". Lo que descarta son las sospechas, que
también las ha habido, de que se tratasen de travesuras de canteros: "Eran
artesanos humildes, no tenían gran poder decisorio para los temas decorativos,
que debían de venir del obispo o del señor que pagaba la obra".
Tras estirar el cuello para ver tanto sexo, llega el
momento de intentar comprender cómo eran las relaciones carnales de entonces.
"Se piensa, erróneamente, que todo el sexo era considerado malo. Sin
embargo, los médicos prescribían su práctica regular como ayuda para una vida
sana en el matrimonio, incluso se toleraba que los clérigos tuvieran
relaciones", destaca la historiadora Paloma Moral de Calatrava, de la
Universidad de Murcia. Ella puso el foco en una cuestión que enfrentó a la
Iglesia y a los galenos: la rigurosa reforma gregoriana que, desde el siglo
XII, estableció el celibato de los religiosos, en parte por una cuestión
teológica ("no puede impartir el sacramento de la eucaristía alguien que
se mancha las manos con semen, considerado impuro") y, en buena medida,
por una cuestión económica: los posibles enfrentamientos entre hijos de
clérigos por las propiedades paternas amenazaban la unidad cristiana. Para los
laicos las órdenes eran claras: sexo solo para procrear.
Moral, experta en salud femenina medieval, subraya
que "la Iglesia tuvo que afrontar que los monjes y monjas eran seres
sexuales, y las soluciones que ideó fueron malas". A las religiosas que
por la abstinencia padecían "sofocación uterina" se les permitía
masturbarse, incluso podían usar un primitivo consolador. Así lo detallaron
médicos que eran también eclesiásticos en sus tratados: el "miembro
viril" de ayuda debía ser "delicado, de salitre, cera y berro".
Como los monjes no padecían esa enfermedad, "no tenían la suerte de poder
masturbarse para su alivio". Para impartir esta doctrina estaban los
sermones, pero como no funcionaba con unos feligreses rurales e iletrados, se
recurrió a la iconografía, "con mensajes rotundos, pero el arte tampoco
funcionó muy bien", dice.
La profesora Martínez de Lagos comenzó su
conferencia en la actualidad, el caso de La Manada ("¿por qué hay quien
criminaliza a la víctima?"), para repasar siglos de misoginia, en los que
a la mujer se la ha identificado con la lujuria. Una visión representada en las
iglesias románicas con una imagen recurrente: una mujer que sujeta con las
manos a dos serpientes que intentan atacarla mientras otras dos le muerden los
pechos, un doloroso castigo eterno en el más allá que puede contemplarse en un
capitel de la catedral de Santiago o en uno del Panteón real de san Isidoro de
León. Martínez se remontó al mito de Pandora y a la culpable del pecado
original, Eva, para explicar el odio a la mujer, "que ya estaba en los
padres de la Iglesia".
El poso de estas ponencias es que "ni la Edad
Media era todo oscuridad y horror", como incide Hernando, "ni hemos
avanzado tanto en algunas cuestiones de la sexualidad", concluye Moral,
que menciona el papel de la Iglesia ante el sida. De que hubo tiempos de mente
cerril posteriores al Medievo lo demuestra que muchos de los hombres que
mostraban su falo sin complejos en la decoración románica hoy lo tienen
cercenado.
EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
La profesora Alicia Miguélez, de la Universidad Nova
de Lisboa, se ocupó en el curso del lenguaje de los gestos en la iconografía
románica y “cómo el lenguaje corporal y las expresiones faciales fueron
empleadas para plasmar emociones y sentimientos". Aparte del “debate
abierto” sobre qué significan esas figuras, ella considera que “debieron de
tener un gran impacto en aquella época, porque parte de ellas fueron censuradas
y destruidas posteriormente”. Miguélez pertenece a una corriente de
investigadores que, analizando la cabeza, el tronco, las manos, los pies… de
todas estas manifestaciones artísticas diferencian entre “las emociones, que
son más primarias, de los sentimientos, que deben ser entendidos como procesos
más complejos en el ser humano".
Del estudio de todo ello, se deduce que el arte románico, "desde el punto de
vista de la gestualidad, es claro heredero del lenguaje artístico anterior, y
el repertorio de conductas gestuales continuó siendo utilizado en época gótica.
Debemos entender la historia del arte como un complejo proceso evolutivo,
evitando establecer grandes rupturas entre estilos".